No
warning can save people determined to grow suddenly rich., Lord Overstone
Como en toda crisis que
ha existido, las semillas fueron sembradas tiempo antes, durante el auge y los
tiempos de aparente prosperidad absoluta. En 1820 Argentina de pronto se
convirtió en la atracción de moda para los inversores y especuladores de la City
de Londres. Trecientos nueve años
después de su descubrimiento en 1515 por el explorador español Juan diaz de
Solis y 14 años después de su proclamación de Independencia en 1810, la City se
dio cuenta de la existencia de argentina. En el Parlamento Lord Russell había
dicho: “Cuando personas con buenas
razones toman las armas contra el opresor, es un acto de justicia y generosidad
asistir a los hombres valientes en defensa de sus libertades”.
La City interpretó estas
palabras idealistas (que Lord Russel había
tomado prestadas de Emmerich von Vattel, el campeón suizo de los derechos del
hombre) en su particular forma materialista. Para los financieros las
palabras significaron que cualquier persona con una “buena razón” podría
obtener un préstamo y de hecho casi todos lo obtuvieron. España, Guatemala,
Nicaragua y Grecia fallaron en cumplir el pago de sus intereses al vencimiento.
Colombia cayó en default desde el primer pago de intereses. La gente comenzó a
especular con préstamos gubernamentales y después pasaron a especular con
dudosas acciones de mineras de oro. Tentadoras y elocuentes circulares (las ahora llamadas newsletters)
prometían riqueza de los Andes y sus cordilleras. Un prospecto de inversión
apuntaba que esto “no era una operación
especulativa ni problemática ni un esquema ingenioso.” Era prometido que “las perlas se podían encontrar a la orilla
de las costas de Colombia”, que había tantan plata en Perú “que todos los utensilios de uso diarios estaban hecho de ella.”
Las personas escépticas decían que “una
mina es un agujero en la tierra que pertenece a un mentiroso.”
El primer préstamo
argentino, a 6%, de un millón de libras
fue ofrecido a 85 por los Barings en 1824. Cuatro años después cayó en default
y se pudo consolidar hasta 1857. A pesar de esta primera experiencia
incumplida, los financieros serios y los escépticos especuladores consideraron
a Argentina una maravillosa inversión. Por qué? Nadie lo sabe. En vez de pagar
el interés de los cupones al vencimiento, los argentinos ofrecieron promesas de
un mejor futuro para todos. En los 1870s el país sufrió una crisis severa y fue
salvada por los Barings, quienes tenían más poder y más recursos que muchos
gobiernos.
De repente la marea
cambió y Argentina comenzó a prosperar y tener auge, como si tratara de cumplir
las promesas hechas de un mejor futuro. En 1870 llegaron 40 mil emigrantes;
para 1889 260 mil esperanzados mas llegaron. En 1878 Argentina comenzó a
exportar trigo y tres años después introdujeron el patrón oro. Parecía como si
los Barings una vez más habían hecho una fortuna en el mercado. Por toda
Europa, los inversores estaban fascinados por la “Segunda América”. Entre 1881
y 1889, los bancos británicos hicieron préstamos a Argentina por 85 millones de
libras. En la mayoría de estos préstamos Barings era la casa líder.
El flujo constante de
dinero desde Londres creó un placentero sentido de euforia en Argentina. La
gente comenzó a creer que este feliz estado de las cosas iba a durar para
siempre. La confianza seguía inquebrantable incluso cuando Argentina suspendió
el patrón oro en 1885, cuatro años después de haber sido establecido. La
defectuosa planeación fiscal creó inflación y la inestabilidad política causó
problemas, pero aún así la prosperidad continuó y gradualmente se convirtió en
un boom incontrolable. En 1888, Argentina recibió 36 millones de libras en
préstamos desde Europa.
