¿Le ha tocado el gordo esta Navidad? ¿Ha heredado este año una cantidad significativa de dinero? ¿Ha abierto un negocio que le inunda los bolsillos de efectivo? ¿Es usted un profesional cualificado perceptor de rentas elevadas? ¿Practica a nivel profesional un deporte que le proporciona fama y riqueza? Nos alegramos sinceramente por su buena fortuna o buen hacer. Pero tenga cuidado ahí fuera porque quizá un día se despierte con los bolsillos vacíos y la amarga sensación de que quizá no ha sido usted tan afortunado como pensaba. Sí, el dinero puede causar estragos en su vida difícilmente reparables. Evítelos desde el principio y conozca, como nuevo rico, a sus nuevos enemigos. En especial, a su adversario número uno: usted mismo.
Hace no mucho, a través de un amigo, conocí a Isabel (vamos a llamarla así), una señora aparentemente de unos 60 años aunque en realidad cincuentona que había tenido la fortuna de ganar 9 millones en 2007 mediante uno de los numerosos juegos de azar patrocinados por el gobierno. Ahora, a principios de 2015, su patrimonio es todavía muy significativo, unos 2 millones. No obstante, parece que cada año le cuesta la friolera de un millón a Isabel. De seguir las cosas así en 2017 el otrora cuantioso premio se habrá diluido como “lágrimas entre la lluvia.”
Al hilo de este episodio vamos a ofrecer al lector, tanto adinerado como no, algunas orientaciones prácticas, sencillas y directas, afín de que reflexione sobre la importancia de una cultura financiera adecuada así como para que evite los errores típicos y tópicos que en caso de recibir una cuantiosa cifra de dinero por el medio que sea le puedan acechar. Esto va tanto para quien no tiene nada pero aspira algún día a tenerlo como para quien lo tiene ahora y cree que al calor de los buenos tiempos o la buena suerte está inmunizado contra los desastres de una mala autogestión financiera. Tenga cuidado porque el nuevo rico es el único pollo capaz de desplumarse a sí mismo.
Capítulo primero. “El dinero no me va a cambiar.”
Mentira cochina. Por supuesto que el dinero le va a cambiar. A usted y a cualquiera. Desde el momento en el que el sentimiento de pérdida tiene el doble de intensidad que la ganancia el dinero claro que le va a cambiar. Que ese cambio sea a mejor o a peor ya es otra historia. Pero hágase a la idea de que usted no va a volver a ser el mismo. La naturaleza humana jugará en su contra así que procure mantener los pies en la tierra y no se venga arriba porque ahora tenga más pasta: eso no le hace ni mejor ni peor que los demás. Lo que sí va a producir en su interior es el nacimiento y desarrollo de nuevas emociones que le conviene controlar.
Para empezar tenga claro para qué sirve realmente el dinero. Aquí le hemos ofrecido un ejemplo bien claro.El verdadero fin del dinero y la riqueza es el de aumentar su independencia financiera dado que ésta constituye el respaldo material de su libertad individual. Sí, es verdad que con dinero también se pueden adquirir todas aquellas cosas que a cada uno le produzcan la mayor de las satisfacciones personales, como un BMW o un bolso de Gucci o lo que sea. Pero “las cosas” son en esencia tan tangibles como efímeras. La riqueza compra un bien mucho más intangible y valioso que es la seguridad y la tranquilidad. Compra tiempo y allana los obstáculos del día a día que se interponen en su felicidad.No olvide jamás que el dinero es una herramienta a su servicio y no un fin por sí mismo. Si no tiene claro esto usted será tan tonto con un euro como con mil millones.
Isabel, la efímera millonaria que ha inspirado este post, no tenía nada claro todo lo anterior. En lugar de tranquilidad halló intranquilidad. En vez de felicidad encontró infelicidad. La riqueza la abrumó y sus propios demonios e inseguridades sumados a los de aquellas personas que la rodeaban y, peor aún, a quienes profesionalmente deberían haberla asesorado bien, le causaron graves perjuicios patrimoniales y personales.
Capítulo segundo. El dinero incrementará su libertad pero ello conlleva un aumento correlativo de su responsabilidad.
