Segunda parte de… cosas extrañas

2 de septiembre, 2021 0

Algunas cosas extrañas pueden dar algo de risa a toro pasado, pero en el momento no dan ninguna risa.

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En esta segunda parte contaré dos cosas: lo de los ajos y lo de las voces.

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Lo de los ajos

Hace unos años, tenía un problema en la narizota que no se me iba de ninguna manera.

Yo soy una persona que tiene la costumbre de arreglárselas por su cuenta, en todos los sentidos de la palabra, y además tengo cierto miedo y desconfianza hacia los hospitales y todo lo que contienen, por ese motivo probé varias cosas por mi cuenta, pero ninguna funcionaba.

El caso es que un buen día, me vino una idea a la cabeza.

Tengo la teoría (Tal vez descabellada), de que todas las ideas que han existido y que existirán están por ahí, flotando en el aire, no se las puede ver, ni oler.

Se acercan a las cabecitas de las personas, y si estas les dan permiso se adentran en sus mentes.

En fin.

Me vino una idea, la examiné de arriba a abajo y dictaminé que era una idea un poco extravagante, pero podía funcionar.

Me puse manos a la obra.

Pêlé un ajo y me lo introduje en uno de los agujeros de la narizota.

Pelé otro ajo y me lo introduje en el el otro agujero de la narizota.

Abrí algo la boca… para poder respirar.

Recuerdo que tenía las manos sobre la encimera de la cocina, acababa de introducirme los ajos y empezaba a pensar que esto tal vez era una idea que no valía un pito, cuando de pronto me vino una serie de estornudos que me hicieron dar media vuelta.

Intenté sacarme los ajos, ¡pero no podía!, parecía que se habían quedado atascados o algo y entonces me vi atacado por otra ola de estornudos auténticamente infernales, que me hicieron dar otra media vuelta.

De nuevo mis manos tocaban la encimera de la cocina.

Volví a ser víctima de otra tanda de súper estornudos, hasta que por fin, tras una ardua batalla, fui capaz de sacar los ajos de mi narizota.

A pesar de ello, tuve otra ronda de mega estornudos, y por si esto no fuera suficiente, tuve que sonarme la narizota durante diez minutos, hasta que por fin pasó todo.

Eso sí, el problema de la narizota no me abandonó.

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Lo de la radio.

Esto también sucedió en mi cocina.

Estaba atareado preparando la comida, cuando en un momento dado, me doy la vuelta hacia el frigorífico para coger una cosa, y de repente me quedo helado.

¡Me parecía oír una voces en un tono muy, muy bajo!.

Me llevé un susto de cinco estrellas, la clase de susto relacionado con mi cuerpo, que me pueden hacer desmayar.

Yo para algunas cosas, como que me pinchen para sacarme sangre, (si es otra cosa, como ponerme una vacuna no pasa nada), o la simple creencia de que puedo tener una enfermedad muy grave, son el tipo de hechos que pueden hacer que me desmaye.

Es una tara genética, también puede darse en animales, básicamente se trata de que si algo te dá mucho miedo, en mi caso lo que más miedo me da son enfermedades y pinchazos para sacar sangre, entonces te desmayas.

Cuando me di cuenta de que estaba empezando a oir voces, me dije a mi mismo: ¡O Dios mío!, oigo voces, ho cielo santo, ¡tengo un problema mental!.

Me dio tan mal rollo que poco me falto para desmayarme.

Con los años he conseguido bloquear parcialmente y a veces totalmente los desmayos.

Me suelo llevar “sustos” una media de una vez cada tres años.

Intenté tranquilizarme, y me dije a mi mismo: primero termina de hacer la comida y después ya veremos.

Cogí una cosa del frigorífico, me giré y esas vocecitas en un tono tan bajo que no se entendía que decía, de pronto dejaron de oirse.

Me alivió bastante dejar de oirlas, tras unos minutos me vuelvo a girar, esta vez en dirección a la mesa de la cocina y de nuevo escucho las voces.

Primero el miedo, luego el miedo a desmayarme y a estar atento por si me tengo que tumbar en el suelo boca arriba para bloquearlo, después el intentar tranquilizarme a mi mismo, y a continuación, me doy cuenta de que algo no cuadraba.

Me doy la vuelta, me alejo de la mesa y del frigorífico, no oigo ninguna voz.

Me digo que tal vez los que empiezan a oir voces empiezan así, las voces van y vienen y empiezan en un tono tan bajo que no se entienden que dicen.

Me giró a propósito, me muevo unos metros y de nuevo las voces.

Esto no cuadra.

Intento escuchar que demonios dicen, al fin y al cabo si oigo voces, tengo curiosidad por saber que dicen.

Parecen varias voces distintas que discuten entre sí en un tono extremadamente bajo.

Esto me llama la atención, había leído en alguna parte que los que oyen voces, escuchan voces que les hablan a ellos mismos.

Estas voces hablaban entre ellas.

Me voy moviendo por toda la cocina hasta llegar a una esquina donde las voces se oyen un poco más alto.

Entonces oigo perfectamente, muy bajito eso sí, pero oigo perfectamente la sintonía de una cadena de radio.

De repente lo entendí todo, levante unos papeles que tenía allí, y debajo estaba una pequeña radio que yo tenía por aquel entonces.

Era una de esas que le dabas a una rosca hacia la derecha y así la encendías y subías el volumen.

Le dabas a la izquierda bajabas el volumen y si seguías dándole, hacía click y se apagaba.

Resulta que yo, aquel día, por la mañana había estado escuchando la radio, le había dado a la rosca hacia la izquierda pensando que la había apagado, pero resulta que se había quedado encendida.

Me reí un buen rato de mi mismo, también respiré aliviado, ¡que bien! ¡no oía voces ni nada!.

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