Reflexiones sobre un país en crisis: Gastos, austeridad e impuestos

Ayer, reflexionando seriamente sobre la comparecencia de la Comisión Europea que analizaba los presupuestos presentados por los diferentes países europeos comencé a pensar en la situación actual de nuestro país. Sinceramente, creo que los políticos siguen sin ser conscientes del daño que siguen haciendo a esta sociedad contribuyendo a la destrucción del tejido empresarial mediante políticas de embargo de la inversión privada materializadas a través de impuestos absurdos que sólo sirven para fomentar el despilfarro. Es una pena que pudiendo ser la solución continúen siendo el principal obstáculo para salir de la crisis en que estamos inmersos. No me cansaré de repetir que los impuestos tal y como se están concibiendo actualmente sólo sirven para desincentivar la inversión y eso no es bueno para nadie. Aún así, soy consciente del problema que supone el elevado déficit público. No obstante, también soy plenamente consciente de que los políticos siguen usando los fondos públicos para el despilfarro hipotecando con una deuda cada vez mayor nuestro futuro ya que, queramos o no, deberemos pagarla tarde o temprano. Seguimos en crisis, sí, pero no parece tal a tenor de los dispendios de nuestros hábiles políticos que siguen como si nada. Y, por supuesto, no voy a hablar de cómo pagamos las deudas de comunidades autónomas que no cumplen con el dinero que no tenemos.

Por otro lado, la Comisión Europea en su cruzada contra el gasto sigue imponiendo la doctrina de la austeridad a ultranza, salvo quizás para el caso particular de Alemania con críticas que comienzan a escucharse a un ahorro excesivo que no ayuda al resto de economías. En mi opinión, la austeridad en lo público no es negativa ya que la asocio a eficiencia pero la austeridad si resta inversión, que no gasto, es perjudicial. Además, la receta de todos los países europeos para superar la crisis parece ser la misma, aumento de impuestos y, por ende, reducción de la inversión privada debido a la reducción del dinero en manos privadas. Ya dije en otro artículo que a menos dinero menos gasto y el IPC comienza a reflejar un peligro de deflación que podría conducirnos a un fenómeno de japonización, tan peligroso como temido. Por otro lado, el estrangulamiento progresivo de las fuentes de financiación privadas provocado por mayores presiones fiscales podría convertirse en un hecho y ni todas las políticas de bajada de tipos, por cierto ya probadas en Japón al llevar a tipos negativos, podrían ser suficientes para revertir este proceso. Espero y deseo que comience a haber cierta cordura en las clases dirigentes porque en caso contrario los peligros a los que nos están exponiendo innecesariamente podrían ser fatales. No voy a extenderme tampoco en el absurdo de la obsesión para que los bancos tengan mucho dinero guardado debajo del colchón sin producir simplemente para que tengan una excesiva capitalización y pasen unos tests que finalmente se han demostrado ser poco útiles para prevenir la caída de la banca. Necesitamos inversión, necesitamos rentabilidad de las entidades bancarias y, por supuesto, necesitamos que todo ello tenga en cuenta el control de riesgos para evitar la quiebra del sector bancario. Pero lo que no necesitamos es una obsesión malsana por tener mucho capital sin uso para cumplir con pruebas de stress que, a la postre, no garantizarán la continuidad ni solidez de los resultados que siempre se han medido por "rentabilidad-riesgo" y no por "no rentabilidad-no riesgo". Lo siento pero los bancos no deben estar concebidos para convertirse en fuentes de financiación de la deuda pública como lo han sido durante estos años ya que ello no resultan recursos útiles para el crecimiento de un país puesto que la deuda pública es utilizado por los Estados para financiar normalmente gastos y no inversión.

Con un poco de suerte o mucha suerte saldremos de esta pero no será gracias a estas maravillosas cabezas pensantes que nos gobiernan sino a pesar de ellas, al menos así opino yo. Suerte a todos.