Desde el momento en que tenemos algo surge en nosotros la preocupación por su conservación y cuidado, sobre todo si aquello que poseemos nos ha costado trabajo y esfuerzo conseguirlo. No obstante, si su mérito para ser rico es haber comprado un billete de lotería, siendo sinceros, no se puede decir que haya tenido que partirse el espinazo. El truco psicológico de las loterías patrocinadas por los gobiernos estriba en la apelación al bajo instinto humano del “consigue algo a cambio de nada o muy poco.” La vida no es así ni será así por el hecho de tener entre las manos un boleto ganador. No es de extrañar que al final la lotería sea el impuesto de los pobres dado que realmente las probabilidades de ganar son ínfimas. Lo que no es nada ínfimo es el tajazo fiscal que el gobierno pega con estos jueguecitos. De la misma manera fíjese cómo los partidos políticos orientan sus programas en esta dinámica: promesas de mucho a cambio de muy poco.
El hecho de trincar una tonelada de pasta por puro azar, esto es, rompiendo el principio de que quien algo quiere algo le cuesta y de que hay que trabajar y esforzarse en todos los ámbitos de la vida para obtener todo aquello que necesitamos y deseamos, opera en perjuicio del ganador del premio gordo. La ausencia del verdadero coste de la obtención de la riqueza le hace olvidar el trabajo que implica crear un patrimonio haciendo desaparecer el incentivo virtuoso de la responsabilidad. No es casualidad que gran parte de los votantes de las opciones políticas más populistas de cualquier ámbito político sean personas que en esencia no tienen nada, independientemente de su nivel socio-cultural. Como en palabras de Bastiat, el Estado no deja de ser esa gran ficción donde todo el mundo espera vivir a costa de los demás, el lector puede imaginarse que los hábitos naturales de responsabilidad que la propiedad genera en las personas no se desarrollan de la misma manera en todos aquellos que por fortuna o subvención obtienen algo a cambio de nada.
Pues no. Ser rico no significa sólo champán y caviar sino también responsabilidad en la gestión de la propiedad. Ello implica una mayor dosis de trabajo financiero y de adquisición de conocimientos y hábitos que tiendan a mejorar su capacidad de gestionar lo propio y, sobre todo, conservarlo. Isabel ya ha perdido 7 millones. Empezó con mal pié aunque los golpes que ha recibido le han enseñado mucho. No cometa usted el mismo error.
Capítulo tercero. No queme la pasta porque el fuego del gasto devora el papel más rápido que un bulímico una caja de donuts.
Vayamos al grano de lo práctico. Ahora que tiene un dineral fruto del azar lotero o, por ejemplo, su habilidad con el balón tenga bien claro lo siguiente: que ese dineral desaparecerá mucho más rápido de lo que usted se pueda imaginar si lo quema a todo tren en la pira del gasto. Su bienestar financiero depende en mayor medida de lo que gaste más de lo que ingrese. Su dinero, su capital, es una herramienta. No la despilfarre.Aquí le explicamos por qué. Si no tiene claro lo expuesto en este post acabará palmando pasta. Sobre todo si se empeña en gastarla sin control.
La acaudalada Isabel gastó dinero a espuertas en cosas que ni siquiera llegó a utilizar con una frecuencia digna de tal nombre como, por ejemplo, un barco. Apenas utiliza este caro objeto que conserva tan sólo por una errónea idea acerca de lo que las personas adineradas deben poseer simplemente por el hecho de serlo. Su ex marido le sugirió tal compra inútil dado que el barquito ofrecía grandes posibilidades de ocio extra-marital y de compadreo con amigotes varios. “Amigotes” en el peor sentido del término. Afortunadamente, esta partida de gasto está en vías de ser cortada.
Por otro lado y como ejemplo de comportamientos similares, si sus compañeros de equipo se hartan a comprar casas y bólidos acuérdese de que su vida útil como futbolista es temporalmente limitada y que el nivel de gasto en el que incurra ahora no es sostenible cuando sus ingresos futboleros mengüen. Si le ha tocado el euromillón no comience a comprar mansiones ni ferraris. Haga los deberes primero, tal y como sugerimos en el link anterior.
