Pensemos en la cuestión suscitada de si esto es un shock de oferta o demanda. La sociedad sufre un ataque a la salud de sus ciudadanos. El gobierno toma las medidas que considera más eficaces para atajar el contagio: confina a los ciudadanos en sus casas, y aumenta la oferta de salud pública como puede.
El confinamiento reduce brutalmente la demanda final de consumo y la oferta de trabajo. Pero también las empresas, ante la caída previsible de la demanda, buscan el modo de aligerar la carga de la nómina, y el gobierno le ayuda a esto.
Una caída del empleo, aunque sea transitoria hasta que esto acabe (¿?), añade aún más debilidad a la demanda, incluso a la demanda a proveedores de materias primas y de bienestar de inversión. Los planes de inversión se ven anulados o pospuestos, con la incertidumbre continua de que no sabemos bastante del virus para saber cuando terminará. La inversión bruta se reducirá a mínimos y la neta será fuertemente negativa.
De ello se deduce, si sumamos la gravedad de los efectos con la incertidumbre casi total, que la situación es muy grave y que habrá agentes productivos que no podrán aguantar hasta el final, por mucha ayuda que reciban.
Es necesario transmitir la confianza de que la autoridades monetarias y fiscales van a prolongar este apoyo diseñado por el BCE y el gobierno sin reticencias. Se trata de que el gobierno, como agente con más recursos financieros, asuma y socialice parte del riesgo que el sector privado no está en condiciones de asumir. Además, el gobierno, por necesidad, ha sido el primero en meter el palo en las ruedas de la economía.
Ahora bien, es exigible que todos los recursos extras que va a utilizar el gobierno no se despilfarren en decisiones corruptas ni haya desviaciones del objetivo, como es exigible que el BCE sea un garante ilimitado de la oferta al sector productivo.
Entre los riesgos que se presentan ante nosotros, es mucho más probable el riesgo de contracción y deflación severa, que un aumento de la inflación, que sólo se puede esperar cuando la brecha económica ineludible se cierre, lo que no será en breve. La inflación, ya de por sí más baja de lo deseado, tenderá a caer, más cuanto más dure la amenaza.
Y hoy no sabemos poner una fecha aproximada, por muchos ejercicios comparativos con la fiebre española del 1918 hagamos. El contexto social y económico, de relaciones internacionales y desplazamientos, ¡es tan distinto!
En EEUU, hay previsiones que cifran la caída del PIB en un 50%, con el paro llegando al 30%. Es como la Gran Depresión pero peor. Estas predicciones son de J. Bullard, el presidente de la FED de Saint Louis. Pregunta: si vamos a asistir a caídas de esta envergadura, ¿cuanto caerá España? Otra pregunta, ¿y las bolsas? De verdad hay quien prevé una recuperación en UVE... ¿pero cuándo? Para Bullard hay un mensaje optimista si se toman las radicales medidas que él propone, de no escatimar ayudas a los trabajadores y empresarios,
Para Bullard eso significa:
Igualar cualquier salario perdido.
Igualar cualquier negocio perdido.
Sin preguntas.
No hay argumentos sobre rescates o «riesgo moral» – el pegajoso tema de los rescates públicos de malos actores.
Yo creo que no va a ser tan fácil. Después de una década de vino y rosas para las bolsas, toca la década de las vacas flacas. Creo.