Mi colega y sin embargo amigo Miguel Ángel Belloso tiene un excelente artículo en contra de las política social de distribución de la renta. También cabe citar el blog de Cullen Roche, con otro excelente artículo. La ventaja de éste sobre Belloso es que no enfrenta al libre capitalista con el gobierno, al que considera necesario, cosa que explica en los siguientes puntos telegráficos:
- Los multimillonarios son buenos en el sentido de que la mayoría de ellos existen porque han creado un bien o servicio que agrega valor a la sociedad y la empresa que crearon fue valorada más por el mercado ”.
- El gobierno es bueno en el sentido de que gastará en necesidades sociales que no tienen un valor presente neto positivo (VPN) esperado. Es decir, el gobierno llenará el vacío del gasto público socialmente beneficioso que los capitalistas no pueden capitalizar (guerra, apagar incendios, políticas educativas, etc.).
- Los capitalistas gastan más "eficientemente" en un sentido de VPN porque un sistema capitalista necesariamente destruye empresas no rentables y recompensa a las empresas rentables. Ergo, no debería ser controvertido decir que los capitalistas gastan más eficientemente, desde una perspectiva de VPN, que los gobiernos.
- Los gobiernos son gastadores ineficientes en un sentido de VPN porque a menudo participan en programas que no pueden o no deben generar ganancias. Esto no es necesariamente malo. De hecho, a menudo es bueno.
- Los multimillonarios pueden dañar la economía si obtienen demasiado poder, acumulan un exceso de dinero, no invierten en proyectos de + VPN, etc.
- El gobierno puede dañar la economía si gasta imprudentemente en proyectos de -VNP que conducen a un exceso de inflación.
Como veremos al final, ambas fuentes son necesarias y su existencia sólo se satisface con una política centrista, de la que España se encuentra muy alejada en este momento.
El capitalista aporta a la sociedad una idea que, arriesgando mucho, capitaliza y vende. En muchos casos se cierra a cualquier otra alternativa vital si no le sale bien la idea. Si tiene éxito gana mucho dinero, dinero que generalmente reinvierte en su idea inicial o en otras ideas. Él no obliga a nadie a comprar lo que ha inventado. La gente lo compra porque lo considera valioso. La expansión de su clientela es la fuente de su riqueza.
Hay gente que considera que esto es inmerecido, y que hay que desposeerle de esa riqueza - no se sabe muy bien a partir de qué cantidad - o bien poner un impuesto especial sobre el patrimonio draconiano (del 90%, según Piketty), para repartirlo entre los menos ricos. Piketty cree que al cumplir 25 años toda persona debería recibir del estado un capital de 120.000 € financiados gracias al impuesto draconiano sobre los ricos.
Los partidarios de más igualdad, o la igualdad completa, no tienen en cuenta el servicio que el rico ha hecho a la sociedad. Con su asunción de riesgo, ha entrado en un sector hasta entonces baldío, no explorado, y ha generado un nuevo producto que satisface al comprador y crea empleo y riqueza, puesto que la capitalización de la idea, o capital de la empresa, aumenta de valor. Vendiendo parte de la sociedad acciones hace posible a los demás participar en esa riqueza. Si un ahorrador coloca bien sus ahorros periódicos, aumentará su fortuna a la par que el inversor-creador de la idea. A ello se añade que parte de la riqueza la crea en el extranjero, lo que es una fuente de rentas futuras para el país de origen.
Por lo tanto, la riqueza se distribuye, no quedándose en una sola mano.
¿Por qué va a renunciar el creador a su patrimonio?
Centrémonos en los impuestos progresivos en lo social que creen por ejemplo los componentes del futuro gobierno de España. La teoría básica del impuesto progresivo es que un euro vale muchísimo más para el pobre que para el rico, pues un euro más es proporcionalmente mayor para su escaso patrimonio que para el rico. Bueno sí, pero, ¿Cómo se mide exactamente cuánto es tan mejor? ¿Por qué un 90% de impuesto para el rico y nada para el no rico? La verdad es que no hay manera de saberlo, y porque eso generalmente se ha recurrido a un sistema impositivo suavemente progresivo, por los efectos negativos que puede haber, y de hecho hay, en cargar el capital de impuestos.
Pero ahora viene una oleada de opinión contraria a la suavidad. No, no, que sea lo más radical posible, hasta desposeerle del capital ganado.
Lo esperable es que el capital empresarial y la productividad y el empleo creados por el sujeto quiebren, se pierda toda la riqueza creada, y se vacíe ese sector antaño baldío. Es lógico esperar un proceso muy acentuado de desinversión y de huida de capitales. Los inversores foráneos que estuvieran pensando en instalarse en el país en cuestión desistirían de la idea, lo que es una pérdida enorme.
EL impuesto levemente progresivo, que defendemos porque el gobierno, como dice Cullen Roche, es necesario y tiene una serie de funciones que cumplir, debe ser suave, que no atemorice al capital.
Una sociedad actual no puede prescindir de tener un gobierno fuerte, aunque lo más honesto posible. Pero tampoco puede prescindir de una dosis de capital productivo, fuente del empleo y del crecimiento, auténticas bases del bienestar.
Todo esto nos lleva - creo que es intuitivo- a la necesidad de una política alejada de los extremos, pues de lo contrario estaríamos en cada elección al borde de las esquizofrenia, como de hecho lo hemos estado en España desde hace décadas, con cambios de 180 grados en un montón de cuestiones que debían ser nacionales, no partidistas. En realidad, dos partidos perdedores en las recientes elecciones se han puesto de acuerdo para acometer La barbaridad de expoliar a los ricos. Estos dos partidos no representan ni en votos ni escaños a la mitad de la población. Están buscando apoyos vergonzantes para destruir la economía. Recordemos la palabras de Churchill,
“porque, recordadlo, los gobiernos no crean nada y nada pueden dar que antes no hayan arrancado a otros...—; podréis meter dinero en los bolsillos de un determinado grupo de compatriotas, pero será dinero salido de la bolsa de otros compatriotas, y la mayor parte se perderá por el camino...».
Ahí lo dejo. Sólo diré para terminar que la mejor política de distribución es favorecer las dos patas de la productividad: inversión y educación.