El Área de Libre Comercio de las Américas, conocida formalmente como ALCA, se constituye en sí misma como una extensión del NAFTA, el cual es un tratado de libre comercio que une las economías de Canadá, México y los Estados Unidos, en una economía de escala de carácter netamente regional, carente de organización política y social centralizada, difiriendo del modelo propuesto por la Unión Europea; en el cual se cuentan con estas entidades que buscan coordinar los esfuerzos políticos, sociales y económicos del bloque como un todo; no obstante esta diferencia ha resultado ser beneficiosa para los tres países, quienes mantienen su independencia para actuar frente a las crisis que afecten su situación geopolítica en el mundo.
Al igual que su par europea, la integración de estos tres países a nivel de infraestructura se encuentra bastante desarrollada, en la cual comparten medios de trasporte y energéticos, adicionalmente estos tres países contribuirán con un fondo de 13 mil millones de dólares, para constituir un fondo administrado por el Banco Interamericano de Desarrollo, con el fin de fortalecer los proyectos de infraestructura utilizados para integrar de manera activa las tres economías, este hecho es de trascendental importancia de cara a conformar un bloque económico sólido y competitivo en un entorno macroeconómico globalizado; sin embargo aún dista mucho del escenario Europeo, el cual si bien es cierto enfrenta una crisis debido a la ausencia de coordinación de la política fiscal por parte de sus países miembros, la existencia de organismos de coordinación centralizados han permitido definir políticas tendientes a lograr una identidad regional sostenible en el corto y mediano plazo.
Ahora bien, retomando el concepto de área de libre comercio de las Américas, considerando el continente como un todo, se puede apreciar un escenario con un mayor nivel de complejidad, no solo por los antecedentes históricos de revanchismo entre los países latinoamericanos entre sí, sino de estos con sus pares del continente norteamericano; adicional a este hecho destaca el atraso en infraestructura del continente centro y suramericano, en el cual la integración por medio de vías de comunicación terrestre es casi nula, no obstante este hecho pueda ser considerado como una valoración negativa de la iniciativa, también abre importantes oportunidades sobre la mesa, especialmente en un entorno donde la globalización económica requiere establecer vías expeditas para realizar intercambios económicos, culturales, sociales y políticos de cara a garantizar y sostener una posición en el mundo; es cierto Latinoamérica tiene las materias primas, pero no posee las instalaciones necesarias para ofrecer valor agregado y transformarlos en productos que generen mayores niveles de rentabilidad, en tanto los países norteamericanos cuentan con un nivel de desarrollo que les permite realizar las trasformaciones necesarias para generar productos terminados, con alto impacto en la economía mundial; si bien este hecho podría generarse una simbiosis provechosa para ambos sectores de América, el talón de Aquiles de la misma es el contar con una infraestructura inadecuada para el siglo XXI, veamos por ejemplo como Colombia cuenta con cerca del 15% de los 164.000 km de carreteras pavimentado y de estos tan solo 629,1 km corresponden a dobles calzadas; en el caso de los ferrocarriles cerca de los 3374 kilómetros con los que cuenta la red corresponden a trocha angosta y que los concesionarios de esta tanto en el atlántico como en el pacifico están movilizando las mercancías a perdida o apenas teniendo los márgenes suficientes para sostener la operación; caso aparte merece la utilización del trasporte fluvial, donde a pesar de contar con una inmensa riqueza hídrica, el uso que se hace de estos es mínimo, desaprovechando fuentes de empleo y de trasporte a nivel competitivo frente a sus pares terrestres o aéreos, ahora bien, considere solo el caso colombiano, en los otros países la situación no está muy distante, sin embargo parece que las cosas aún pueden dar un vuelco y esto se puede evidenciar en un reciente informe publicado de perspectivas económicas para las Américas, publicado el 19 de octubre, por el Fondo Monetario Internacional (FMI), en el cual se indica que si bien es cierto varias economías de Sur América están creciendo vigorosamente, se podrán ver desafiadas por una barrera importante, situación que ha llamado la atención de los correspondientes gobiernos centrales, llevando a situaciones tales como que en Chile se retome el modelo de construcción y operación privada de carreteras, autopistas urbanas, aeropuertos, edificios públicos y cárceles; en Perú la administración del presidente Ollanta Humala realice anuncios de planes para invertir en infraestructura de transporte una cifra estimada de US$20.600 millones, distribuidos en el quinquenio 2012-2016; de este monto cerca de US$11.000 millones serán destinados a la pavimentación de 7.270 km de vías.
Si bien es cierto estas cifras son impresionantes, el rezago en infraestructura de la región así como la carencia de conexiones adecuadas convierten a una región de potencial económico envidiable en una suma de países carentes de identidad como región y sumidos en la pobreza; esto es más que evidente con el incremento de las organizaciones regionales que existen en la región: la OEA, UNASUR, CAN, ALBA, NAFTA, MERCOSUR, G3, tan solo por mencionar algunas, todas presentándose a sí mismas como la alternativa económica viable tendiente a potencializar el crecimiento y unión de la región, esta se encuentra lejos de perfeccionarse, especialmente si se considera que se requiere una infraestructura moderna que soporte el crecimiento de la demanda interna y externa, de cara a la integración economica de los paises y su competitividad frente a otras regiones mundiales
REFERENCIAS:
http://www.radiohrn.hn/l/content/am%C3%A9rica-del-norte-impulsa-fondo-para-infraestructura
http://www.obrasweb.mx/construccion/2011/10/12/infraestructura-la-economia-del-futuro
