Cuando un inversor deposita su capital en bolsa, como en cualquier otra faceta de la vida, está sujeto a cometer errores. Eso sí, existe la peculiaridad de que en este campo cada fallo suele acarrear la pérdida de dinero depositada por parte del inversor. Pero, ¿cuáles som los errores que suelen cometer? A continuación enumero algunos que considero que conviene conocer antes de realizar cualquier operación.
Tradicionalmente se atiende a la siguiente clasificación: corto plazo (hasta un año-18 meses), medio plazo (desde 12-18 meses a tres-cinco años), largo plazo (normalmente más de cinco años)
El análisis del ciclo económico y bursátil en este punto es relevante, porque puede afectar en el inicio de la gestión, sobre todo en horizontes temporales muy cortos, pero programar las inversiones para que coincidan con los máximos y los mínimos de los ciclos de mercado resultan imposible.
Por tanto, el verdadero desafío al que se enfrenta un nuevo inversor es también una cuestión de elección del momento adecuado. Desgraciadamente, ese momento adecuado para invertir solo se manifiesta con claridad cuando ya ha pasado y se vuelve la vista atrás.
El peligro real de perderse ese mínimo clave, es que a menudo la primera fase de la recuperación es la más fuerte. Las acciones tienden a formar lo que se conoce como recuperación en V, en la que una fuerte caída es seguida por una recuperación rápida. Así ha ocurrido en los peores mercados bajistas del siglo pasado.
Se suelen añadir valores en una cartera con una diversificación insuficiente, por número o por zonas geográficas, sectores, estilos, etc., así como estrategias de diversificación muy sencillas, por ejemplo dividir la inversión proporcionalmente entre el número de activos en cartera: supongamos que asignar un 25% en cada valor.
La clave de la diversificación radica en que mientras el retorno esperado de una cartera de activos es igual a la suma ponderada de los retornos esperados de sus componentes, la volatilidad de la cartera (medida de riesgo) es menor a la suma ponderada de las volatilidades de sus componentes, en la medida que los activos no estén perfectamente correlacionados (no se comportan igual).
Esta reducción de riesgo es llamada efecto diversificación, por tanto, una cartera diversificada es menos arriesgada siempre que los valores no estén correlacionados.
El nivel de rotación de una cartera debe ser bajo, ya que los costes de transacción pueden reducir los resultados de una cartera de gestión muy activa frente a los resultados de un índice o cartera con una gestión más pasiva.
Salvo por motivos fiscales, los inversores son reacios a vender con pérdidas, manteniendo la posición con la esperanza de recuperar el nivel de compra y no tener que reconocer su error inicial.
En situaciones de necesidad de liquidez, venden primero las posiciones con beneficios, sin tener en cuenta las posibilidades reales de las acciones en el futuro.
Incluso muchas veces se comete el error de ir comprando más acciones, promediando a la baja para reducir el nivel de compra inicial, y que en muchas ocasiones solo sirve para acentuar la espiral de pérdidas.
Una recomendación fundamental, por tanto, es la de poner siempre un límite a las pérdidas, tanto de valores, como de la propia cartera. Es lo que llamamos: poner un stop loss.
Hay muchos estudios que demuestran que la decisión de comprar o vender del inversor no está motivada por un análisis fundamental o análisis técnico, sino que está condicionada por los sesgos del inversor, por ejemplo:
Asimila la inversión a un juego de azar, sobreestimando la probabilidad de dar un “pelotazo”.
En la toma de decisiones no se considera el nivel de riesgo total de la cartera, ni el riesgo que suma una decisión adicional. Las decisiones de compra o venta se consideran independientes, se valoran como éxitos o fracasos, se evalúan de forma aislada y no se integran en un proceso.
En periodos bursátiles alcistas, los inversores atribuyen los buenos resultados a su propia habilidad, confirmando por tanto su estrategia de inversión, por lo que se sienten capaces de asumir mayores riesgos hasta que el mercado se da la vuelta, y los inversores siguen con la misma estrategia, atribuyendo las primeras pérdidas a la mala suerte hasta que el nivel de riesgo y pérdidas alcanza niveles insostenibles, incapaces de soportar dicho nivel.
Al final, se producen compras en el momento más álgido del mercado y ventas en los momentos de mayor pánico e incertidumbre.
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