La receta de nuestros
gobernantes para combatir la crisis sigue basada en exprimir al contribuyente y
además, lejos de reducirlo, aumentar el gasto público. La solución más fácil
para intentar sanear las cuentas del Estado: a costa de la economía privada,
que a su vez trata de reducir su deuda. Mientras tanto, otro país europeo que
ha sufrido de manera importante los efectos de la crisis ya empieza a notar los
resultados de sus métodos, antagónicos de los favoritos de quienes nos
gobiernan.
La revista ‘Forbes’
elabora desde 2006 una clasificación anual de los mejores países del mundo para
hacer negocios, teniendo en cuenta parámetros como el derecho a la propiedad,
impuestos, tecnología, corrupción, libertad o burocracia. Los resultados de
este año dejan a la República de Irlanda en primera posición, por delante de
Nueva Zelanda, Hong Kong, Dinamarca y Suecia.
En el top 25 se
encuentran países como el Reino Unido, que ocupa el 12º lugar, los Estados
Unidos, en el 14º, o Alemania, en la posición 24, justo por delante de
Lituania. ¿Y España? Bueno, ‘La Roja’ juega muy bien al fútbol, “no somos
Grecia” y “llueve mucho”. Dicho con acento argentino o venezolano.
Según la publicación
estadounidense, “Irlanda puntúa alto en todos los ámbitos al medir la facilidad
que existe en el país para hacer negocios. Es la única nación que se encuentra
en el 15% superior en cada uno de los 11 indicadores que examinamos y está
cerca de la cima en baja carga tributaria, protección del inversor y libertad
personal”.
Los tres últimos
parámetros mencionados son tan redundantes como vergonzosos en nuestro país.
Aquí se impone la “argentinización”. Es decir, la hipertrofia estatal, la
creciente presencia de los políticos en todos los ámbitos de la vida a costa de
la iniciativa privada y el populismo. En otras palabras: los impuestos
abusivamente altos, la corrupción y el desempleo. Todo con carácter
estructural, sin esperanza de mejora.
Si es grave que los
gobiernos tanto central como autonómicos no se plateen el establecimiento de
otras medidas, más lo es aún que una gran parte de la sociedad española vea
necesario profundizar en las actuales. A este paso nos cambiará hasta el
acento.