Como si se trataran del inspector Clouseau y del inspector Lestrade, pasándose las culpas, Bolsas y Mercados Españoles (BME) y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) dieron una bochornosa imagen en el momento de asumir responsabilidades, este verano pasado, con el escándalo de Gowex.
Desde entonces, miles de voces han salido en favor o en contra del Mercado Alternativo de la bolsa española. Siguen las investigaciones sobre los fallos y el MAB sigue su curso.
Desde su creación, en diciembre del año 2005, el monopolio de bolsas españolas está orgulloso de su criatura. El MAB ha conseguido canalizar la financiación a empresas de pequeña capitalización, 218 millones de euros hasta 2013, mientras en el mercado continuo hubo una sequía respecto las ofertas de acciones en el mismo periodo.
Pero algunas estrellas de este parqué han dado una imagen equivocada de la realidad de este mercado. Nosotros, como inversores, hemos tomado por descontado que cualquier estreno bursátil del mercado alternativo era el de una start up con un modelo de crecimiento exponencial.
Pero no es así. Como muy bien apuntaron Quiet Investment en “La Trinidad del MAB”, cotizan empresas que ya existen en el mercado continuo. Algunas iniciativas, consultoras como Altia, su modelo de negocio no es más novedoso que cualquier gestora que uno puede localizar en la esquina de su calle.
Mientras que las iniciativas más revolucionarias, como encontramos en la investigación en biotencología, tienen en sus acciones una naturaleza especulativa, parecida a una apuesta al rojo en una ruleta. Su producto puede salir o puede quedarse en el laboratorio por muchos años. Perder o ganar, más simple que calcular ratios sobre fondos propios.
Como en el casino, el beneficiado por defecto de cualquier operación ejecutada en bolsa es BME. Aunque el mercado de capitales no es una casa de apuestas, por eso se le llaman mercado. Deber ser el máximo de competitivo posible – muchos vendedores y compradores, simetría de información, etc. -, algo que se incumple en el MAB, a raja tabla, con un sesgo positivo para las empresas.
“El MAB es un mercado dedicado a empresas de reducida capitalización que buscan expandirse, con una regulación a medida, diseñada específicamente para ellas y unos costes y procesos adaptados a sus características”, explica BME.
Todos estamos de acuerdo en que debe haber un canal de financiación, alternativo a la bolsa, para los negocios de capitalización pequeña y mediana. Pero, ¿qué hay en defensa del inversor?
Hay muy poco a su favor. Sí la liquidez es el handicap más visible del MAB, la periodicidad de las presentaciones de resultados dejan a cualquier interesado en una compañía en una asimetría de información en favor de los ejecutivos. El inversor sabe muy poco. Señores, a esto no le llaman bolsa.
A raíz de Gowex, CNMV y BME ajustaron la figura del asesor registrado quién asume la desmedida responsabilidad de confirmar la fiabilidad de las cuentas que debe analizar. Tiene que elaborar la due diligence y aprobar las cuentas de la empresa para su salida a bolsa.
Uno considera lo ridículo que es esta asignación cuando el propio gestor de bolsas se salta su propia normativa. “Las empresas que soliciten su incorporación al MAB deberán ser sociedades anónimas […] que estén comercializando productos o servicios”, pide BME, cuando ya existe una lista de cotizadas que se estrenaron solo con promesas o “futuribles”.
Aunque CNMV dejó muy claro que su función en el MAB sería secundaria, el ministro de Economía declaró que dará más obligaciones al organismo regulador con el objetivo claro de evitar fraudes empresariales. Cuáles son las funciones que asumirá es un misterio, pero que BME siga en el rol de creador de mercado y supervisor es una vergüenza.
En el contexto actual, si la voz de los inversores afectados por desastres, como Zinkia, Gowex o Bodaclick, no se oye muy alto, y sigue la interpretación equivocada del significado de "alternativo", para BME hay juego por muchos años.