El pasado Jueves 10 de Marzo Mario Draghi anunció una bajada de los tipos de interés al 0% para estimular la economía europea e incentivar la concesión de créditos por parte de la banca. Gracias a ello, las principales bolsas europeas subieron de manera casi instantánea (un 2,8% el DAX alemán, un 3,5% el CAC francés y un 0,07% el IBEX 35).
El objetivo está claro, si el BCE baja los tipos de interés sobre las reservas obligatorias de la banca privada (al 0% como es el caso), y además a esto se le suma un aumento de la penalización por aquellos excesos de reservas mediante un tipo negativo (de forma que los bancos tengan que pagar al BCE en función del exceso del que dispongan), los bancos se verán obligados a aumentar los préstamos para obtener beneficios y fomentar así la difusión de nuevos créditos, puesto que ya no les es atractivo mantener reservas excedentarias (como pudiesen tener antes para cubrir las obligatorias en caso de emergencia). No obstante, teniendo en cuenta que la banca privada no tiene permitido prestar a las familias o a las empresas los depósitos del BCE ya que éstos sólo pueden ser propiedad de los bancos y de los Estados (el profesor Juan Ramón Rallo lo explica muy bien en su artículo de este Lunes), caemos en la conclusión de que esta bajada de los tipos no sólo no ayudará a mejorar la economía, sino que por contra prolongará el estancamiento del crecimiento europeo. Y a las pruebas nos remitimos, no hace falta más que ver cómo le ha ido a Japón en los últimos 20 años.
Si los bancos no quieren perder dinero se verán abocados a reducir sus reservas excedentarias hasta el mínimo posible y, a su vez, deberá aumentar su actividad tradicional (como elevar el número de préstamos concedidos) para intentar aumentar sus beneficios y cubrir de esta manera el margen por las pérdidas que los tipos de interés negativos les generarán. Lo cual conlleva un aumento desmesurado de los créditos, reduciendo de así los requisitos exigidos para garantizar la solvencia del prestatario y aumentando los riesgos de impagos.
De esta forma se llega a pensar, erróneamente, que un aumento de los créditos en la economía dará como resultado el aumento de la inversión nacional y del consumo privado. Sin embargo la realidad es que las familias y las empresas no están dispuestas, no al menos tanto como antes, a solicitar créditos, y esto es debido a que actualmente tienen que hacer frente a deudas muy elevadas que han ido agregando en los años previos a la crisis económica y que les hace ser más reticentes a la hora de adquirir nuevas deudas. De hecho, en la gráfica inferior podemos ver cómo desde la llegada del nuevo mileno la deuda de las familias ha aumentado en más de un 50% y cómo esta tendencia hacia el endeudamiento se vuelve más plana a partir del año 2008.
Es por esta razón por la cual el consumo privado actual no se ve alterado por las modificaciones en los tipos de interés al igual que sucede con la inversión nacional. Muchas empresas han quebrado, y las que no, tienen deudas pendientes sobredimensionadas. Además, no hay indicios claros de una recuperación de la economía a corto plazo por lo que no hay una fuerte tendencia hacia el emprendimiento que haga necesario solicitar créditos bancarios para iniciar la actividad empresarial. Todo esto queda probado analizando las relaciones entre los tipos de interés bancarios, la inversión nacional y el consumo privado del país entre los años 2000 y 2015 con los datos trimestrales del INE.
Y por si no fuese suficiente con todo lo expuesto anteriormente, ante el aumento desmesurado de los créditos, se prolonga la vida de los negocios empresariales ineficientes y de esta forma se elimina la posibilidad del mercado de autocorregirse ante las malas inversiones, ya que, en términos agregados, son aquellas empresas no rentables las que por norma general tienen mayores problemas de financiación frente aquellas otras que generan beneficios y que pueden destinarlos, en parte, a seguir creciendo. De manera que aquellas empresas que se encuentren cerca de la quiebra porque han tomado decisiones equivocadas o simplemente porque su actividad económica no es rentable, o cuanto menos eficiente, tienen la posibilidad de seguir financiándose para ir arrastrando su error hasta que dejen de percibir créditos o hasta que se vean incapacitados de responder ante las gigantescas deudas acumuladas y crecientes.
De manera resumida, la política de reducir los tipos de interés para proliferar la concesión de los créditos no sólo no es un aliciente para el consumo y la inversión, sino que incentiva los errores del mercado, es decir, está basada simple y llanamente en la filosofía de echar el balón para delante con la esperanza de ver si algún día marcamos gol, sólo que los que tienen que chutar a puerta creen que el balón se coge con la mano.
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