Hay una literatura reiterativa en los medios: lo mal que lo va a pasar la economía española en esta recesión mundial que se avecina. Sin embargo, los peores pronósticos son que el PIB crecerá un 2,5% y un 2% en los dos próximos años, 2020 y 2021.Es decir, pasarlo mal es crecer menos, pero crecer. A mí me parecería dramático que se contrajera el PIB en esos años, pero no es ese el pronóstico. Sería una tragedia que el PIB se contrajera.
Lo que pasa es que es un drama que en España una desaceleración del 3% al 2% sea un drama. Y es que detrás de todo esto lo que hay es una economía prendida con alfileres, sin medios - mercados profundos - de reacción ante una simple desaceleración. Sobre todo en lo que respecta a los mercados de factores, que cada vez soportan más trabas para ajustarse, moverse o hacerse líquidos.
La tasa de paro subirá porque el mercado de trabajo no se ha reparado del todo. La inversión privada se desinflará.
El déficit público, aparte de la política expansiva del gasto que se espera del gobierno, aumentará porque los ingresos fiscales caerán. Esto, en principio, tiene un efecto suavizador pues es lo que se llama un “estabilizador automático”, mediante el cual el gobierno asume parte del gasto que dejan de hacer familias y empresas. Eso sí, hace aumentar la deuda pública, aunque la política monetaria anunciada por el BCE evitaría en principio subidas desmedidas del coste de interés.
Pero eso es una función imprescindible de la política fiscal: suavizar el ciclo bajista (y alcista, aunque no se suele cumplir).
Habrá que ver cómo se toma “la calle” la caída del empleo, el aumento del paro, y la posible bajada de salarios, por mucho que el gobierno quiera elevar el SMI en el peor momento, cuando el salario de mercado podría caer por debajo y aumentar aún más el paro.
Pero ya quisieran muchos países tener esos pronósticos para los dos años venideros.