Esta mañana se ha publicado el dato de la tasa de paro de Japón. La tasa en Japón ha repetido la del mes anterior y se sitúa en el 3%, que es la tasa más baja en los últimos 20 años. Hay que remontarse a principios de los 90 para encontrar tasas más bajas. Algo similar ocurre con la tasa de paro de Estados Unidos, que esta semana publica el dato (próximo viernes) y en Alemania. Es decir, que las tres principales economías de los países desarrollados sí que están beneficiándose de la expansión de balances de los bancos centrales que han inundado el mundo de liquidez. La situación puede parecer idílica y con estos datos en la mano, todo apunta a que la inflación tendría que haber aparecido ya o, al menos, debería ser una amenaza.
En el siguiente gráfico comparo la evolución de la tasa de paro de Japón (en blanco), el IPC (amarillo) y la masa monetaria (verde). Se aprecia cómo ni la mejoría económica ni la inyección de dinero han conseguido que repunte la inflación en Japón. He introducido la evolución del precio del petróleo (morado) para ver que con este activo sí que hay una mayor correlación.
En definitiva, que los datos macro sí que están mejorando, así como las previsiones de crecimiento económico futuras. Alentadas claramente por la labor de los bancos centrales. Pero esto, de momento, no está sirviendo para generar la ansiada inflación. Una inflación que temen los inversores de bonos y ansían los inversores en renta variable. Pero lo que debemos tener en cuenta es que haya o no haya inflación, si la situación macro sigue mejorando, será bueno para las bolsas y malo para los bonos. En el siguiente gráfico podemos ver que los últimos datos macro siguen mejorando previsiones sobre todo en la eurozona (línea blanca) y mejorando en las últimas semanas en EE.UU. (línea amarilla).
Por tanto, todo apunta a un mundo en el que será muy complicado que la inflación se dispare. Si los precios de la energía es el principal factor que genera inflación, dudamos mucho que a largo plazo los precios se sitúen claramente por encima de los 50 dólares. Por mucho que esta semana los miembros de la OPEP decidan congelar o reducir la producción (el petróleo reaccionaría al alza), los precios a largo plazo no dependen de la oferta, sino de la demanda. Y ya hemos visto este mismo año que en cuanto el precio se acerca a 50 dólares, aumenta la producción de Estados Unidos a través de las compañías de Fracking. Pero la demanda, aunque aumente el crecimiento global, no aumentará en la misma producción. Las energías renovables están ganando terreno en las principales economías del mundo, por lo que cada vez hay menos necesidad del oro negro. Sin hablar de que la globalización también acarrea una presión a la baja de los precios. Las compañías tienen total facilidad para cambiar sus procesos productivos allá donde sea más eficiente.
Así que, estamos en un mundo en el que los tipos de interés podrán subir, pero seguirán en niveles bajos. Y en este mundo hay que mantener renta variable, que será el activo más rentable a largo plazo, pero tampoco hay que huir de la renta fija. Es complicado pensar que la burbuja de la renta fija explote como algunos auguran (o incluso lo hemos pensado nosotros). Estamos pues, en un contexto que invita más que nunca a tener carteras muy diversificadas. Sean sectores cíclicos o defensivos, Estados Unidos o Europa, lo que hay que tener son buenas compañías en cartera en lo que respecta la renta variable. Y en renta fija hay que buscar dónde la rentabilidad compensa el riesgo. En deuda pública a corto plazo no hay rentabilidad y en deuda a largo plazo pensamos que el riesgo no compensa esa mayor rentabilidad. Los repuntes de Tir por muy leves que sean, en un bono a largo plazo suponen fuertes caídas del precio. Por tanto en renta fija, si pensamos que la situación económica será mejor, el binomio rentabilidad riesgo es el mejor en deuda corporativa (incluso High Yield) en tramos cortos de la curva.
Hoy salta la duda sobre qué pasará el próximo lunes en los mercados, cuando se conozca el resultado del referéndum italiano. Todo apunta a que saldrá no a las reformas constitucionales. Pero este año ya deberíamos estar acostumbrados tanto a no acertar en las encuestas y sobre todo a no acertar a la respuesta del mercado al resultado final. Este año se ha podido dar el caso de que un analista, gestor o inversor haya acertado las dos mayores sorpresas del año y tenga sus carteras con fuertes pérdidas. Si acertó el Brexit y la victoria de Trump, lo más probable es que los días previos redujera fuertemente el riesgo de las carteras y se refugiase en bonos de deuda pública. Pues dos de las principales rachas alcistas de los activos de más riesgo se produjeron tras el Brexit y tras la victoria de Trump.
¿Qué pasará el próximo lunes? Debemos admitir que no sabemos la reacción del mercado. Pero las buenas compañías si corrigen generarán una oportunidad de compra a largo plazo, estén cotizando donde sea.