La euforia se convirtió
en el estado mental nacional de Argentina. Los precios de la tierra subieron a
las nubes; ferrocarriles fueron construidos para un tráfico que nunca existió;
se establecieron bancos para clientes que todavía no llegaban. Todos vivían del
dinero de alguien más; a su debido tiempo los inevitables estafadores y
tiradores astutos aparecieron en la escena. El oro subió a un Premium de 320%.
En Londres algunas
personas cautelosas comenzaron a preocuparse. Un periódico escribió en
diciembre de 1888 que muchas emisiones extranjeras en Londres habían causado
salidas de flujos de oro, lo cual debería poner a pensar a los líderes dentro
del negocio de las emisiones. En los 6 años anteriores Barings había recaudado
95 millones de libras destinados a deudores extranjeros. Argentina estaba al principio
de la lista, seguida por Uruguay. Recientemente un préstamo para Buenos Aires
había resultado imposible de colocar.
Para detener la fuga
constante de oro el Banco de Inglaterra subió su tasa de interés de 3 a 4% en
junio de 1890, y semanas después a 5%. Para finales de octubre había un
sentimiento de nerviosismo en Lombard Street, que pronto se esparció por todo
el distrito financiero. Se suspiraba el nombre de cierta Casa financiera que se
había dicho tenía grandes compromisos en Argentina. Se rumoraba que esta Casa
había incrementado recientemente la cantidad de sus letras en circulación.
En noviembre 7, la tasa
del Banco de Inglaterra fue subida a 7%. No fue un viernes negro pero sí uno
bastante gris. William Lidderdale, el Gobernador del banco, estaba tratando de
proteger las reservas menguantes de oro contra las continuas remesas hacia
América del Sur. Los rumores comenzaron a crecer acerca de cierto Banco de
Inversión. Los rumores iban siendo más preocupantes a cada hora. Lidderdale
cogió coraje para recibir malas noticias, pero hasta él se sorprendió cuando
supo que Barings podría quebrar.
Aparentemente la
filosofía conservadora acerca de los riesgos y la regla de la casa de
“Seguridad ante todo” que las generaciones previas habían desarrollado con
tanta perfección, habían sido abandonadas.
Se comenzó a susurrar y
un sábado por la mañana se vio al director de Hambros (otro gran banco de inversión) dirigirse a la Casa Rothschilds,
quienes habían estado en Barings la noche anterior. Corre el rumor que después
de la reunión con los Rothschilds Sir Everard Hambro fue a por el Gobernador
del Banco, Lidderdale, y le dijo que Barings estaba muy involucrado y que sólo
hasta el lunes podrían saber si ellos pueden seguir o no. Barings Brothers
tenía obligaciones por 21 millones de
libras y necesitaban ayuda urgente, de lo contrario suspendería pagos. La
crisis argentina los había dejado con grandes bloques de deuda sin valor e
invendible. Su negocio seguía siendo fuerte, pero sus activos estaban
parcialmente congelados.
El primer pensamiento de
Lidderdale fue que la caída de Barings arrastraría a muchos bancos más y
sumergiría a la City en el mayor pánico de la historia. Esto no debe pasar bajo
ninguna circunstancia. Lidderdale estaba convencido que Barings no era una
causa perdida. Lo único que necesitaban era tiempo. Él habló poco pero mando
una nota al Exchequer pidiéndole que viniera a la City el Lunes.
Más tarde esa misma
mañana de sábado hubo una reunión top-secret en Hambros. Lidderdale había ido
seguido por dos de los socios de Barings. Los Barings le enseñaron al Gobernador
su balance que según las notas de Lidderdale era lo suficientemente negro, pero
no era claro ni decisivo. Hasta el lunes tendrían cifras mas exactas. Pco mas
se dijo en la reunión. Al dejar Hambros, Lidderdale decidió que no dejaría que
los Barings arruinaran el resto de su fin de semana. Así que se fue a casa y
pasó el domingo con su hijo pequeño en el Zoo.
Mientras tanto, el
Exchequer había recibido la nota de Lidderdale, la cual encontró muy alarmante
según lo escrito en su diario. Él pensó que el dilema era entre Barings o la
fuha de oro del Banco Central. Si era Barings, la crisis de 1866 donde otro
banco de inversión, Overend-Gurney&Co, cesó los pagos sería insignificante
comparada con la de ahora.
