En palabras de Émile Durkheim,
«una sociedad es sobre todo la idea que se forma de sí misma».
Las ideas y creencias, válidas o no, son las que gobiernan el mundo. Keynes decía que detrás de las acciones de un político están las ideas mal asimiladas y obsoletas de un economista del pasado que no tienen ya vigencia alguna.
¿O creen Uds que el político actúa justo después de haber leído las últimas opiniones contrastadas de los profesionales?
Tenemos un ejemplo en la gestión de la pandemia de este gobierno a través del portavoz de dicha gestión, Pedro Simón, personaje indescriptible que erraba continuamente e sus previsiones por no hacer caso a lo que decían los profesionales. Y hay más:
La desorientación total que muestra este gobierno sobre la crisis económica, sus impulsos de dejarnos sin abastecimiento por su codicia recaudatoria, su tentación de no seguir el consejo de Europa, hablan por sí solos.
Ortega y Gasset distinguían entre las “Idas y Creencias”, librito que recomiendo encarecidamente. Para él, creencias eran ideas automáticas que tenemos de cosas que son obvias para nosotros, como que tendré que bajar tres pisos para salir a la calle, la cual, como siempre, estará llena de gente, tiendas, y coches. Ni pensamos conscientemente en ello.
En Economía se forman creencias, difícilmente borrables, de ideas traspuestas de algún economista famoso y muerto. Se está viendo mucho hoy con lo de la stangflacion, que nunca ha existido, pues la inflación elevada nunca ha impedido que la economía creciera. En la stangflacion de los 1970, lo que trajo la recesión brutal fue una política monetaria stricta, dirigida solo a frenar la inflación. Paul Volcker, presidente de la FED, lo consiguió a un coste cruel para la actividad y el empleo. Todo el Mundo se felicitó tras el paso de huracán, aunque algunos manifestaron sus dudas sobre si era necesario atravesar ese desierto.
En la prensa diaria se puede observar corrientes de opinión de economistas y políticos, y se puede detectar lo que son opiniones de lo que, expresado con rotundidad, no tienenel mínimo fundamento. Aquí el éxito depende de que se diga lo que la gente quiere oír, lo que le reafirma en sus creencias.
Tenemos dos mitades de cerebro completamente distintas. Una es la que se encarga de la la lógica, el racionamiento, y la otra las emociones. Esta última es la da proporciona la felicidad. Los sentimientos de felicidad tienen numerosas fuentes, como todos sabemos. Ambos hemisferios interactúan, no están rígidamente separados. Nosotros racionalizamos los sentimientos, e intentamos cuando nos son propicios guardar su esencia para volver a repetirlos. Es suma, no somos libres e independientes de nuestras pasiones, lo que no garantiza la rectitud con la que juzgamos nuestras acciones y la de los demás.
Con este material es con el que una sociedad se forma una idea colectiva de sí misma. Si esa idea está próxima la idea de felicidad, esa sociedad serán feliz por muchas deficiencias que tenga en su juicio.
Pero lo normal es que haya diferentes fuentes colectivas de esa idea colectiva, por lo que unos serán más felices que otros. Los que se nutren de ideas comunistas no serán felices hasta colectivizar la sociedad suprimiendo la propiedad privada.
Ya que nombramos ésta ¿proporciona al individuo felicidad su propiedad? Ahí dejo la pregunta, para que reflexionen los que quiere castigarle con la expropiación en nombre de una sociedad más feliz.
En todo caso creo evidente que los individuos siente placer en poseer ciertas cosas, sean casas, sean yates. Es evidente por sí mismo. ¿Hay razones para expropiarles en nombre del bienestar general? Un motivo jamás aducido, pero evidente, es la envidia que sienten los pro expropiación por los bienes de que se ufanan tener los otros. Sí, pero los argumentos van por otro lado. Los argumentos van por igualar la renta y la riqueza de todos, sin tener en cuenta las consecuencias económicas nefastas. Nunca ha habido una sociedad comunista funcional y feliz.
Para mí la propiedad es un instinto profundo en el hombre, que además contribuye al avance económico. Abortarlo es, como hemos aprendido del comunismo, un lastre para el desarrollo y un camino a la pobreza extrema. Detrás de sus argumentarios está otro fuerte instinto, la envidia, lo que hace que muchas veces cuando se desata la revolución, la gente más inculta vaya a expropiar no al más rico, sino al vecino al que odiaba por tener algo que el no tenía.
Identifíquese ó regístrese para comentar el artículo.