Cuenta la Historia (incluida la de la LOGSE) que Grecia fue una región próspera y floreciente cuyos primeros asentamientos conocidos datan del 700 a.C. en la denominada Caverna de Petralona (sita en la actual Macedonia). El acervo legado por la Península Helena es inconmensurable. Su indeleble e impagable contribución en las más diversas disciplinas y campos del saber, está exenta de toda duda incluso para ilustres profanos, como el Sr. Tsipras y su siniestro prosélito, Varoufakis.
Es este último del que, podríamos decir, haciendo una regresión histórica cuasi Orwelliana, que se erige como el hodierno Belerofonte, convidado a la gloria del Olimpo si estoicamente, consigue dar muerte a la Quimera (Troika).
Por no caer en el síndrome de Jorge Valdano, descrito como el exorbitante empleo de retórica y prosopopeya, y lo más importante, por no hastiar al lector, comenzaremos sin dilación alguna a ventilar lo que ya habrán podido imaginar, la situación griega.
El antaño país del Dracma se mueve por obtusos y sinuoso vericuetos. Situación provocada fundamentalmente por un galopante problema de deuda pública (recordemos que es del 176% sobre PIB), después de haber realizado una quita del 75% de su monto nominal de deuda, ex intereses, como les gusta contarlo a ellos, en 2012. Además de una indecorosa falta de responsabilidad crediticia, un déficit estructural insostenible y un sistema financiero hipertrofiado y sobredimensionado, como en el conjunto de a UE, por otro lado.
Ulpiano, conspicuo jurisconsulto romano, decía que “justicia es dar a cada uno lo que es de suyo”. Por lo que no sería legítimo atribuir la total responsabilidad al ejecutivo griego de turno. Si es legítimo y a todas luces necesario, decir que en el año 2001, Grecia pasa a formar parte de la moneda única, adulterando farisaicamente los ratios de deuda soberana, déficit y riesgo país. Todo ello con la connivencia de los plutócratas de Bruselas y del BCE (culpable directísimo de la crisis de deuda, que no financiera, que asola al Viejo Continente). Y por que no decirlo, con la inestimable colaboración de JP Morgan y Goldman Sachs, sobre todo este último, que reconoció haber utilizado swaps de divisas para maquillar las cuentas helenas.
Así las cosas, si asumimos que Grecia nunca debió entrar en el euro, es preceptivo argüir que tampoco debió ser rescatada, máxime cuando en el período de 3 años (2012-2015), volvió a situar su escandalosos guarismos de deuda en el 176% sobre PIB actual, después de la quita, no olvidemos del 75% de los prestamistas comunitarios. Y mucho menos, cuando el mecanismo de financiación es con cargo al bolsillo del ya extenuado y saqueado contribuyente europeo.
La creación artificial de crédito, el acceso ultra barato del mismo, la compra masiva de deuda pública vía QE y las demás desideratas del Mesías del S. XXI, el Sr. Draghi crean un incentivo perverso para que campe a sus anchas lo que podríamos denominar, en palabras del genial Juan Ramón Rallo, como capitalismo de amigotes o socialismo para ricos. Porque asumir beneficios y socializar pérdidas, JOROÑA QUE JOROÑA, sabemos hacerlo todos, Sr. Draghi.