En la bifurcación de la calle de Sants de Barcelona con el de Arizala, en un perímetro de menos de 100 metros, se reúnen tres tiendas que compran y venden diferentes productos. Por la afluencia que tienen cada día, parece que se estén muriendo de éxito. En los escaparates hay una guitarra Stratocaster, un casco de esquí, tabletas digitales de diferentes marcas, relojes e incluso bisutería que alguien ya no necesita. Cuántas aficiones y regalos se juntan en tan poco espacio! Si los antiguos propietarios han vendido todo este material, señal de que no se lo pensaron dos veces en el momento de comprarlo.
Al principio de la crisis económica se pusieron de moda algunas frases que definían el buen momento económico de España de principios de milenio. “Lo más importante era tener 20 vestidos de Armani", repetía el doctor en economía Santiago Niño-Becerra. A pesar de que no todos llenamos el armario con la misma marca, cambiábamos de móvil de última generación constantemente. Los reportajes alimentaron la idea de que "éramos ricos" y nos elevaron a la altura de figuras emblemáticas, como un Rockefeller o un Rotschild, pero la aparición de tiendas de segunda mano ahora nos demuestran que estábamos estirando más el brazo que la manga.
Ray Dalio es quién describe, con más claridad, este tipo de escenario económico, el mismo con el que nos despertamos cada mañana. El gestor de Bridgewater Capital llama a esta fase "Desapalancamiento y disminución relativa, difícil de aceptar" en el documento "Why Countries Succeed and Fail Economically". Lo que describe no es precisamente ingeniería financiera, sino el relato de miles de historias que se encuentran en la vida diaria. Inmuebles enteros en venta a un lado y material de segunda mano en el otro. En términos financieros se traduce como un reducción importante de la deuda familiar. Así el globo se está desinflando.
Según el documento de Bridgewater, antes la percepción de nuestra riqueza era superior a la realidad. Estábamos cegados y gastábamos por encima de nuestras posibilidades, como si la fiesta no fuera a acabar nunca. Hasta el año 2007, pensábamos que éramos ricos pero nos estábamos volviendo pobres. Aunque el presidente Zapatero nos clasificara en el top de la Fórmula 1. Lo cierto es que cada individuo era muy caro de alimentar; gastábamos y gastábamos, no sólo a través de los sueldos, también a través de hipotecas y préstamos. Nuestras necesidades iban mucho más allá de la compra semanal y algún regalo; nuestros caprichos no tenían fin. El documental "La Reina de Versalles" es un gran ejemplo.
Según los últimos datos del Banco de España, el pasado mes de enero las famílias registraron el nivel más bajo de endeudamiento desde el año 2006, con un total de 781.487 millones de euros. Muchas guitarras se han vendido en tiendas de segunda mano para llegar hasta esta cota. Ahora preocupa la deflación, la posible prolongación de la caída de precios, que acabe en un espiral de disminución de la producción empresarial y, como consecuencia, los salarios.
Para resolver este conflicto, la población debe consumir. No es una opción, es una obligación. La economía tiene estas ironías; ahora es el momento perfecto para que los que puedan, soliciten un préstamo para comprar una batería, un banjo o una máquina de masajes para los pies. Así todo volverá a empezar.