La gente es tan simple que siempre espera la solución milagrosa de unas elecciones. Primero, 28 de abril, las generales. Luego, 26 de mayo, las autonómicas y europeas. Mientras vivimos en periodo electoral, es como si hubiera circo todo los días. Después viene la férrea continuidad. Pero no hay que desolarse. No faltará mucho para que alguna autonomía convoque otras, esas que tienen el privilegio de desmarcarse y convocar cuando les viene en gana.
Y se apasionan, se pelean enrojecidos de acaloramiento, empezando por los periodistas, que defienden a sus candidatos, sea por convicción, sea por obligación del director, o por ambas cosas. Familias se rompen en dos o en tres por estas cuestiones. Qué cosas.
Así se gana un buen cacho de espectáculo para la Tv, y cuanta más sangre, mejor.
Pero es deprimente aparte de inútil. Todo seguirá igual. Seguiremos en vilo con los catalanes, con el déficit y la deuda crecientes, que aumentarán el riesgo de un recorte brusco, como el que practicó Zapatero. Y continuó Rajoy.
Es como un destino que los españoles no aprenden, y se ilusionan con las baratijas que traen los exploradores para que los negritos de la tribu no se los coman.
Lo bueno o lo malo es que ese destino de cuerda floja no tiene fin. O sí. El rey tendrá un día que hacer las maletas y se acabó. III República y guerra civil.