Existimos muchas personas en el mercado que nos denominamos a nosotros mismos como “Trader”, si bien es cierto cumplimos con el sentido más estricto de la definición, dado que a través de operaciones de compra y venta de activos financieros buscamos un lucro, sin embargo, no siempre llevamos a cabo esta actividad bajo un criterio profesional, esto significa que en nuestro día a día, no siempre hacemos uso de las herramientas de análisis y fuentes de información provistas por el medio para tomar nuestras decisiones de inversión de una manera racional, esto es, mediante la aplicación sistemática de criterios que propendan la minimización de los riesgos asociados con las transacciones que efectuamos, por el contrario, existen operaciones donde nos dejamos llevar por el sentimiento, la emoción, la euforia, la codicia y es allí donde comenzamos a tener problemas, trasformamos nuestros criterios de inversión en una serie de apuestas sin sentido donde esperamos duplicar nuestro capital sin hacer la tarea, pretendemos lograr los resultados de aquellas minorías que controlan el 10% de los recursos del
planeta haciendo lo que hacen las mayorías y es allí donde nuestra estrategia de trading fracasa.
Es cierto, hablo a nombre propio porque al igual que muchos traders, he sido víctima de este mismo mal, que me ha llevado a comprar en la cresta de la ola, después que quienes hicieron la tarea, la cual consiste no necesariamente en estar pegados las 24 horas de una pantalla sino en saber cómo y cuándo ubicar la información que nos permita tomar decisiones bajo criterios analíticos, es decir, buscando reducir el margen de incertidumbre en el cual se opera en el mercado; esta situación se puede apreciar bastante bien con las recientes caídas de los títulos petroleros, donde pese a los excelentes fundamentales que presentan las compañías, con flujos de caja que financian de manera propia la operación sus títulos han cotizado a la baja, llevando a muchas de las personas a cuestionarse si realmente la Bolsa de Valores es más un casino que un sitio de intercambio de activos, ahora bien, la explicación más lógica es que muchas de las personas que invirtieron en estos títulos lo hicieron impulsados por la codicia, la cual los llevo a comprar caro un activo del cual no conocían sus riesgos asociados, porque el negocio petrolero es riesgoso y no depende tanto de los excelentes resultados financieros como de la capacidad de la compañía para que por medio de sus campañas de exploración pueda compensar mediante el incremento de reservas la explotación que realiza diariamente, por lo que se entenderá entonces que en ausencia de descubrimientos la solidez de una compañía queda en entredicho llevando a que los inversionistas profesionales comiencen a vender sus posiciones y es aquí donde la sicología y el sentimiento nos pasan la factura, porque entramos a adquirir un activo cuya valoración en muchos casos se basa en el supuesto de la cantidad de reservas “probables” que tiene un prospecto exploratorio, basado en el criterio que proporcionan de manera amable los analistas de las comisionistas de bolsa, quienes se favorecen de manera directa de las operaciones de compra y venta que llevemos a cabo; si no entendemos el negocio petrolero, entonces al realizar una compra bajo este escenario lo que estamos cometiendo es un suicidio financiero, si por el contrario lo hacemos tomando nuestra decisión bajo un punto de vista riguroso que involucre la ubicación y consulta de fuentes de información que nos permitan determinar elementos que aporten en nuestro juicio para valorar el activo bajo un punto de vista fundamental y le mezclamos las herramientas de análisis técnico, tendremos una fórmula que si bien es cierto no garantiza el éxito de nuestra operación, al menos si minimiza la incertidumbre; valga la pena mencionar entonces que análisis similares aplican para los otros títulos que cotizan en el mercado bursátil, commodities y divisas.