Hace un par de semanas escribí un texto referente a la crisis que desde mi opinión amenaza a Francia. Basaba esta impresión en varias alarmas procedentes de diversos medios especializados y economistas, sobre todo lo referente al descontrol de su alta deuda pública, la creciente tasa desempleo y el más que evidente estancamiento en el PIB.
Pues bien, parece que Italia sigue los mismos pasos.
Durante la peor etapa de crisis de la deuda pública de algunos países de la periferia de la UE, entre los que también estamos nosotros, Italia estuvo al borde del abismo, es decir estuvo a un paso de la bancarrota, del default público. La ayuda del BCE comprando deuda de estos países ayudaron a contener fricciones.
Ya a finales de 2011 escribí sobre el caso de Italia y las políticas que en aquel momento estaba llevando a cabo su Primer Ministro Mario Monti. Con seguridad una parte de la responsabilidad de que Italia no haya sido rescatada está en esas medidas de ahorro. No obstante la deuda sobre el PIB hace tiempo que ha superado el 120%, todo un reto para una economía en estancamiento.
En relación a esta idea, las políticas macroeconómicas de los países OCDE en las últimas décadas siempre se han basado en el mismo principio: promover el crecimiento. Como se trata de reducir el ratio entre deuda pública y PIB, y dado que los responsables políticos no saben (o no quieren) reducir el numerador, la solución pasa por incrementar el PIB. Pero atención, el incremento del PIB no siempre es posible, independientemnete de los frenos a un crecimiento exponencial en un mundo de recursos finitos. Y no es posible porque para obtener un crecimiento permanente del PIB debemos contar igualmente con una demanda de nuestros productos (y servicios) creciente, cosa que no se da en términos globales. Una economía puede exportar, y la nuestra lo hace como solución al bajo consumo, pero las importaciones hacia otros países tienen sus límites. Por si fuera poco, esta estrategia es compartida por todos los países europeos, que en mayor o menor medida están padeciendo el problema de la falta de consumo interno.
Aunque sea repetitivo, insisto que ese problema fue zangado durante décadas (aproximadamente desde los años 80) con el incremento del endeudamiento de las familias y las empresas (también de los gobiernos). Mientras existía la posibilidad de hacer crecer el endeudamiento, el consumo también se podía incrementar. Desde que el crédito tocó su techo, el mismo no puede hacer otra cosa que reducirse.
Italia no sufrió en tan gran medida la estúpida burbuja inmobiliaria que sí padecimos nosotros, pero sí es cierto que una buena aparte de su consumo estaba basado también en un incremento del endeudamiento de su economía. Llegada la crisis financiera mundial, el consumo se retrae. Sin medidas incentivadoras, no hay inversión suficiente que supla esos frenos y por tanto Italia se enfrenta a un estancamiento duradero.
En cualquier caso, buscar el crecimiento per sé, porque los gobiernos no sepan reducir sus dispendios, es un señuelo para disimular lo insostenible de la situación.
Autores como Federico Fubini, famoso columnista en asuntos financieros y autor de “We are the revolution”, no dudan en calificar la situación de su país como de japonización, camino de dos décadas de estancamiento. Una superestructura administrativa pública que los sucesivos gobiernos no han sabido reestructurar, un sistema fiscal que premia sobremanera el ahorro y no la inversión, haciendo mucho más interesante comprar deuda del Estado que invertir en un negocio, han terminado por minar la economía italiana.
Me temo que sin establecer medidas político-económicas valientes, cambios radicales en su política fiscal,… Italia se convertirá en poco tiempo en el Japón de Europa.
La duda que tengo es si Italia tendrá ese papel en solitario u otros países, como Francia y España, lo compartirán. Posiblemente.