Algunas
cosas extrañas pueden dar algo de risa a toro pasado, pero en el
momento no dan ninguna risa.
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En
esta segunda parte contaré dos cosas: lo de los ajos y lo de las
voces.
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Lo
de los ajos
Hace
unos años, tenía un problema en la narizota que no se me iba de
ninguna manera.
Yo
soy una persona que tiene la costumbre de arreglárselas por su
cuenta, en todos los sentidos de la palabra, y además tengo cierto
miedo y desconfianza hacia los hospitales y todo lo que contienen,
por ese motivo probé varias cosas por mi cuenta, pero ninguna
funcionaba.
El
caso es que un buen día, me vino una idea a la cabeza.
Tengo
la teoría (Tal vez descabellada), de que todas las ideas que han
existido y que existirán están por ahí, flotando en el aire, no se
las puede ver, ni oler.
Se
acercan a las cabecitas de las personas, y si estas les dan permiso
se adentran en sus mentes.
En
fin.
Me
vino una idea, la examiné de arriba a abajo y dictaminé que era una
idea un poco extravagante, pero podía funcionar.
Me
puse manos a la obra.
Pêlé
un ajo y me lo introduje en uno de los agujeros de la narizota.
Pelé
otro ajo y me lo introduje en el el otro agujero de la narizota.
Abrí
algo la boca… para poder respirar.
Recuerdo
que tenía las manos sobre la encimera de la cocina, acababa de
introducirme los ajos y empezaba a pensar que esto tal vez era una
idea que no valía un pito, cuando de pronto me vino una serie de
estornudos que me hicieron dar media vuelta.
Intenté
sacarme los ajos, ¡pero no podía!, parecía que se habían quedado
atascados o algo y entonces me vi atacado por otra ola de estornudos
auténticamente infernales, que me hicieron dar otra media vuelta.
De
nuevo mis manos tocaban la encimera de la cocina.
Volví
a ser víctima de otra tanda de súper estornudos, hasta que por fin,
tras una ardua batalla, fui capaz de sacar los ajos de mi narizota.
A
pesar de ello, tuve otra ronda de mega estornudos, y por si esto no
fuera suficiente, tuve que sonarme la narizota durante diez minutos,
hasta que por fin pasó todo.
Eso
sí, el problema de la narizota no me abandonó.
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Lo
de la radio.
Esto
también sucedió en mi cocina.
Estaba
atareado preparando la comida, cuando en un momento dado, me doy la
vuelta hacia el frigorífico para coger una cosa, y de repente me
quedo helado.
¡Me
parecía oír una voces en un tono muy, muy bajo!.
Me
llevé un susto de cinco estrellas, la clase de susto relacionado con
mi cuerpo, que me pueden hacer desmayar.
Yo
para algunas cosas, como que me pinchen para sacarme sangre, (si es
otra cosa, como ponerme una vacuna no pasa nada), o la simple
creencia de que puedo tener una enfermedad muy grave, son el tipo de
hechos que pueden hacer que me desmaye.
Es
una tara genética, también puede darse en animales, básicamente se
trata de que si algo te dá mucho miedo, en mi caso lo que más miedo
me da son enfermedades y pinchazos para sacar sangre, entonces te
desmayas.
Cuando
me di cuenta de que estaba empezando a oir voces, me dije a mi
mismo: ¡O Dios mío!, oigo voces, ho cielo santo, ¡tengo un
problema mental!.
Me
dio tan mal rollo que poco me falto para desmayarme.
Con
los años he conseguido bloquear parcialmente y a veces totalmente
los desmayos.
Me
suelo llevar “sustos” una media de una vez cada tres años.
Intenté
tranquilizarme, y me dije a mi mismo: primero termina de hacer la
comida y después ya veremos.
Cogí
una cosa del frigorífico, me giré y esas vocecitas en un tono tan
bajo que no se entendía que decía, de pronto dejaron de oirse.
Me
alivió bastante dejar de oirlas, tras unos minutos me vuelvo a
girar, esta vez en dirección a la mesa de la cocina y de nuevo
escucho las voces.
Primero
el miedo, luego el miedo a desmayarme y a estar atento por si me
tengo que tumbar en el suelo boca arriba para bloquearlo, después el
intentar tranquilizarme a mi mismo, y a continuación, me doy cuenta
de que algo no cuadraba.
Me
doy la vuelta, me alejo de la mesa y del frigorífico, no oigo
ninguna voz.
Me
digo que tal vez los que empiezan a oir voces empiezan así, las
voces van y vienen y empiezan en un tono tan bajo que no se entienden
que dicen.
Me
giró a propósito, me muevo unos metros y de nuevo las voces.
Esto
no cuadra.
Intento
escuchar que demonios dicen, al fin y al cabo si oigo voces, tengo
curiosidad por saber que dicen.
Parecen
varias voces distintas que discuten entre sí en un tono
extremadamente bajo.
Esto
me llama la atención, había leído en alguna parte que los que oyen
voces, escuchan voces que les hablan a ellos mismos.
Estas
voces hablaban entre ellas.
Me
voy moviendo por toda la cocina hasta llegar a una esquina donde las
voces se oyen un poco más alto.
Entonces
oigo perfectamente, muy bajito eso sí, pero oigo perfectamente la
sintonía de una cadena de radio.
De
repente lo entendí todo, levante unos papeles que tenía allí, y
debajo estaba una pequeña radio que yo tenía por aquel entonces.
Era
una de esas que le dabas a una rosca hacia la derecha y así la
encendías y subías el volumen.
Le
dabas a la izquierda bajabas el volumen y si seguías dándole, hacía
click y se apagaba.
Resulta
que yo, aquel día, por la mañana había estado escuchando la radio,
le había dado a la rosca hacia la izquierda pensando que la había
apagado, pero resulta que se había quedado encendida.
Me
reí un buen rato de mi mismo, también respiré aliviado, ¡que
bien! ¡no oía voces ni nada!.