Es curiosa la naturaleza humana y, al mismo tiempo, el comportamiento de las naciones por extensión de la humanidad. La semana pasada se celebraba la reunión de la OPEP en la que, básicamente, existían dos bandos, (1) aquéllos que deseaban seguir manteniendo una exceso de oferta de petróleo como medida de presión sobre las explotaciones de Shale Oil y, por ende, mantener sus respectivas cuotas de mercado y (2) aquéllos que necesitan unos niveles de precios superiores para aumentar sus ingresos y, en muchos casos, mantener la viabilidad de ciertas explotaciones de petróleo.
Como en otras ocasiones, las tesis de las cuotas de producción invariables se impuso, una decisión que no sorprendió a nadie. Sin embargo, todos salían con caras sonrientes ya que aumentar las cuotas hubiera supuesto un desajuste aún mayor entre oferta y demanda provocando una caída mayor de la producida hasta el momento, y un recorte hubiera alentado el incremento en las explotaciones de tecnología de enquisto o fracking.
Esta claro que el mensaje es claro y directo, "o todos hacemos un esfuerzo por ajustar la oferta a la demanda o nadie lo hace". La nota positiva fue el anuncio de algunas proyecciones, según las cuales, al final de la década actual ya se habría producido un ajuste de la demanda a la oferta por lo que dicho ajuste debería trasladarse a una mayor estabilidad en los precios.
La tecnología del fracking ha cambiado la relación de la OPEP con el resto del mundo y parece que el mercado vuelve a ser dueño y señor de la evolución de los precios de esta materia prima. Personalmente, creo que el fortalecimiento de la economía debería conducirnos, tarde o temprano, a mayores incrementos de la demanda que, a la postre, debería impulsar los precios. El problema se encuentra en ese "tarde o temprano" cuyo horizonte temporal aún no queda claro con China dando algunos sustos cada cierto tiempo y una Europa que cansa con la repetitiva cantinela de una Grecia al borde del colapso.