Dicho de otra manera, su primer objetivo como nuevo rico es conservar lo que tiene. A continuación, aumentarlo para que cubra el nivel de gasto que usted considera que necesita y desea. Y sólo en último lugar gastar y disfrutar. Primero, el deber. Antes de nada, el deber. Por encima de todo, el deber. Siempre, siempre el deber. Esto es, responsabilidad. De lo contrario emprenderá el trayecto de vuelta desde nuevo rico a viejo pobre. Y más rápido de lo que pueda imaginar.
Capítulo cuarto. Corazón, esto es, sentimientos y dinero no caminan juntos.
Yendo más al grano de las orientaciones prácticas, lo siguiente va a sonar un tanto horrible pero no por ello menos realista. Al mismo tiempo, señalamos que es mucho más fácil de decir que de hacer. Entramos en el terreno de lo personal. Amor y amistad. Jamás los mezcle con el dinero. O por lo menos que no le cuesten pasta.
Primero, familiares de primer grado y amigos pueden resultar pésimos consejeros financieros. Si su esposa/o no le quería antes de ser rico/a tenga mucho más cuidado ahora porque probablemente siga sin quererle. Ahora bien, lo que sí va a querer es su dinero. Si está iniciando una nueva relación entienda que usted puede compartir su vida con otra persona sin que ello signifique compartir su fortuna o, mejor dicho, regalársela.
Isabel se encontró con que su marido era un hombre muy generoso. Generoso con su dinero. El de ella queremos decir. Ni corto ni perezoso compró casas y apartamentos a sus familiares (no a los de Isabel) y, cómo no, se convirtió en un gran “invitador” de colegas varios. El cochazo tampoco faltó, por supuesto. Cuando el divorcio se convirtió en realidad gran parte de la pasta ya había desaparecido. No en inversiones, por supuesto, sino en gasto.
No hay nada malo en que el dinero le haga más atractivo/a. Lo que está mal es que eso sea lo único que le hace atractivo/a porque entonces solamente puede encontrar una clase muy determinada de hombre o mujer que quiera entablar una relación con usted. Eso no le conviene ni personalmente ni muchísimo menos financieramente. Su tarjeta de crédito ardería como una bruja en la Edad Media.
Deportistas y empresarios que acaben de triunfar tengan muy claro una cosa: la mayor parte de las personas que pululen a su alrededor ni son ni serán sus amigos. Si ustedes no fueran ricos o ricos y famosos ni les dirigirían la palabra. Sus verdaderos amigos no les costarán nunca dinero (demasiado queremos decir). Les costarán tiempo, que es muy distinto. Sus amigos de verdad lo serían incluso si usted no tuviera ni un céntimo. Eso es todo.
Capítulo quinto. Asesores de los nuevos ricos.
Más pronto que tarde llamaron a la puerta de nuestra atribulada millonaria varios personajes imprescindibles en los desastres financieros: bancos y asesores. La verdad es que lo que realmente sucedió no deja de ser lo mismo que le ocurre al común de los mortales con sus pequeños ahorros, esto es, que se juntaron el hambre con las ganas de comer. El banco “le compró” a Isabel unas acciones. ¿De qué compañía? ¿A qué precio? ¿Cuándo? No supo responderme a ninguna de estas tres preguntas. Evidentemente no le pregunté ya por qué. Lo que sí hice fue explicarle detenidamente la importancia de conocer lo que se está haciendo. Si un inversor/ahorrador no puede responder a la pregunta de por qué compra un determinado activo lo que realmente está haciendo es jugar a la lotería y lo peor que puede ocurrirle es que le salga bien.
El hambre es la inmensa ignorancia financiera que aqueja a la clase media y a la clase media-baja. Las ganas de comer es el comportamiento poco ético que en ocasiones desarrollan bancos y asesores con respecto a sus clientes. El novio de una amiga adquirió acciones de Bankia en su OPV asesorado por su banco de toda la vida. Isabel abrió un negocio siguiendo los consejos de sus asesores. Sí, lo ha adivinado: un bar. ¿Qué hace usted aquí, trabajando hasta las tantas en un bar que no tiene nada de especial, mal situado y rodeado de otros bares y, además, perdiendo dinero? Esta pregunta no halló, de nuevo, un por qué razonado. Cuando le pregunté si sinceramente ella era feliz allí la respuesta fue mucho más clara.
