No se le escapa a nadie que la anhelada unidad europea está en un estado de precariedad permanente. Cuando no hay problemas, como los hay ahora, los mandatarios se olvidan de la situación grave de deficiencias estructurales propias y ajenas, y lanza nuevas hueros discursos sobre el avance hacia ella. Las dificultades derrumban esos castillos de arena con la facilidad que una olita lamina el castillo de arena del niño en la playa.
Ahora estamos en uno de esos momentos en algunos países ricos y bien gestionados (por eso son ricos, no al revés) se niegan a dar gratis cualquier ayuda para solventar los males económicos de la pandemia. Quieren que esa ayuda sea condicionada a que el país recipiendario haga ajustes estructurales más que llevan décadas décadas sin hacerse.
En mi humilde opinión, la ayuda no puede ser no condicional, pues ahí tenemos los resultado si del déficit del 9% del PIB que decretó Zapatero y solo sirvió para aumentar la deuda. Ser keynesiano no quiere decir ser idiota. La ayuda europea debe aprovecharse para corregir deficiencias estructurales que explican sobradamente el retraso de España respecto a los países más ricos de Europa.
Esos países, sin dogmatismos, deben servir de modelos para ejecutar tales reformas, que deben pasar por cerrar ya de una vez la del mercado laboral, poner nuestro pasivos futuros - pensiones - en orden, y una reforma fiscal que favorezca a los más factores más productivos, y no al revés, como sucede ahora.
Esto es comprar eficacia con el dinero europeo, y no creo que tenga nada reprochable que los donantes quieran asegurarse que no será empleado en demagogias.
Yo, sin embargo, soy escéptico. Creo que nos quedaremos a medio camino de las reformas necesarias, que arrastraremos las cadenas mentales que nos impide sistemáticamente ser un país capitalista (como expliqué aquí), y que seguiremos en la mediocridad, si ésta puede ser eterna, o sujeta a reveses más o o menos duros.
Estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades, independientemente de la pandemia y otras caídas coyunturales. Sin embargo, un gobierno y otro hacen promesas de no reformar las pensiones, de aumentar las rentas de unos y otros, y quimeras imposibles de cumplir.