En cuanto llegó la democracia a España, el PCE se hundió. Curioso hundimiento en las elecciones, cuando sus incondicionales esperaban un 20% de votos, apoyados por una miríada de intelectuales y artistas que hicieron campaña a su favor. Gran decepción que empezó a minar la “brillante” carrera De Santiago Carrillo, su jefe indiscutible como secretario general bajo el amparo y sostén de la Pasionaria, Dolores Ibárruri desde los años finales de la Guerra Civil.
Es decir, el PCE, y muchos de sus homólogos en otros países europeos, también empezaban a perder esa hegemonía de que disfrutaron desde el fin de la II Guerra Mundial.esa hegemonía fue una de las máximas preocupaciones de EEUU y sus aliados, que crearon la NATO (OTAN) para hacer frente al empuje irradiado desde Moscú.
La guerra fría fue el enfrentamiento a cara de perro entre la URSS y Occidente, y todos los PC del mundo acudieron como la fiel infantería a ponerse bajas la protección de la gallina madre, la gran madre rusa, inspiración de todos ellos.
Esa inspiración no fue inteligente. Los PC del Muño, especialmente el PCE, adoptaron como férreo método de análisis el marxismo leninismo-Stalinismo, convirtiendo a Stalin en el padrecito infalible al que no se discute ni una coma de sus decisiones. Los PCs del mundo eran las stalinistas que el propio Stalin-Dios. Mala directriz, como demostró el PCE durante toda la dictadura de Franco.
Esto es lo que enseña con todo Lobo de detalles y pruebas documentales el libro De Gregorio Morán,
Un documento imprescindible para comprender un trozo de nuestra historia y la razón del fracaso del PCE, que fue el combatiente más constante contra Franco, ante la desaparición o melifluidad de otras oposiciones al régimen.
El fracaso se debió, cómo documenta Morán, al erróneo instrumento de análisis de la realidad española, le dialéctica marxista, que desde el fin de la Guerra Civil hizo pensar a sus mandos - del que destaca por su permanecían y tenacidad Carrillo -, que el régimen de Franco era en esencia débil y que “las masas”, ineluctablemente a favor del comunismo que la guerra les había robado, se levantarían inminentemente en cuanto el PCE actuara como instigador del levantamiento. En los primeros años de post guerra se intentó el levantamiento militar, los famosos maquis que “invadieron” España desde El Valle de Arán y otros puntos, que sólo sirvió Lara que las fuerzas franquistas hicieran una escabechina, pies, para sorpresa de los comunistas, los contactos con los españoles eran reacios a meterse en ese fregado, negando incluso cualquier tipo de ayuda a los infiltrados.
Reiteradamente, con el paso de los años, Carrillo se empeñó en defender ante sus disciplinados órganos del partido que Franco estaba debilísimo y a punto de caer, y que el PCE debía estar preparado para tomar el poder inmediatamente, pese a la información transmitida por los miembros del PCE un situ, que se jugaban la vida de verdad, de que en España el régimen estaba cada vez más solido, especialmente cuando comenzó el despegue económico.
Esto no era un dato válido para Carrillo, pues no le entraba en la cabeza que “las masas” renunciaran sin más al paraíso comunista. Mientras, la URSS y otros países del Telón de Acero establecían relaciones diplomáticas con Franco, algo que a Carrillo le desalentaba pero no podía frenar pese a sus peticiones en contra.
Poco a poco, en especial tras la invasión de Checoslovaquia por la URSS para sofocar el movimiento por un comunismo de rostro humano - éste sí, apoyado por el pueblo entero -, Carrillo fue separándose de la ortodoxia soviética, y fue propugnado la unión del PCE con otros partidos opositores a Franco. Incluso admitió la democracia de la Transición y la monarquía como un paso necesario.
Y ahí vino su mayor contribución a la Transición y democratización de España, renunciando la la República y estabilizar la nueva Constitución en años tan difíciles, la apertura de España al mundo Occidental, que había sido su principal enemigo tantos años.
Pero eso no se lo pagarán los españoles con votos, y el PSOE, que había brillado por su ausencia en los años de hierro del franquismo, se hizo con el trono de la izquierda y, poco después, del gobierno. Una nueva señal de lo desencaminado que andaba su análisis.
El libro es un compendio, con citas documentales valiosísimas, de esa carrera de error en error, que sí de algo le sirvieron fue para mantenerse como jefe absoluto del partido, siempre bajo el manto protector de la santona, la Pasionaria.
Ahora los PCs han fenecido por el flanco izquierdo del populismo, algo impensable en sus años de la Guerra Fría. La última deblaque de Podemos ha dejado un vacío, pero no me imagino al PCE emergiendo de sus propias cenizas. Los tiempos cambian para todos.
Una lección que emerge de esta historia es la esterilidad del trabajo intelectual orgánico, bajo la férula de un centralismo autoritario, frente a la lección de Fructificación patente en las universidades anglosajonas. Cualquier producto duradero de éstas se ha realizado bajo el individualismo más estricto, nunca sofocado, sino todo lo contrario, reforzado y protegido por las autoridades académicas. No es osado afirmar que ha sido así a lo largo de la historia, en la que la fecundidad se ha logrado siempre por los ingenios valientes que se han enfrentado a la represión de, por ejemplo, la Iglesia, siempre tan propicia a defender la ortodoxia sin contemplación. Por ejemplo, Galileo. Por ejemplo, Giordano Bruno.
Esto me lleva a una reflexión: ¿no es el PCE una expresión de la peor característica de España, la inquisitorial? Es más, ¿no hay un paralelismo entre la Iglesia y sus métodos inquisitoriales con los del PCE? Santiago Carrillo al fin y al cabo era español, y estaba acostumbrado a eliminar obstáculos que se le presentaran (véase Paracuellos) incluso físicamente. Carrillo cesaba y sustituía a miembros del PCE sin contemplaciones, según eran sus designios tácticos del momento. Pues él era un enamorado de la táctica, del “mañana más que del pasado mañana”, que ya “se vería cuando llegara”.
Desdeñó la libertad interna y externa, y sus apelaciones a la democracia y a asociarse con otras fuertes, aunque fueran liberales, eran puramente tácticas en su avance hacia hacerse con el poder en España. Desde este foco hay que ver su aceptación de la Transición y de la monarquía. Un mandato nacional por un sujeto así hubiera sofocado cualquier brote de creatividad individual que se opusiera a sus designios. Éste es un problema de cualquier partido, sobre todo comunista. Esa es la ventaja de la democracia, pero hay que señalar que Franco no sofocó la creatividad científica, porque sabía lo que le convenía.