“Desarrollar algo místico” es, según Mark Pendergrast, la tercera clave del éxito de Coca-Cola y lo cuenta en el epílogo de “Dios, Patria y Coca-Cola". La fórmula del éxito de la multinacional de Atlanta procede de un producto con “un aire de misterio, con un toque de pecado”.
Hace unos meses se reunieron cuatro responsables de empresas, conocidas por su expansión en los últimos veinte años, con la excusa de presentar el libro "Avanzando: Claves para sobrevivir y crecer" de los economistas Oriol Amat y Pilar Lloret. En la conferencia había la representación de dos cadenas de distribución, una compañía del sector sanitario y un fabricante de maquinaria industrial.
En el transcurso de la mesa redonda, Amat preguntó a sus invitados la clave fundamental del éxito de su negocio.
“Pasión por el producto”, “cohesión familiar”, "capacidad para afrontar las adversidades", fueron algunas de sus respuestas. Incluso uno se atrevió a introducir un nuevo vocablo, de cosecha propia, para transmitir el ferviente compromiso de la directiva con la investigación tecnológica.
Todos los adjetivos iban más allá de lo cuantificable y se elevaban a un nivel superior; místico.
Amat explicó los estudios realizados para su libro y listó las características de las empresas, algunas centenarias, que les ha permitido sobrevivir a lo largo del tiempo. A diferencia de las víctimas que se han quedado en el camino, las "buenas empresas" tienen, según él, “un componente familiar” e "invierten en tecnología".
Como si fueran las únicas que compartieran estas características. ¿Acaso eran todo sociedades anónimas las miles de PYMES que murieron en los últimos treinta años? ¿No había pasión en el proyecto empezado por todos los empresarios que fracasaron en el intento? ¿Tampoco pensaron en el desarrollo técnico?
Respecto a la conferencia, pues el libro me negué a comprarlo y no lo puedo criticar, Amat y Lloret nos engañaron con el sesgo de los supervivientes. Aquello era una pantomima.
"La historia la escriben los vencedores" y allí había cuatro que podían inventarse cualquier cosa para justificar su asistencia en la sala. "Pasión", "consistencia", "atrevimiento", "hacer algo que nadie ha hecho hasta ahora"...
A pesar de que su éxito se ha construido diariamente a través de varios componentes – la suerte entre uno de ellos -, una vez en la cúspide deciden cuál se adapta mejor a su discurso. Después, entre los mortales, dan el sermón que quieren.
La casualidad se cruzó en mi camino y días más tarde tuve la oportunidad de hablar con empleados de algunas de estas compañías. Yo, curioso por lo que me habían comentado, les pregunté por las entrañas del producto. ¿Cuál era su secreto? Ni gloriosas alabanzas, ni nuevos términos para introducir en el diccionario. Inversión, horas de trabajo y algún cabreo entre departamentos para sacar adelante un nuevo ejercicio.
¿Tiene eso algo de celestial?