Primero. El banco no es su amante.Aquí le explicamos por qué. El banco puede ser un muy buen amigo. Eso es todo. Además, usted necesita al banco para muchas cosas. Lo que no tiene que hacer es pedirle algo que muy difícilmente le va a proporcionar. Los empleados de la entidad no obran con malicia. Están entrenados para vender productos pero no para proporcionar al cliente una asignación eficiente de capital. Eso tiene que hacerlo usted mismo. ¿Es el banco un ente malvado y pernicioso? Rotundamente no. Lo que es malvado y pernicioso es confundir los términos de su relación con él. Cuando acuda al banco vaya con los deberes hechos de casa porque en cuanto ponga el pie en la entidad y husmeen que a)tiene dinero y b)no sabe muy bien qué hacer sólo va a suceder una cosa: bombardeo comercial.
Isabel adquirió una vivienda para adscribirla al cuidado de un hijo que, por desgracia, padece una seria discapacidad. La única deuda que tiene Isabel es una hipoteca sobre esa vivienda. En el momento de su adquisición casi todo su efectivo se encontraba en depósitos a plazo y el banco le sugirió que no retirase los fondos necesarios para tal adquisición o sufriría una penalización en los intereses del depósito. Así que le colaron una hipoteca. Evidentemente, ¿qué necesidad tiene Isabel de constituir una hipoteca con una fortuna como la suya? Además, esta adquisición inmobiliaria estaba plenamente justificada al realizarse en interés de una persona dependiente. Pues para el banco no. Afortunadamente, Isabel se halla en trámites para cancelar esta deuda absurda y legar la plena propiedad a su hijo, quien ya bastantes problemas tiene. Sus asesores financieros no dijeron ni pío acerca de este hecho incomprensible.
Segundo. Los intermediarios financieros y la industria de los fondos de inversión tampoco son sus amantes y aquí le explicamos por qué. ¿Son sus enemigos? Rotundamente no. Son útiles y usted los necesita porque le pueden proporcionar un asesoramiento eficaz y una rentabilidad adecuada y suficiente. Lo que no puede pretender es delegar en ellos toda la responsabilidad de sus decisiones financieras como si fuera un bebé. El dinero es útil y proporciona tranquilidad y seguridad al mismo tiempo que allana los obstáculos que se interponen en su búsqueda de la felicidad. ¡Pero no es cómodo! Gestionar su patrimonio exige tiempo y dedicación y esa tarea le compete a usted. Sus asesores deben explicarle en todo momento el por qué de cualquier decisión de manera tal que pueda entenderlo a la primera o a la segunda exponiendo los riesgos y ventajas inherentes a cada decisión de asignación de capital así como el plazo de inversión, dado que muchas decisiones sólo tienen sentido a medio y largo plazo.
Si es un as del balón y se está forrando haciendo anuncios eso no significa que tenga que abrir un restaurante ni comprar casas sólo porque sus compañeros de equipo lo hagan. Si va a abrir un bar o adquirir un inmueble que sea porque está convencido de que es una inversión sólida y que ese convencimiento provenga de datos extraídos de la realidad y la experiencia y no de la imitación ciega de las decisiones de otros. Actores, deportistas, estrellas de la canción, emigrantes retornados, ganadores de loterías… no están obligados a invertir en el sector de la restauración e inmobiliario sólo por que sí. O en cualquier otro tipo de negocio. Abrir uno simplemente porque sí, porque se posee el dinero para hacerlo y porque es lo que otros hacen es una locura financiera que una y otra vez se repite en las biografías de los famosos más ilustres.
Que tenga mucho más dinero que una persona que puede asesorarle correctamente no significa que usted sea mejor que ésta en esa tarea sino tan sólo que sabe hacer algo (por ejemplo jugar al fútbol) que obtiene una alta recompensa económica en nuestra sociedad. Recibir una gran cantidad de efectivo de golpe (herencia, premios) o en un espacio no muy largo de tiempo (10-15 años) no le convierte en más inteligente ni sabio sino en temporalmente más rico que los demás. No por obtener dinero de la manera X adquiere usted automáticamente la habilidad de asignarlo eficientemente para que el dinero trabaje para usted y no usted para el dinero. ¡No sea burro!
Capítulo sexto. Qué hago con toda esta pasta.