El lunes cuando el
Exchequer llegó al Banco de Inglaterra y se entrevistó con el Gobernador
Lidderdale, le dejo claro que por ningún motivo el Banco de Inglaterra podía
interferir para salvar a un banco insolvente. Pero si Barings comprobaba que
era solvente, entonces prometió todo el apoyo en su poder.
“Dije, las grandes Casas
deben juntarse y dar las garantías necesarias”, escribió el Exchequer Goschen
en su diario. Todavía un poco alterado, Goschen dejó el Banco y fue a consultar
al Primer Ministro y a WH Smith First Lord del Tesoro.
Mientras tanto Lidderdale
se cercioró que las reservas del Banco de Inglaterra fueran 10,815,000 libras,
totalmente inadecuadas en caso de que hubiese serias dudas de la solvencia de
Barings, pero él estaba seguro que le Banco debía ser protegido. Le pidió al
Exchequer que utilizara sus influencias con los Rothschilds para obtener varios
millones del Banco de Francia y al mismo tiempo hablar con el gobierno
Argentino acerca de los valores desprestigiados. Él sabía que la segunda tarea
sería difícil, probablemente imposible.
Goschen habló con los
Rothschilds, quienes a su vez hablaron con el Banco de Francia en París. El
Banco de Francia prometió prestar al Banco de Inglaterra 3 millones y medio de
libras en oro.
El miércoles noviembre
12, Barings presentó su balance con obligaciones por 21 millones de libras, de
las cuales 16 millones eran aceptaciones bancarias. Había activos por 24
millones de libras. Sin embargo, y esto era el quid de la cuestión, los activos
incluían 750 mil libras en deuda argentina y dos millones en deuda de Uruguay,
los cuales no tenían precio de mercado en ese momento. Aun así, si daban suficientemente
tiempo y ayuda a Barings de urgencia y antes de que la crisis empeorara y
explotara, todo podría terminar bien.
En su diario Goschen
escribe como de una forma muy astuta y energética Lidderdale había hecho
arreglos con los Rothschilds. Un comité argentino fue formado con Lord
Rothschild a la cabeza. Para las 12 del día del miércoles, 3 millones de libras
en oro habían llegado de París. Y 1,150,000 libras fueron compradas a Rusia.
Sólo aquellos tras
bambalinas sabían las razones detrás de la compra de oro a Francia y a Rusia. Sigilo
no era una palabra vacía para los Victorianos. El viernes 14, John Daniell,
importante figura de la City y miembro de Mullens&Co llegó a con Lidderdale
y le pidió al gobernador que hiciera un pronunciamiento. “Dicen que algo
terrible está sucediendo”, dijo Daniell. “Y están hablando de las Casas grandes,
las mas grandes”.
Lidderdale no dijo nada.
Y el Exchequer Goschen negó absolutamente ayudar a Barings. Mencionó que un
acto así tendría que ser llevado al Parlamento quien solo echaría mas leña al
fuego.
No se sabe quién fue el
primero que mencionó una garantía colectiva. Casi todas las partes involucradas
mencionan esta idea en sus respectivos diarios. El propio First Lord del Tesoro
le prometió a Lidderdale enviar un cheque por cien mil libras de su bolsillo
para demostrar que Barings sólo podría ser salvado con garantías privadas. “Pienso
que habría sido una desgracia nacional si Barings hubiese caído”, escribió WH
Smith.
El viernes noviembre 14
por la noche, Lidderdale pudo ver las cifras finales de Barings que mostraban
que el banco era solvente pero que necesitarían 8 o 9 millones de libras para
cubrir sus obligaciones inmediatas. Visitó al Primer Mininstro y le pidió que
le gobierno incrementara su balance con el Banco de Inglaterra. El Primer
Ministro titubeó.
