Cada vez se habla con más frecuencia sobre las consecuencias de todo orden que tendrá la robotización creciente. Una cierta angustia nos invade pensado en un mundo desconocido, que puede dejarnos inertes para el trabajo y la creatividad si resulta que las nuevas máquinas serán capaces de superarnos en todo. No sé cuánto falta para eso. Podemos inferir que algunas ventajas obtendremos, como la inevitable subida de la productividad que nos libere de los trabajos más pesados y tediosos. Pero, ¿a cambio de qué? ¿Vender nuestra alma al diablo?
En el mundo de la economía es difícil imaginar que un día seremos sometidos al dictamen de las máquinas, aunque en ciertas áreas como la contabilidad, las matemáticas - incluso las financieras - habrá una invasión creciente del automatismo sobre la creatividad humana. Pero ahí está el punto de inflexión: el paso de la mecanización al de la decisión entre dos o más alternativas de futuro que incorporan una información no plenamente disponible, como suele suceder en todos los ámbitos de la vida, pero especialmente en el mundo empresarial.
Este punto crucial de inflexión es el que Keynes llamó el punto de los Animal Spirits, el punto de la decisión irracional porque, simplemente, no hay información suficientemente precisa y segura sobre una serie de contingencias futuras. Un empresario que va a inmovilizar una gran cantidad de capital en un proyecto no puede pretender conocer de antemano cómo van a ser las circunstancias decisivas en un futuro de diez años.
El empresario se enfrenta a la decisión ineludible de optar entre comprar otra empresa que le hace la competencia, para lo que necesita endeudarse, o bien ampliar su capacidad emitiendo acciones para ampliar su capacidad adquiriendo bienes de equipo de un incierto tiempo de vida, o bien por el contrario adelgazar su empresa, despedir N trabajadores, para dar un gran salto adelante en otro país donde se le ofrecen ventajas fiscales tentadoras...
Si una máquina puede tomar esas decisiones sin equivocarse, realmente el mundo sería muy distinto. Pero no logro imaginar una máquina definiendo los contingentes con precisión, sin error, o menos error que el hombre o mujer que dirige la empresa. Todo lo más imagino las máquinas ayudando a agudizar el proceso de decisión, a eliminar consideraciones inútiles, pero no a decidir, elegir entre las estrategias planteadas. Pero resulta que lso contigentes son cambiantes, y el cambio de uno hace cambiar a los demás. Lo que antes parecía improbable se hace cierto, y eso a su vez cambia los para,estros que se habían tenido como los más probables. Es inútil pretender ser muy preciso en la predicción, porque entonces no se tomaría decisión alguna.
Porque la máquina tampoco sabrá con certeza si las desgravaciones fiscales a nivel conjetural se concretarán o no, si factores como el clima no van a influir en la inversión (imaginen una plataforma petrolífera), cual va a ser la evolución del tipo de interés de la deuda (las invenciones financieras de las últimas décadas dan una idea de la sed de certeza que hay en este campo, nunca satisfecha), ¿y cual será el precio del producto que saldrá dentro de 7 o 10 años, y su volatilidad? En suma, ¿como se puede esperar que la máquina elimine lo contingente? Necesitará una reducción de la ambigüedad, una eliminación de datos inciertos... como hasta ahora.
En suma, o la máquina sustituye al empresario experimentado con ventaja, o nunca llegará a dirigir la unidad económica, sea ésta familia o empresa.
Hasta ahora no hemos tenido en cuenta el factor emocional. La contingencia origina que las decisiones se tomen en base a los “Animal Spirits”, que es una expresión que comprende lo emocional, el mimetismo, el espíritu manada, etc. El mimetismo y el espíritu de manada son muy importantes, están muy arraigados en el corazón de hombre. Cuando un producto o un activo empieza a subir de precio, no pasa mucho tiempo sin que los que no han entrado en el mercado se angustien por “estar perdiendo la oportunidad de su vida”, y pierdan los nervios por mérese cuanto antes, adquirir lo que sea de ese trozo de pataleta que alguien sobrehumano ha puesto ahí para que todos lo que lo aprovechen se enriquezcan. De ahí nacen las burbujas, sobre todo si los costes de financiación - tipo de interés - están al alcance. Es una invitación a acortar el horizonte temporal de previsión y dejarse llevar por las seguras ganancias a corto plazo.
