Y llegó el día. Con el comienzo de esta una nueva semana, llega el momento de la ansiada liberación del yugo opresor del Estado español por parte del sufrido pueblo catalán. Nadie se podía creer que llegaría este día, tan rápido y tan lento y sufrido por los miles de catalanes que ven como día tras día el régimen del 78 les roban la libertad al más puro estilo Kim Jong-Um (muestra de ello es Cao de Benós con su delegación comercial allí, en Cataluña).
Vemos como Sabadell, CaixaBank, Gas Natural o hasta Cola Cao (¡incluso ellos!) se van de Cataluña. Nada podría estar saliendo peor, o mejor, para ellos. La debacle económica se cierne sobre ellos, según la prensa española, o simplemente las empresas deciden moverse a lo largo de los Paises Catalanes, como dice su gran consejero de economía – que sin acabar la licenciatura en económicas ha llegado a ser el representante económico de la Generalitat. Que tierra de oportunidades es el nuevo estado catalán, sin duda.
Bajo esta situación se desarrolla una jornada que puede ser histórica – o no -, pero desde ambos bandos no saben muy bien qué va a pasar. Desde la Moncloa, Rajoy desde su butaca observa, como siempre, temiendo que le toque hacer algo de relevancia tras años de inacción. Desde Cataluña, el nuevo autoproclamado emperador Puigdemont va directo hacia no sabe dónde de la mano de los suicidas de la CUP.
Y llegamos al punto que me gustaría destacar, quiero hablar de La Candidatura de Unidad Popular en castellano, conocido como CUP por toda la sociedad española. Tengo la percepción de que son los que más cómodos se encuentran con esta situación y que están consiguiendo lo que ellos desean, es decir, proclamar un Estado al más puro estilo leninista. Se podría denominar como la República Popular de Cataluña o como el lector piense, pero en el fondo, se enmascara un halo totalitario que, aunque parece del Siglo XX, es más actual que nunca.
Observamos la huida de múltiples entidades financieras o empresariales, esto para ellos, no nos engañemos, es una bendición. Van a poder instaurar las instituciones que ellos anhelan, es decir, una banca pública, unas infraestructuras intervenidas estatalmente o la regulación de la actividad empresarial y social en su conjunto. En definitiva, un control pleno de la sociedad, de las relaciones económicas y, en último lugar, una generación de un estado clientelar donde la dependencia del estado será el elemento clave donde solo habrá una alternativa, estar con ellos o no.
En este escenario, no habría por qué preocuparse por la actividad económica o los mercados, no habría que preocuparse porque básicamente no existirá nada que huela a economía de mercado. Puede ser que estemos ante un nuevo proceso revolucionario que condicione y marque este siglo XXI con nefasto resultado para la sociedad, o puede que todo esto, y por suerte, se quede en un sueño más de los que habitualmente tienen.
En conclusión, lo que es realmente preocupante es ver cómo un partido minoritario se ha apoderado en la sombra de todo este paripé que buscaba un claro beneficio económico. La CUP no tiene miedo a pasar hambre, no tiene miedo a la miseria si es necesario este punto para llegar a su sueño más profundo, el de un estado leninista.
