Hoy voy a hacer un juego comparativo entre dos actividades que para las gentes que no la conocen son sinónimo de riesgo y de estar realizado por personas con unas habilidades especiales. Tienen también las dos un toque romántico y emocional, que si bien en la montaña las recompensas son más bien intangibles como es la contemplación de bellos lugares o inaccesibles cumbres, y en la inversión es algo más prosaico como es el ganar dinero, ambas tienen algo de la necesidad humana de encontrar y vencer nuevos retos.
Al igual que en la montaña en los que nos podemos encontrar quien disfruta de ella en soledad, que se rige por sus propias fuerzas y conocimientos y que se enfrenta a las dificultades con su sola capacidad; en el mundo de la inversión tenemos también inversores individuales que se aventuran con su propio patrimonio como con su valía y que a veces puede que terminen mal parados. Son inversores anónimos con distintas capacidades y métodos pero que sienten por igual el reto.
En la montaña tenemos también gente que vive de ella, que aparte de la pasión que puedan sentir, se dedican profesionalmente. Son los guías de montaña, que conociéndola se dedican a conducir a otras personas inexpertas por los lugares que no se atreverían por ellos mismos. En la inversión haciendo un símil tendríamos a los gestores de fondos, personas que han hecho de la gestión su forma de vida y que ya no manejan su propio patrimonio sino que llevan el de los demás.
Ambas clases, tanto en la montaña como en la inversión tienen grandes similitudes. En la inversión, el individuo que camina solo responde ante sí mismo, su libertad es mucho mayor y puede elegir más fácilmente el camino que mejor considere. A cambio, si se equivoca estará solo y no podrá apoyarse en la opinión de otros para justificar su decisión. Si se equivoca será su integridad o su patrimonio el que estará en juego y las segundas oportunidades no se le presentarán fácilmente.
El guía de montaña o el gestor, sin embargo, no dependen sólo de ellos mismos, tienen que tener en cuenta con quiénes van. No se trata solamente de si poseen una capacidad mayor o menor. A lo mejor es un inversor excepcional con su patrimonio,o como guía puede ser un montañero increíble, pero el no camina solo y tiene que tener en cuenta si los clientes a los dirige tienen las mismas certezas o confían plenamente en él. Si se descuida y no calcula bien por dónde se mete, aunque él esté seguro de ir por el camino correcto, puede que los que le siguen se queden paralizados de temor o que se nieguen a seguirlo y abandonen en el peor momento. En eso, un guía tiene que saber las habilidades de los que va llevar al igual que un gestor tiene que tener en cuenta que sus partícipes pueden no comprender la visión o tener la valentía o la entereza suficiente para aguantar cuando surgen las dificultades.
Por ello, aunque parezca que tanto una gran empresa de gestión con estrellas de la inversión o una empresa que organiza expediciones con hábiles alpinistas siempre conseguirán mejores resultados, cuando llega la hora de la verdad puede que no lleguen a los lugares ni a los resultados que una persona sola lo suficientemente preparado y seguro puede conseguir. Luego, finalmente llegarán las críticas de que si tal o cual gestor o guías eran tan buenos, ¿por qué han llevado a sus clientes a resultados tan mediocres?. Pues porque por suerte para muchos de nosotros, inversores solitarios y anónimos, la libertad de movimientos y de decisión compensan muchas veces otras variables como disponer de más recursos o de un renombre conocido.
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