Suele existir en el mundo de la inversión un acalorado debate acerca de lo que es invertir y lo que es especular. La inversión suele relacionarse con el enfoque en los fundamentales de la empresa, su rentabilidad futura, el largo plazo y la paciencia, mientras que la especulación se asocia con el corto plazo, el uso de modelos matemáticos, el egoísmo, la avaricia y el desequilibro. Lo cierto es que el esquema de la función empresarial como coordinadora de los desajustes que existen en el mercado es puramente especulador, en el mejor de los sentidos.
El especulador no es más que el empresario que ve desde lejos lo que se avecina, y ya sea en distintos puntos del mercado o en distintos momentos en el tiempo, el empresario siempre especula. Todo empresario se aprovecha de la diferencia que cree descubrir entre los costes en lo que estima incurrir y los beneficios que pretende obtener, ya sean presentes o futuros, de modo que al especular coordina la sociedad y elimina errores previos. El beneficio es tanto la brújula como la recompensa en ese proceso.
En un nivel superior, cuando los inversores tratan de valorar correctamente los beneficios futuros de un proyecto empresarial concreto, pueden surgir diferencias entre el precio de mercado (las relaciones de intercambio recientes) con la estimación de los beneficios futuros. Es aquí cuando el papel del inversor en valor cobra protagonismo al poner en evidencia dichas incoherencias, infravaloraciones o sobrevaloraciones, y ajustarlas llevándose un beneficio extra. <<A través de un cuidadoso análisis fundamental de la empresa, un buen analista puede hacer una valoración del negocio mucho más fidedigna que el precio de mercado, y dicha diferencia se puede arbitrar, ya sea vendiendo (posiciones cortas) o comprando. Los arbitrajistas desempeñan una función esencial en el mercado, pues dan una valoración correcta al capital para que sepamos cuál es el sector más atractivo para invertir, para llevar el ahorro, para saber qué sectores debemos desarrollar>> Juan Ramón Rallo. Teoría Económica del Value Investing.
El hecho de que el precio de las empresas tecnológicas en los años 90 o de la vivienda den los 2000 suba y se asignen los escasos recursos ahorrados de la sociedad en esas malas inversiones es una clara descoordinación. Si hubiera habido buenos analistas que hubieran vendido al descubierto los valores pinchando esas burbujas, se habría evitado que miles de personas inmovilizasen su capital en esas inversiones destruyendo valor; y al revés, poniendo en valor negocios que ahora no lo tienen, hay una asignación mucho más rápida del capital hacia ellos.
Los inversores en valor, por tanto, cumplen una función social muy importante como inversores estabilizadores y señalizadores de las necesidades de capital más urgentemente demandadas intertemporalmente por la sociedad.
Todo, por tanto, es una especulación. Sin embargo, a nivel coloquial, sí podríamos realizar una diferencia tanto en el método de valoración como en el plazo de inversión. Por un lado, la inversión se caracteriza por su perspectiva empresarial, y por tanto por la paciencia y el plazo medio o largo,3 o 4 años mínimo, el plazo que usa un emprendedor o un empresario para ver madurar sus proyectos. Una inversión en un plazo de minutos, horas o días, no sería tal, pues probablemente se base en información irrelevante (como modelos basados en el precio histórico), y no en la realidad de la empresa. En ese plazo de tiempo tan corto, y a no ser que sea una situación especial, la nueva información genera una incertidumbre tan grande que nada tiene que ver el resultado con los flujos generados por los activos. Eso se podría llamar especulación, en un tono más peyorativo.
Además del plazo, se puede denominar inversión a la asignación de capital que se realiza fijándose en la capacidad de generación de beneficios futuros de los activos subyacentes, y especulación a la que se realiza tratando de estimar las expectativas futuras de los demás sobre el activo en cuestión. Alguien invertiría si compra una granja estimando lo que van a producir sus activos en el futuro, y especularía si la compra se basase en la estimación de que al mes siguiente quizá puede revender la granja a otro por más. Ambos métodos se basan en estimaciones, pero uno estima el valor que los clientes de la empresa asignarán a sus productos en el futuro, y el otro trata de estimar las expectativas futuras de los demás, en un juego circular que puede no terminar nunca y alejarse de la realidad de la empresa.
Cuando entendemos que es el ahorro (y no el consumo), transformado en un entramado de bienes de capital bien invertidos, lo que provoca el crecimiento económico y hace que una sociedad sea rica o pobre, podemos entender la importante función social que cumple la inversión para tratar de coordinar de la mejor manera posible el presente con el futuro, asignando de forma eficiente el ahorro disponible en la sociedad.