Por qué no actuamos como racionalistas puros

7 de noviembre, 2017 0
Treinta años Economista Titulado del Banco de España. Economía internacional. Autor del blog "Decadencia de Occidente", blog sobre los estragos... [+ info]
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¿Por qué votan las personas si hacerlo es costoso y es poco probable que afecte el resultado? ¿Por qué la gente va más allá del deber en sus trabajos?

No somos perfectamente modelizables porque nuestro comportamiento no es simplemente egoísta. Los axiomas que sostienen la Economía más en boga son falsos. Ricardo Hausmann nos lo explica en este texto.

Durante mucho tiempo, la teoría económica aspiró a la elegancia de la geometría euclidiana, donde todas las afirmaciones verdaderas pueden derivarse de cinco axiomas aparentemente incontrovertibles, como la noción de que solo hay una línea que conecta dos puntos en el espacio. En el siglo XIX, los matemáticos exploraron las consecuencias de relajar uno de esos axiomas y descubrieron las geometrías de los espacios curvos, donde un número infinito de líneas longitudinales pueden pasar a través de los polos de una esfera. Los axiomas que sustentan la economía tradicional incorporan una visión del comportamiento humano conocido como homo economicus: elegimos entre las opciones disponibles aquello que queremos o preferimos más.
Pero, ¿qué nos hace querer o preferir algo? La economía ha asumido desde hace tiempo que lo que informa nuestras preferencias es exógena al problema en cuestión: de gustibus non est disputandum, como argumentaron George Stigler y Gary Becker. Pero con algunas suposiciones razonables, como la idea de que más es mejor que menos, puede hacer muchas predicciones sobre cómo se comportará la gente.
La revolución de la "economía del comportamiento" cuestionó la idea de que somos buenos para hacer estos juicios. En el proceso, sometieron las suposiciones subyacentes al homo economicus a pruebas experimentales y las encontraron deficientes. Pero esto condujo a lo sumo a la idea de empujar a las personas hacia mejores decisiones, como forzarlas a optar a no decidir en lugar de tomar mejores decisiones. La nueva revolución puede haber sido desencadenada por un hallazgo incómodo del antiguo modelo. Considere el llamado juego del ultimátum, en el cual a un jugador se le da una suma de dinero, por ejemplo, $ 100. Debe ofrecer una parte de ese dinero a un segundo jugador. Si este último acepta la oferta, ambos se quedan con el dinero. Si no, ambos no obtienen nada. Homo economicus le daría $ 1 al segundo jugador, quien debería aceptar la oferta, porque $ 1 es mejor que cero dólares. Pero las personas de todo el mundo tienden a rechazar ofertas por debajo de $ 30.
¿Por qué? La nueva revolución asume que cuando tomamos decisiones, no solo consideramos cuál de las opciones disponibles nos gusta más. También nos preguntamos qué debemos hacer. De hecho, de acuerdo con la psicología moral, nuestros sentimientos morales, sobre los cuales Adam Smith escribió su otro famoso libro, evolucionaron para regular el comportamiento. Somos la especie más cooperativa en la tierra porque nuestros sentimientos evolucionaron para mantener la cooperación, para poner a "nosotros" ante "mí". Estos sentimientos incluyen culpa, vergüenza, indignación, empatía, simpatía, temor, disgusto y un cóctel completo de otros sentimientos. Rechazamos ofertas en el juego del ultimátum porque creemos que son injustas.

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