En la primera parte de este ensayo divulgativo (post anterior), había intentado explicar la visión de Hayek, con la cual buscaba, impulsado por Lionel Robbins, refutar las opiniones de Keynes. Y digo opiniones porque Keynes estaba en proceso de consolidación de su visión definitiva, que cristalizaría en su libro definitivo “La teoría general...”, que sólo aparecería en 1936, cinco años después del duelo con Hayek.Esbozamos un esquema de la teoría austriaca, de Hayek, en que lo principal es que la economía se auto regulaba por sí sola mediante la fluidez de los precios para adaptarse a la nueva situación. Así, por ejemplo, en el centro de dicha teoría, el tipo de interés de equilibrio era el que igualaba el ahorro con la inversión. El ahorro era la oferta de fondos prestables y la inversión la demanda, y si había un ciclo bajista, aumentaría el ahorro, lo cual bajaría el tipo de interés y eso no dejaría de estimular la inversión. Otro ejemplo era el del paro que aumentaban en el ciclo bajista, lo que comprimiría los salarios, y eso incentivaría nuevas contrataciones. Todo, por tanto, tenía un mecanismo auto regulatorio, al que lo único que no se podía exigir eran prisas, pues era lento y había que tener paciencia.
Pero Keynes no estaba de acuerdo con la paciencia, pues en su opinión esos ciclos eran aveces muy largos y tendían a producir largas reacciones en cadena, acumulativas, sin garantía de que alguna vez volvieran al equilibrio de pleno empleo. Desempleo creaba más desempleo, pues los salarios eran muy lentos en bajar (aparte de que no estaba claro que la bajada de la renta nominal ayudara a aumentar el consumo), y el tipo de interés nunca llegaba a la supuesta igualdad ahorro-inversión, además de que ya se estaba dando cuenta la importancia del dinero en la determinación de tipo de interés. Para Keynes, ya veremos cómo, había que intervenir para frenar la subida de ahorro y estimular el gasto en consumo e inversión. Para Keynes, en economía, no había tendencia natural al equilibrio, sino lo contrario. Para Hayek, había un equilibrio que llamaba “natural” (no sé si derivado de la “mano invisible” de A. Smith), y no respetarlo era empeorar la actitud cosas.
A partir de aquí, el debate se enconó, y Keynes, que no mostraba que fuera de su máximo interés (estaba absorbido por su “Teoría general del empleo, el interés y el dinero”), eligió a uno de sus seguidores, Piero Sraffa, para que hiciera de duelista por él (Sraffa tiene su propio interés, pero de momento lo dejaremos como un simple nombre).
A Sraffa le encargó Keynes que hiciera una crítica al libro “Precios y producción”, resumen de las 4 conferencias que Hayek había dado en la London School. Lo primero que hizo fue criticar la idea hayekiana de que el dinero era “neutral”, que no tenía influencia en la producción. Adelantándose a una pieza crucial de Keynes, dijo que el dinero era un depósito de valor, es decir, un activo, y que desde luego tenían influencia en la producción. Para Hayek, el dinero no podía aumentar ni reducir la producción, pues ese aumento era ficticio e insostenible, y tare o temprano eses exceso desaparecería y se volvería al nivel de producción anterior. Más adelante veremos cómo esto se convierte en una de las aportaciones más importantes de Keynes. Para Hayek, era el punto crucial de su modelo: todo ahorro forzoso a base de creación de dinero crearía una inversión ficticia que se disiparía al desaparecer mismo. Ergo, todo impulso dado por otro camino que el “natural“, se disiparía en el aire al desaparecer el artificio empleado. Ese impulso serían creación crediticia que aumentaría la inversión, pero todo el tipo de interés volvería inevitablemente a su nivel natural, habiéndose creado un capital artificial e inservible.
No hay duda de que, como Hayek reconoce, es el punto álgido de su modelo.
Por su parte, Sraffa había metido el dedo en la llaga al criticar la teoría monetaria de Hayek, pues resultaba una teoría adecuada para una economía de trueque, sin dinero, lo que ciertamente había dejado de ser vigente desde tiempos remotos. Había UN tipo de interés para todos los bienes, definido por el plazo de vencimiento y el riesgo, y no un tipo de interés para las manzanas y otro para los cerdos. Cada bien es traducible a riesgo y plazo del préstamo, sea de la calidad que sea. Si hay dinero, hay un tipo de interés a partir del cual se calculan los intereses de cada línea de crédito, y si no hay dinero, efectivamente es mucho más difícil calcular cuánto cuesta en manzanas el préstamo de un cerdo. Ese es uno de los motivos por el que el dinero abarata el sistema de producción.
(En la próxima entrega, espero que la última, intentaré cerrar los dos modelos)