Lidderdale le respondió bruscamente
que si el gobierno no ayudaba al Banco de Inglaterra a aliviar algunas de las
posibles pérdidas derivadas de los reembolsos que se demandaban sobre las notas
de Barings, entonces el Banco tendría que comenzar de una vez a devolver y
desechar todas las notas de Barings. El Primer Ministro accedió entonces a que
el gobierno asumiría la mitad de cualquier pérdida que resultará entre las 2pm
del viernes y las 2 pm del sábado. Eso era todo lo que Lidderdale quería
escuchar. Había tomado la decisión de crear el fondo privado de garantía para
que la garantía del gobierno fuese únicamente superflua. Aun así, era bueno
tener el apoyo del Primer Ministro.
Lidderdale había
recaudado 3,250,000 libras en el fondo de garantía privada, de los cuales un millón
habían sido aportados por el Banco de Inglaterra. Pagando así generosamente la
deuda moral que tenía con Barings quienes habían rescatado a la vieja dama de
Threadneedle Street 51 años antes.
En la lista de
contribuyentes al fondo de garantía para Barings estaban los nombre mas
prominentes de la City. Lo mas sorprendente fue que la transacción de llevó a
cabo en tan solo 40 minutos. La alternativa era obvia y no muy agradable.
Lidderdale también llamó
a los bancos comerciales quienes quedaron estupefactos al conocer la crisis de
Barings porque sus notas eran ampliamente usadas y de la mejor reputación. Los
bancos comerciales sugirieron que duplicarían el fondo de garantía, algunos de
ellos incluso aportaron más que los Rothschilds. Uno de los representantes
sugirió dejar que las cosas siguieran su curso, a lo que Lidderdale respondió
que en ese caso él cerraría la cuenta de ese banco con el Banco de Inglaterra y
lo anunciaría en los periódicos. Esa amenaza hizo que el representante reacio
se volviese a alinear.
La mañana del sábado
Lidderdale ya tenía un fondo de garantía privad para Barings por 6 y medio
millones de libras, suficiente para liberar de toda obligación al Tesoro.
Goschen recibió muy bien la noticia y supo que todo estaba resuelto. Al final
de ese mismo día Lidderdale había logrado aumentar el fondo a 14 milllones de
libras en total.
Al final la City, en una
notable demostración de unidad, logró recaudar 17 millones y medio de libras
para Barings. Ayudar a Barings se convirtió en algo así como un símbolo de
status. Barings sin duda alguna había demostrado la diferencia entre un buen
nombre y un gran nombre dentro de la banca de inversión: un buen nombre es
bueno en tiempos normales, pero un gran nombre es bueno incluso en las crisis.
No hubo pánico en los
bancos. Lo que pudo haber sido el peor pánico en la historia de la City fue
evitado.
Tiempo después y con las
aguas tranquilas la opinión de la City fue expresada muy bien por Sir John
Clapman: “la acusación que se puede hacer contra Barings es que en su afán de
hacer negocios no consideraron todos esos proyectos mas fría y sabiamente”. Barings
había ido mas allá de los límites de la prudencia escribió el Times.
El Mercado de Valores de
Londres reconoció que fue gracias a la habilidad magistral de Lidderdale que la
crisis pudo evitarse. La City también expresó su reconocimiento por la
admirable y efectiva forma en que Lidderdale condujo la situación.
…
El texto arriba es un
extracto de traducción libre basado en el genial libro “The Merchant Bankers”
de Joseph Wechsberg. Podemos ver que la historia sí que rima y rima muy bien.
Cada quien puede sacar sus conclusiones y relaciones, pero algo es obvio,
conocer la historia y leer más acerca del pasado como periódicos o libros
viejos, a veces da una imagen más clara sobre el presente y el futuro.
La historia me gustó tanto y me divertí tanto al leerla que quise compartirla con vosotros. El libro lo recomiendo totalmente, tiene grandes historias de los grandes bancos de inversión ingleses. Excelente para entender un poco mas este mundillo, porque muchas cosas cambian, pero todo permanece igual.