Empiece por no gastarla. Sí, así de duro y triste. Tenga paciencia y espere. Recuerde, primero el deber, es decir, la asignación eficiente de su capital o caja de herramientas. Si tiene deudas no se lo piense dos veces: deshágase de ellas. Pero no se lance a comprar chalets ni coches ni, peor aún, comprárselos a los demás. Deje los pies en el suelo y mantenga la calma. No confunda generosidad con estupidez ni mucho menos sea generoso para ganarse a los demás.
Continúe por practicar el sano hábito de la discrección. Cuantas menos personas sepan que usted ha conseguido de golpe o a golpes un buen dineral mejor. Mejor para usted y para su dineral. No llame la atención. O llámela lo menos posible. Eso incluye no cambiar de golpe su estilo y hábitos de vida. No venda el Ibiza para comprarse un BMW ipso facto. Eso hágalo más adelante. La miel atrae a las moscas y el dinero a los moscones. A las cucarachas también. Así que cuidado.
Evite como la peste a los aduladores. Todo el mundo dice que no le gusta que le adulen pero lo cierto es que a la naturaleza humana no le amarga ningún dulce. No crea que usted va a ser una excepción. Los aduladores lo serán con carácter profesional/institucional (abogados, bancos, asesores) y con carácter amateur, esto es, nuevos amigos y pretendientes o “pretendientas” varios. Busque compañías que no busquen la suya por lo que tiene sino por lo que aporta. No deje que la necesidad de reconocimiento humano que toda persona alberga le nuble las entendederas. Escuche más que hable y pregunte lo que no entienda. No confunda elogio con adulación.
Finalice por buscar los consejos que le parezcan sensatos y razonables alejados de los cuentos de lecheras y lecheros varios. Haga lo que haga asegúrese de que lo hace bien y de que entiende por qué lo hace. La ignorancia en un tema no es óbice para aparcar el sentido común. Y menos en cuestiones de dinero y financieras donde tener dos dedos de frente y disciplina son más útiles que un torrente de títulos académicos y verborrea varia. Busque lo sencillo, que no lo fácil. Y entiéndalo. Rodéese de personas inteligentes, no de listillos. Busque el apoyo y consejo de aquellos que no le buscan a usted y que le transmitan confianza y seriedad. El mundo del asesoramiento financiero le puede ofrecer muchas soluciones honestas a sus nuevos problemas de nuevo rico. Fíjese en la honestidad de sus asesores más que en los títulos que cuelguen de las paredes de sus despachos. No acabe como la Pantoja.
Isabel ha sido toda su vida una mujer de clase trabajadora con una escasa cualificación profesional. Su nivel cultural es ínfimo porque desgraciadamente no tuvo en su infancia la oportunidad de estudiar. Tiene un hijo con graves problemas que necesita de su atención. Sin embargo, todo resultó irrelevante para sus consejeros. Un asesor que merezca tal nombre debe averiguar no sólo cuál es la situación patrimonial de su cliente sino también cuál es su situación personal y ejercer de manera didáctica su asesoramiento, no dejando que la falta de conocimientos de su cliente sea una puerta abierta para hacer y deshacer sin ofrecer ningún tipo de justificación. Existe un deber no escrito de “cuidar” del bienestar de aquellas personas que demandan este tipo de asesoramiento porque el dinero no es una realidad abstracta sino emocional. El asesor es gestor de un patrimonio pero el 50% de su trabajo es gestionar a su cliente porque éste no es un objeto financiero sino una persona.
Epílogo. Felicidad y dinero.
No necesita ni un solo euro para sentirse y ser feliz. Pero tenga por cierto que con muchos euros las piedras en el trayecto hacia la felicidad y la libertad son más llevaderas. No deje que la riqueza le cree problemas. Al contrario, úsela para solucionarlos en la medida en que sean solucionables mediante su uso. La persona que ha inspirado este post era profundamente infeliz. El dinero la abrumó y su vida, en lugar de mejorar, empeoró. Tuvo mala suerte y aquellas personas que hubieran debido ser depositarias de su confianza fueron en realidad perniciosas y dañinas. Se asesoró mal y sus consejeros se aprovecharon de su ignorancia en vez de iluminar su camino.
Financieramente hablando, sólo usted mismo puede ser su propia luz y su propio faro. No deje que el dinero arruine su vida porque ésta es mucho más valiosa.