Esta vez no me refiero a España, que con su crecimiento del 3% anual (¿?)(ver post anterior) está considerado uno de los países "robustos" de Europa. Me refiero a Europa misma y a dos países fundadores que están realmente enfermos: Francia e Italia. Ambos amenazan con poner patas arriba al gigante con pies de barro que es la Unión Europea, cuando todavía no sabe cómo asimilar el Brexit ni hacer frente a las incógnitas que guarda Trump en "su" nuevo orden mundial.
En Francia el riesgo se llama Marine Le Pen; en Italia, el populismo de Pepe Grillo, ambos feroces enemigos del euro y la UE. Detrás, el mismo o muy parecido malestar que ha llevado a Trump a la presidencia de EEUU y en RU ha dado la victoria al Brexit.
Los gobernantes se han manifestado incapaces de afrontar los verdaderos problemas, nacionales o de la UE, mientras que la población manifiesta su desencanto jugando peligrosamente a la ruleta rusa con su voto. Según Wolfgang Münchau, Financial Times , estamos en el mismo momento decadente de las élites que cuando María Antonieta dijo de la plebe: "si no tienen pan, que coman pasteles". Es decir, estamos gobernados por auténticos borbones del siglo XVIII, que "eran incapaces de aprender nada ni olvidar nada".
¿Pero no hay una parte de responsabilidad en el votante que elige las propuestas más siniestras?
En Italia, este domingo se celebra un referéndum para reformar la constitución, de modo que el Senado tenga menos poderes de boicot de la legislación de la cámara baja. En realidad, es una maniobra se Renzi, actual primer ministro para reforzar el PSOE de los dos partidos "serios": el auto y el de Berlusconi. Pero hay un riesgo: ha amenazado con dimitir si no lo gana, y entregar el país al populismo anti europeo de Pepe Grillo, y los electores están levantiscos y con ganas de decirle "váyase a su casa señor Renzi". Lo que sería la apertura de un nuevo frente de inestabilidad política europea, justo cuando Italia está económicamente muy debilitada y necesitada de ayuda.
Como nos explica Roger Bootle, The Telegraph, la banca italiana tiene un 20% de activos no rentables, es decir, que los deudores no pagan los intereses devengados. Italia lo llama, en vez de "non performing loans", "le sofference", que queda más literario. Pero es lo que es: 360 mm de euros de dudoso retorno. Encima, tenemos la ambigüedad de cómo se va a afrontar el problema, si con ayudas públicas, como desea el gobieeno, o con las reglas del "bail in", con el riesgo de un corrimiento sistémico hacia el resto del continente.
Quizás por esta razón Italia no ha conseguido todavía recuperar el nivel de PIB de antes de 2008 (recuérdese que no sufrió una burbuja como la española), del que está tan lejos como un 8%. Y por ello la deuda italiana sigue sin bajar del 130% del PIB, pese a que Renzi ha logrado un superávit primario del 1,4%. Pero es que los pagos de intereses suponen un 4% del PIB. Regla de oro de la deuda pública: para reducir su tasa sobre PIB, éste tiene que crecer más que los intereses...
¿Tendrá algo que ver el euro? Desde que la majestuosa moneda nació en 1999, Italia ha crecido un 6%, es decir, un estancamiento de 17 años. Compárese con el 25% de Alemania o Francia, o mejor, con el 40% de Reino Unido. Italia está hundida, y en deflación además, que añade más cadenas al volumen de deuda.
Pero supongamos que Matteo Renzi gana el referéndum... vayamos a Francia. En Francia a surgido un nuevo líder e la derecha, Fillon, un liberal partidario del mercado. El liberalismo siempre ha fracaso en Francia, si no en las urnas, después, en el ejercicio del poder. Así que es difícil imaginar a todo un liberal ganando las elecciones, y, si gana, es fácil imaginarlo perdiendo sus enfrentamientos recurrentes con los sindicatos. Es lo que ha pasado siempre. Recuérdese las sucesivas dimisiones de primeros ministros, como Juppé, cuando han querido flexibilizar el mercado de trabajo. Así que va a ser un duelo interesante entre Le Pen, de la cuerda de Trump, populista y deseosa de cargarse la UE y la globalización, y un liberal francés. Francia es un país profundamente colbertiano, de Colbert, al que no hace falta conjurar para que todos a una le sientan íntimamente francés.
Y las intenciones - o sueños - de François Fillon no son medicina dulce: recorte del gasto público en 100 mm, 500 mil funcionarios menos, acabar con la jornada de 35 horas del funcionariado, amemtar la edad de jubilación gradualmente a los 65 años... indigerible para los sindicatos, los más fuertes de Europa.
Sin embargo, hay que reconocer que Francia necesita urgentemente reformas de sesgo liberal. Tiene la presión fiscal del 56% más alta de la UE.
Difícilmente va a sostener el paso económico de Alemania, su parterner en el liderazgo de Europa, con una diferencia de 13 puntos porcentuales del gasto público sobre el PIB.
Desde el lanzamiento del euro el peso de las instituciones en Europa ha cambiado significativamente. La Comisión ya no es más que un "recadero" de los paises fuertes, que en realidad solo es uno: Alemania. Las decisiones son negociaciones entre naciones en las Cumbres europeas, con la única resctriccion de que Alemania y Francia tienen un acuerdo no explícito en que, en temas fundamentales, votan unidas.
Todo esto no sería relevante y preocupante si hubiera un proyecto convincente de vida en común y solucionar los problemas poniendo todo el peso de cada uno en la convicción de que el camino elegido es el correcto. Pero el capital político se ha despilfarrado en parches, en seguir dando patadas a la lata por el camino, y mientras han ido creciendo los verdaderos enemigos del pueblo en cada país, con vestimentas muy distintas, pero con efectos potencialmente devastadores.