Un artículo sugerente de Gillian Tett, más allá de la anécdota de Trump. Trump es el presidente de EEUU, y a mí no me tranquiliza nada. No sé exactamente por qué, no me he parado a teorizar en ello, y además, a veces, me encuentro con defensores suyos que me quieren desmentir.
Leyendo a Gillian Tett entiendo mejor mi desconfianza.
EEUU es un país gobernado usualmente por un sentido de la Ley, de la burocracia que la defiende (Washington), al revés que los paises como el nuestro, de la Cuenca de Mediterráneo, que, como establecieron unos antropólogos hace décadas, pesa mucho más el sentido del honor y la vergüenza individuales. La familia es la unidad básica sobra la que se erige lo bueno o malo que se haga, grande o pequeño. Como España es un país que no ha erigido su raquítico capitalismo sobre estos valores (ni otros que se sepa), mejor pensemos en Italia y la "Famiglia" sobrevla que sí se ha edificado en EEUU, por ejemplo, grandes emporios, buenos o malos, pero basados en el honor individual y la vergüenza (Honour & Shame).
Bien, pues como explica Gillian, Trump devela en sus manifestaciones, sobre todo twitteras, que tiene un alto concepto de "su" honor y "su" vergüenza cuando alguien no le sigue o no le hace caso:
Think about it. In recent decades, the ideal of government expressed in Washington DC has been one based on law, institutional hierarchies and bureaucratic process. That, after all, is the normal 20th-century Anglo-Saxon ideal that the White House aspires to — if not always meets.
But Trump has never run his real-estate ventures under these principles. And he shows scant respect for these ideals now. Instead, he places great trust in family ties, insists on high levels of loyalty from subordinates and takes public revenge if this is breached (as James Comey, the former FBI director, knows only too well). He issues orders through personal channels, not bureaucracies. He makes displays of bravado against self-styled enemies, usually via Twitter, and hates being slighted (or “dishonoured”, as an anthropologist might say). Indeed, he tends to view foreign policy through a similar lens: just look at all those tweets complaining that perceived rivals are “laughing at us”.
Trump nunca admitiría esto, sencillamente porque es un grave defecto para el hombre más poderoso del mundo... y un grave riesgo para los que más o menos dependemos de su protección (nadie, ningún país, es independiente de uno más poderoso que él. Hay potencias de primera y de segunda, pero nadie es independiente).
Así que ahora sé porque no me fío de este tipo peliteñido y con cara de color zanahoria.