Si se mira con perspectiva histórica, la disrupción siempre ha existido y siempre existirá en el mundo.
La disrupción tiene que ver con el avance de la civilización mediante la tecnología, la ciencia y el conocimiento aplicadas a cualquier ámbito. En la bolsa, estos avances se materializan en empresas que aportan algo que antes no existía, bienes y servicios (ya sean estos nuevos o mejorados) que dan un paso adelante en nuestro progreso colectivo. Disruptivo fueron el ferrocarril, la aviación o la propia televisión en su momento.
Hay un hecho que apoya que la disrupción va cada vez a más, el aumento exponencial del conocimiento humano. Esto significa que los avances cada vez se consiguen más rápido y su materialización en bienes y servicios también. Un ejemplo de ello es la consecución de la vacuna contra el coronavirus, en un tiempo impensable hasta para muchos científicos actuales, que predecían que era imposible de conseguir en el tiempo que se ha hecho. Y ahí está no la vacuna sino las vacunas, más las que están a punto de aprobarse.
El mercado premia la disrupción y la seguirá premiando. Las empresas disruptivas son las grandes ganadoras porque crean un mundo nuevo, nuevas realidades y el dinero siempre tiende hacia la creación.
Otras de las grandes ganadoras son las empresas que proveen de materia prima a estas empresas disruptivas. Por ejemplo, en el momento actual, las mineras que extraen los materiales necesarios para construir baterías eléctricas. Siempre hay ganadores secundarios.