Téngase en cuenta que este factor mimético no es sólo de los palurdos analfabetos. En la crisis de 2008, la burbuja inmobiliaria se vio alentada por la necesidad de los bancos de meterese en ella si no querían correr el riesgo de ser derribados por la competencia. Es una típica situación de Animal Spirits, en la que el CEO ha de decidir entre la Prudencia y ser conservador, o ser más arriesgado ¡para no perder tamaño ante los demás!. Ambas decisiones comportan sus riesgos, unos más cercanos que otros, pero a los que no se puede dar la espalda.
Lo que sí es altamente probable es que el aumento de la Inteligencia Artificial traiga un aumento de la productividad, lo que vendrá muy bien ante la decadencia demográfica. Como dice Kenneth Rogoff, en Project Syndicate,
Si es así, tal vez deberíamos estar mucho más preocupados por las implicaciones éticas y sociales del crecimiento material que es más rápido de lo que los humanos pueden absorber espiritualmente. La angustia sobre la AI se centra principalmente en la desigualdad y el futuro del trabajo. Pero como los escritores de ciencia ficción nos advirtieron durante mucho tiempo, las amenazas potenciales que surgen del nacimiento de las formas de "vida" basadas en el silicio son realmente aterradoras.
Es difícil saber quién tiene razón: ni los economistas ni los científicos tienen una gran trayectoria en lo que respecta a hacer predicciones a largo plazo. Pero en este momento, y dejando de lado la posibilidad de una batalla existencial entre el hombre y la máquina, parece bastante plausible esperar un repunte significativo en el crecimiento de la productividad en los próximos cinco años.
Considérese que los principales componentes del crecimiento económico son el aumento de la fuerza de trabajo, el aumento de la inversión (tanto pública como privada) y la "productividad", es decir, el producto que puede producirse con una cantidad determinada de insumos, gracias a nuevas ideas. En los últimos 10-15 años, los tres han sido tristemente bajos en las economías avanzadas.
El crecimiento de la fuerza de trabajo se ha desacelerado bruscamente, debido al descenso de las tasas de natalidad, y la inmigración no ha compensado incluso antes de Trump America. La afluencia de mujeres a la fuerza de trabajo jugó un papel importante en el impulso del crecimiento en la última parte del siglo XX. Pero ahora eso se ha cumplido en gran parte, aunque los gobiernos podrían hacer más para apoyar la participación femenina en la fuerza de trabajo y pagar la equidad.
Del mismo modo, la inversión global se ha derrumbado desde la crisis financiera de 2008 (aunque no en China), lo que ha reducido el crecimiento potencial. Y el crecimiento de la productividad medido ha disminuido en todas partes, cayendo aproximadamente a la mitad en los Estados Unidos desde el boom tecnológico de mediados de la década de 1990. No es de extrañar que las tasas de interés reales mundiales sean tan bajas, con altos ahorros posteriores a la crisis que persiguen un suministro más pequeño de oportunidades de inversión.
Aún así, la mejor opción es que la IA y otras nuevas tecnologías eventualmente tendrán un impacto mucho mayor en el crecimiento de lo que lo han hecho hasta ahora. Es bien sabido que a las empresas les puede tomar mucho tiempo reimaginar los procesos productivos para explotar las nuevas tecnologías: los ferrocarriles y la electricidad son dos ejemplos destacados. Es probable que la recuperación del crecimiento mundial sea un catalizador del cambio, generando incentivos para que las empresas inviertan e introduzcan nuevas tecnologías, algunas de las cuales sustituirán a la mano de obra, lo que compensará la desaceleración en el crecimiento de la fuerza de trabajo.
Con las secuelas de la crisis financiera desapareciendo, y quizás la IA comience a ganar impulso, la tendencia del crecimiento de la producción estadounidense puede mantenerse fuerte durante los próximos años (aunque, por supuesto, también es posible una recesión). El probable aumento correspondiente en las tasas de interés globales reales será complicado para los banqueros centrales para navegar. En el mejor de los casos, podrán "montar la ola", como hizo famoso Alan Greenspan en la década de 1990, aunque es probable que esta vez haya más inflación.
La conclusión es que ni los responsables de las políticas ni los mercados deberían apostar por el lento crecimiento de la última década que lleva al próximo. Pero eso podría no ser del todo bienvenido. Si los científicos tienen razón, podemos lamentar el crecimiento que tenemos.
Uno de los factores de producción, aparte del trabajo y el capital, es el factor empresarial, el factor cuya renta depende no de la propiedad del capital, sino de la capacidad de la mejor decisión. Es difícil pensar que esa última ratio sea un día una máquina.