Se trata de una expresión que suelo indicar a las personas que me dicen que “están en
paro”. Es una expresión norteamericana muy positiva; ellos no dicen “I’m unemployed”,
sino “I’m between jobs”. Es ver el vaso medio lleno y no medio vacío.
Desde hace mucho tiempo hemos visto como países de cultura anglosajona se
despegaban de los de tradición católica, hablando desde un punto de vista económico. No
tengo dudas que la filosofía que la religión impregna a la mentalidad de los pueblos, tiene
mucho que ver.
Pero en las últimas décadas, con un proceso de minoración de la importancia de la
religión en las economías más desarrolladas, aparecen otros factores que diferencia a
unas economías de otras. Uno de ellos es el uso del inglés como lengua de comunicación
internacional.
Recientemente, un artículo escrito por Christopher McCormick para el Harvard Business Reviewintenta reflejar qué importancia tiene el uso de esa lengua en el desarrollo de los
países y en el bienestar de los ciudadanos.
Las investigaciones que el EF EPIrealiza sobre el uso de esa lengua globalmente indican
una correlación directa entre el crecimiento del PIB de los países y un porcentaje amplio
de población que domina el inglés como segunda lengua. También una proporción más
elevada de ganancias per capita de sus habitantes, como se muestra a continuación:
No sólo esto, el dominio del inglés como segunda lengua, según esta misma institución,
está directamente correlacionado con la calidad de vida de los ciudadanos, medido en
términos de educación, esperanza de vida, alfabetización y niveles de vida en general.
Los motivos de esas mejoras están originados por:
Una mejor predisposición de las empresas a exportar y tener mayores relaciones con
empresas de otros países a nivel mundial, sin restricciones por motivo de la buena
comunicación.
Mejor aprovechamiento de las oportunidades que nacen en otras economías, tanto para
las personas como las empresas.
Una mayor flexibilización en las formas de trabajo.
Ampliación del abanico de posibilidades a nivel empresarial y la forma de hacer negocios.
Una ganancia importante en el nivel cultural y de conocimientos de las personas, queles permiten orientar mejor sus carreras profesionales aprovechando oportunidades y
sinergias que sin el uso de esa segunda lengua, las tendrían casi completamente
vetadas.
Obviamente, las empresas cuando quieren internacionalizarse tienen muy en cuenta en
qué países se habla mayoritariamente inglés. Es mucho más fácil contratar personas de
esos países, que desplazar a directivos y resto de empleados a otro continente, tal vez.
¿En qué posición estamos nosotros? Pues en la 23 de los 60 países analizados por la EF EPI, por encima de la media, pero muy alejados de las primeras posiciones a pesar de
ser la cuarta economía de la UE, donde nos encontramos exactamente en el puesto 21,
es decir en la cola.
Colores oscuros indican alto grado de inglés y colores más claros, menores. Informe completo en este enlace.
Dos cuestiones a destacar:
Los países de las primeras posiciones tienen una característica común: son países con
relativa escasa población y tienen una lengua que sólo se habla en su país, por tanto
históricamente no les ha quedado otro remedio que aprender otra lengua para
comunicarse con el resto del mundo. A raíz de este hecho, es lógico pensar que desde
hace décadas la importancia del inglés haya sido crucial en su cultura y economías.
La lista de los países por delante de España prácticamente son todos europeos del
norte y centro del continente. Las excepciones fuera de Europa son Malasia con el
puesto 11, Singapur con el 12, Argentina con el 19 e India con el 21. Curiosamente los
dos primeros países son punteros a nivel mundial en comercio y tecnología. Y no es
casualidad.
¿Qué hace nuestro gobierno? Como en muchas otras cosas, ir en contrar de la lógica,
impulsando recortes importantes en educación, y muy especialmente en el aprendizaje de
idiomas. Los recortes en nuestra red de Escuelas Oficiales de Idiomas han sido brutales.
Nada que ver con nuestros socios del norte de Europa.
Dar un cambio de política lingüística sería vital para que los españoles no tuviéramos que
decir, en el mejor de los casos, “I’m between jobs”, no porque supiéramos decirlo en
inglés, sino porque tendríamos una situación laboral mucho mejor que la actual.