El estallido de la burbuja inmobiliaria en España acaecido en 2007 fue la consecuencia directa de una burbuja de endeudamiento privado (familias, empresas no financieras y entidades financieras) que llego al límite de lo irracional. Hoy día este endeudamiento esta en proceso de desapalancamiento, eso si a cuenta gotas, pero a fin de cuentas va por el camino correcto. El que anda por sendas tenebrosas es el endeudamiento público y este problema se puede enquistar en un futuro no muy lejano. Analizar el porque del crecimiento exponencial de la deuda publica desde los inicios de la crisis es complicado y llevaría mucho tiempo al derivar sobre todo de nuestra crisis institucional que viene de la transición y que prácticamente hoy día se encuentra en fase terminal. El hecho es que la creciente burbuja de deuda pública esta ahí, es irrefutable y costará frenarla, mucho más reducirla.
Los últimos datos oficiales de la deuda pública española, entendiendo como tal la suma de las deudas de las tres administraciones públicas, a saber estatal, autonómica y local es a cierre del segundo trimestre de 2014 del 96,8% en términos de PIB o bien de 1.012.606 millones de euros en términos absolutos.
Esta claro que hasta que esta ascensión no se frene yo no hablaría en ningún caso de recuperación económica. Al igual que sucede en chartismo, hasta que al cierre de un año determinado la deuda no sea inferior a la del año anterior no habrá cambio de tendencia. Nada va a cambiar a cierre de 2014, es decir que la deuda superara la del cierre de 2013 y tampoco nada va a cambiar a cierre de 2015 puesto que en el programa de estabilidad 2014-2017 está perfectamente previsto que la deuda pública supere el 100% del PIB, nivel por encima del cual se sobrepasa una línea roja que dificulta el futuro crecimiento. No es muy difícil de imaginar que las fuertes partidas de intereses a pagar en los sucesivos años van a provenir de altos niveles de impuestos incluidos los encubiertos del tipo IVA, subidas de luz, de agua, de gas, de impuestos especiales en los carburantes, tabaco, alcohol, etc, que asfixian el 70% de nuestro PIB basado en el consumo. En caso de haber posibles quitas para reestructurar la deuda, el sistema financiero volvería a resquebrajarse por ser parte activa de la deuda pública. Sea como fuere el futuro panorama, sin ser el fin del mundo, no es nada halagüeño.
Alrededor de estos datos de deuda, los cuales no tengo porque desconfiar, también existen, como no, ciertas sombras de que estos datos oficiales no son del todo ciertos. Existe una parte de deuda que parece ser no figura en el computo que maneja Bruselas y es ajena al PDE (protocolo de déficit excesivo) y que asciende actualmente al 38,2% del PIB. Dicha deuda según un informe de la fundación Funcas se refiere a empresas del sector público que se financian por ellas mismas y que no desarrollan una función gubernamental directa. Evidentemente sumando las dos deudas, la oficial del PDE más la no oficial fuera del PDE la cifra final es otra y asciende a la friolera del 132,1% del PIB a cierre de 2013 que seguro se incrementará en 2014.
Independientemente de que si solo considerásemos la deuda publica oficial, es prácticamente seguro que durante 2015 se superará el 100% del PIB ya que el déficit publico previsto en los próximos años harán subir de nuevo la deuda aunque se cumplan a rajatabla las previsiones de déficit lo cual siempre es dudoso.
Combatir un nivel de deuda superior al 100% del PIB es complicado, más si se trata finalmente del 138% del PIB. Históricamente España ya lo hizo en el pasado durante el oscuro y fatídico siglo XIX de las guerras carlistas cuando la deuda llego al 160% del PIB y de los desastres de Cuba y Filipinas cuando repunto de nuevo al 120% del PIB.
El drenaje de la deuda desde el 160% del PIB en 1880 hasta el 7% del PIB durante la transición fue largo y penoso, arrastrando a la economía a una larga monotonía de casi un siglo de duración, con un crecimiento durante esos años lento, plano, agravado como es lógico durante la guerra civil y sólo mejorado a partir del plan de estabilización de 1959. A partir de la transición la deuda volvió a despegar, las sucesivas crisis bancarias, la alta inflación debido a la crisis del crudo de principios de los 70 junto al inicio de la crisis institucional que ahora nos afecta de lleno fueron la causa. Probablemente nos esperen años complicados y que no se parecerán en nada a los últimos periodos vividos de bonanza económica.