La inflación que padecemos se ha originado de manera atípica, en el seno de la oferta, por cuellos de botella en el suministro de materias primas y servicios básicos. Ciertamente, la holgura monetaria en que nos tienen los bancos centrales ha alimentado esa inflación.
Pero, ¿que pasaría si estos bancos centrales empezaran a aplicar su doctrina ortodoxa, retiraran oferta monetaria y subieran los tipos de interés, para reconducir la inflación del 5-6% actual al 2%?
No hay duda que se agravaría el estado precario de la oferta, y las estrecheces que están pasando las empresas por la reducción de la oferta y el aumento del coste de bienes básicos contraerían aún más la oferta global, lo que no es de interés de nadie, y menos de los bancos centrales, pues no dejaría de producirse un estallido aún mayor de precios básicos.
En realidad los bancos centrales sólo pueden aspirar a controlar la demanda global, es decir, todos los precios. No puede seleccionar y concretar tal o cual producto. Lo que decide es el precio del dinero frente a todos lo bienes, mediante el tipo de interés, por lo que sus efectos llegan a todos los mercados. Sus decisiones alteran las cantidades ofrecidas y demandas: una subida de los tipos contraería aún más la oferta de bienes escasos hoy.
Una inflación atípica - que no se origina en un exceso de demanda - requiere, creo yo, un tratamiento distinto que el clásico de subir los tipos de interés. Subir los tipos de interés desde luego contraería la demanda, pero originaría estropicios indeseables en la oferta, agudizando los problemas que ya hay, como empresas asfixiadas financieramente por culpa de la pandemia.
Mejor dejar un margen de holgura, y permitir una inflación transitoria, hasta que los cuellos de botella y la asfixia en el tejido empresarial haya desaparecido. Lo esperable es que esta inflación sea efímera, y vuelva a su cauce en poco tiempo. Una subida de tipos de interés no beneficiaría a nadie, trastocaría los mercados financieros, y podría desencadenar una crisis de consecuencias imprevisibles.
No quiero con esto menospreciar la inflación creciente, pero es que no creo que ésta lo sea.
Los bancos centrales deben cambiar sus objetivos durante un tiempo, anunciando que tolerará desvíos de su inflación objetivo mientras las causas estén “en el otro extremo de la economía”, la oferta.
Como dice Cristine Lagarde (ver ElConfidencial),
La presidenta del BCE reconoció que "una inflación más elevada reduce los ingresos reales de la gente, especialmente de aquellos en la parte baja de la distribución de ingresos". Pero restringir la política monetaria prematuramente no solo reduciría más los ingresos de los hogares, sino que no abordaría las causas de la inflación porque los precios de la energía se establecen de forma global y la política monetaria del BCE no puede remediar los cuellos de botella en la oferta, según Lagarde.
Se trata, en definitiva, de que los bancos centrales opten por la moderación y no actúen por solo un criterio. Tienen un poder más que limitado para influir en los preciso de oferta. La inflación actual remitirá cuando la oferta se haya normalizado. Mejor dejarla que lo haga por sí misma.