“La mejor forma de cumplir con la palabra empeñada es no darla jamás.” – Napoleón I
Hace poco un buen compañero, licenciado en Derecho como yo, me recordó una de las terminologías originada en el derecho romano (nuestras bases legislativas y jurídicas están empapadas del mismo) que, aunque frecuentada hoy, carece, o eso parece, de valor: pacta sunt servanda. Dicho término, atribuido al juristaUlpiano, significa que los acuerdos entre partes o pactos deben cumplirse. Lo sé. Es difícil hablar de promesas o de pactos en un país en donde la mentira preside y la verdad no vende.
Nos hemos costumbrado en exceso a que todo cuanto votamos y contratamos tienen las consecuencias contrarias al motivo por el que apostamos por ello. Hoy el famoso “pacto entre caballeros”, basado en el honor de los partes y que se solía sellarse con un apretón de manos, es poco menos que un insulto para nuestra inteligencia. Lo que quieras pero por escrito y elevado a público. Y ojo al incumplimiento que lo viralizo por twitter. ¿Representa esto un verdadero avance para las relaciones humanas?
Como ya hecho alusión en alguna otra ocasión nos hemos educado en no prestar atención a los acuerdos. Esto ocurre, por ejemplo, cada vez que queremos darnos de alta en algún servidor de correo o en alguna red social. ¿O acaso puede alguien indicarme todas las estipulaciones de Google al contratar sus servicios o las de Twitter al darme de alta? Importa más ser “aceptado” que entender el alcance de los actos propios.
A todo ello se une el deseo de satisfacción inmediata. El consumo actual es impulsivo y nada cerebral. Los actos preceden a las razones. Los por qué y para qué aparecen al día siguiente.
Obviamente, en el sector financiero ocurre exactamente lo mismo. Lógico ya que no es más que otra creación del ser humano. ¿Porqué sólo exigimos responsabilidades en las pérdidas? ¿Porqué siempre la responsabilidad es ajena? A buen seguro, con el tiempo, hemos descuidado los fundamentales y el imperativo de la moda, a golpe de titular, nos hacer mover por impulsos en nuestras decisiones financieras. Lo extraño es que el comportamiento no evoluciona y seguimos actuando igual. Lo cual es digno de análisis.
Hace poco la prestigiosa firma Credit Suïsse publicó un estudio que realizó junto a la Universidad de Zurich que lleva por título “Finanzas Conductales: la psiocología de la inversión” que, por supuesto, les recomiendo su tranquila lectura y que aporta mucha luz al respecto de nuestro proceder en materias de finanzas.
Vamos a mirarnos al espejo. Con todo lo que ello conlleva.
El profesor Geert Hofstede definió cinco dimensiones para definir nuestro comportamiento social. Las clasificó como sigue: índice de distancia de poder (desequilibrio entre poder y riequeza); Individualismo (recompensa por desempleo individual o colectivo), Masculinidad (diferencias de género en la sociedad); Índice de Rechazo de Incertidumbre (intolerancia hacia la incertidumbre); pragmatismo; y, por último, la indulgencia. Veamos estas dimensiones aplicadas a nuestro país (la interpretación al pie del gráfico es la propia del estudio):
Fuente: http://geert-hofstede.com/spain.html
Apliquemos ahora nuestra manera de ser a 5 aspectos de las inversiones:
- la paciencia en las inversiones:
- la aversión a la pérdida:
- la necesidad de alcanzar el equilibrio (es decir, la inclinación a arriesgar más dinero para evitar una pérdida definitiva)
- la inclinación a apostar en acontecimientos muy poco probables y tener resultado muy positivo;
- y, en último lugar, inclinación a evitar eventos extremadamente improbables con un resultado muy negativo:
La montaña rusa de las emociones, a la que ya hizo referencia Juan Carlos en su post “Tiburones a las caza de pezqueñines“, es un buen punto de partida a la hora de invertir. De hecho es la guía básica para un adecuado comportamiento siempre que hagas lo contrario a lo estipulado en cada uno de los tramos. Vale la pena recordarla:
Fuente: http://static.pulso.cl/20141003/2013779.pdf
Como bien afirma Seth Klarman, aunque él sólo lo aplica a la inversión en value: “The hard part is discipline, patience and judgement.” Cuando decidan realizar cualquier inversión deben ser disciplinados (la permanencia en un bono o en una acción no es la misma y tampoco lo son las actitudes), pacientes (los retornos pocas veces son inmediatos. Por ejemplo, invertir en empresas siempre debiera ser a largo plazo pero no es lo mismo hacerlo en una start-up que en una empresa que cotice en un índice) y tener siempre la capacidad de juzgar su inversión (que en planificación financiera es muy necesario). Suele ocurrir que bajamos las defensas una vez hemos invertido. Buscamos las noticias positivas del valor en cuestión y no mantenemos un espíritu de crítica y de fiscalización de los números. Las inversiones son por fundamentales y no por el buen marketing de la compañía.
La conciencia del riesgo que suele tener el inversor a menudo viene condicionada por el entorno y, por lo tanto, es susceptible de cambios. Debido a esto, puede ser difícil el identificar los riesgos reales y evaluarlos en su justa medida. Estoy de acuerdo que la venta masiva de productos financieros dificulta la racionalización del riesgo máxime cuando la palabra garantía es tan recurrida. Tampoco ayuda la poca trascendencia pública de la conciencia del riesgo (a pesar de cuanto ha ocurrido y ocurre). Por este motivo, insistimos en que acudan al mercado de la mano de una asesor financiero y, si puede ser, independiente. Nuestro trabajo consiste en adecuar su cultura de riesgo a sus estrategias de inversión y también consiste (para mí es la principal) en proporcionar suficiente y constante divulgación del riesgo y de cuanto acontece en el sector financiero que tenga o pueda tener impacto en su planificación financiera.
En el mundo de las inversiones, bueno en todos, la consciencia de nuestras elecciones es fundamental. Recuperemos el valor de los pactos.
Identifíquese ó regístrese para comentar el artículo.