Seguimos en la UE alarmados ante el estado de la economía. Varios países ya apuestan por alejarnos de la política económica de los ajustes presupuestarios y la austeridad como forma de emprender un camino de crecimiento económico como el vivido en los años 1997 a 2007, sin comprender la nueva realidad.
Tal como comenté en “¿la inflación genera crecimiento económico?”, Mario Draghi pregona a los cuatro vientos que no le temblará el pulso para firmar propuestas de política económica “no convencionales”, refiriéndose a un QE a la europea, sin comprender que nuestra economía es muy distinta a la norteamericana, tal como nos explica estupendamente nuestro colega Daniel Lacalle. Ni un QE europeo necesariamente generará inflación, ni por supuesto esta supuesta inflación inducida va a generar crecimiento económico y descenso de desempleo.
Los temores hacia el peligro de una espiral deflacionista viene desde los mismos de siempre: los agentes extremadamente endeudados. Lo mejor que le puede pasar a un gobierno hiperendeudado (y tener una deuda del 100% del PIB lo es), es que su valor se reduzca por el arte de la inflación. No hay que pensar ni en los pensionistas, ni en los que por un motivo u otro no tienen la potestad de variar sus ingresos en la misma medida. Por supuesto, es un desprecio total a la inteligencia del contribuyente.
Hemos pasado de una crisis financiera que comenzó en 2007 a una segunda en 2010, a pensar alrededor de 2012 que ya estábamos saliendo de lo peor de la crisis, excepto en algunos países del sur, como España, donde padecimos la desconfianza de los inversores hacia nuestra economía, en forma de incrementos de la prima de riesgo de nuestra creciente deuda pública. En la actualidad, el gobierno, por arte de magia, indica que vamos a tener un crecimiento económico superior a los de los países del norte, sin fijarse si ese crecimiento es sano a largo plazo o no. Lo que importa son los resultados de las múltiples elecciones que se avecinan. Supongo que verán también los peligros y no es por casualidad que algunas voces pidan un QE a la europea, incorporar ridículos impuestos a los movimientos financieros, que lo único que hace es beneficiar a la City londinense (por eso se frotan las manos), reducir aún más los tipos del BCE o directamente una devaluación del euro. Nada de flexibilizar los mercados, eliminar trabas a la libre competencia o políticas parecidas que ayuden a generar nueva inversión y crecimiento.
El problema es básicamente de incapacidad de nuestros responsables políticos en cuestiones económicas. Sistemas diferentes a los méritos, hacen de nuestra economía un campo abonado para la mediocridad o directamente el desastre.
Y si hablamos de pérdidas económicas en lo que llevamos de crisis, algunos economistas lo han cuantificado, como por ejemplo J. Bradford DeLong, profesor en Berkeley y ex-asesor del presidente Clinton. Tal como indica, si se estima un regreso a sendas de crecimiento económico en términos reales (descontada la inflación) hacia 2017, las economías norteamericanas y europeas habrán perdido alrededor del 80% de su PIB, unos 13 billones de dólares. Si la recuperación empezara este año (lo que sería tremendamente optimista), las pérdidas totales serían de unos 10 billones, pero si durante los próximos cinco años las economías siguen una senda similar a los dos últimos años, lo que se considera muy probable, las pérdidas habría que llevarlas a los 35 billones de dólares.
Atendiendo a los últimos datos de la economía europea, especialmente en lo que se refiere a los grandes países como Alemania, Francia e Italia, parece que la economía de la zona puede entrar en otra probable recesión, haciendo un total de tres. Por ahora. Lo que se experimentó en las economías norteamericana y europea de rebote durante las crisis de los años 70 y 80, en esta ocasión no está ocurriendo. Tendríamos que ver qué mecanismos hacen que las economías crezcan, qué elementos hacen que los inversores prefieran otras oportunidades, qué motiva que los emprendedores lo sean, etc., etc.
Expresiones para atemorizar a los ciudadanos como “japonización de la economía europea”, no dejan de ser un chiste. Ya quisiéramos nosotros mantener nuestro crecimiento al 0% con tasas de desempleo del 4% o menos. Ni en nuestros mejores sueños.
Tal como indica Delong, mientras todo esto ocurre, seguimos en denominar la situación como de “recesión”, en lugar de llamarla por su propio nombre.