Primero lo financiero, luego lo real

27 de mayo, 2018 0
Treinta años Economista Titulado del Banco de España. Economía internacional. Autor del blog "Decadencia de Occidente", blog sobre los estragos... [+ info]
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1º en inB
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En este blog - Inbestia - se suele dar por hecho que sólo las recesiones son peligrosas para la estabilidad financiera, de forma tal que si no hay riesgo de recesión, la tendencia bursátil es alcista. Nada más lejos de la verdad. Como es lógico, son las vicisitudes de los mercados financieros las que arrastran las fluctuaciones de los mercados de bienes, y las hacen más intensas de lo que serían. Y es lógico porque los mercados financieros son necesarios, pero tienen una particularidad: su volatilidad es mucho mayor que la de los mercados reales, cuyos precios no toman la velocidad vertiginosa que adquieren en los mercados de instrumentos financieros. 

Tenemos el ejemplo ya clásico de 1929, fecha mítica en la historia de las crisis. Fue la caída de La Bolsa y la incertidumbre creciente, fomentada tanto por las autoridades como los “Animal Spirits”, la que provocó una caída del PIB de más de 30% y un nivel similar de paro... los precios a la baja de los activos provocaron la deflación de bienes y servicios también de similar magnitud. 

Un ejemplo más próximo lo tenemos en los primeros sustos que nos está dando los mercado de bonos español e italiano, mientras el euro sufre por las incertidumbres políticas que surgen en estos países, cuando no nos cansamos de oír que España va bien, creciendo a un ritmo casi insultante. Veremos si no se ve recortado o incluso por debajo de cero si siguen los problemas políticos. 

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Los que estuvieran posicionados en dichos activos habrán sufrido cuantiosas pérdidas antes de que la recesión asome la cabeza. Esas pérdidas suelen absorberse sin más problemas que los particulares, si no son acumulativas y no se conviertan en un riesgo sistémico. 

Otro ejemplo es el de la segunda crisis más grande de la historia después de la de 1929, la mal llamada Gran Recesión de 2008, que debería llamarse la Larga Depresión. Primero fueron los síntomas financieros los que aparecieron, como que en 2007 Paribas anunciara que suspendía los pagos de unos fondos de alto riesgo porque no sabían valorar los productos financieros innovadores hipotecarios de EEUU que contenían. No tardaron mucho tiempo en empezar a tambalearse los bancos de todo el mundo, especialmente americanos, cuyos balances estaban repletos de ese tipo de productos que nadie sabía exactamente qué contenían, salvo una especie de lonchas de hipotecas de diferente riesgo, pero todas valoradas al valor de la que por encima parecía como la mejor. Las carreras para vender esos productos se precipitaron. Pero claro, cuando las cosas se ponen mal y todo el mundo está apalancado, hay mucha más gente que intenta vender sus activos, para hacer frente a sus deudas. Por eso el mercado inmobiliario se hundió, los bancos quedaron repletos de casas que valían una mínima parte de su valor, que había caído como un 40%, como La Bolsa, que en principio no tenía nada que ver. 

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No hay ley más segura que dice que cuanto más hayan subido los mercados y las deudas, más intensas serán las caídas, que tarden o temprano llegan porque la deuda es insostenible. 

No es, por tanto, un constipado del PIB lo que hace caer los mercados, todo lo contrario. Son éstos los que hacen caer el PIB y con más intensidad. Los bancos centrales no han aprendido la lección, pues siguen con el latiguillo que su único objetivo debe ser la estabilidad de precios. Ya les avisó Benanke que era más importante, mucho más, la estabilidad financiera. 

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