Iceberg de Valor | #21 - Problemas del inversor moderno

27 de enero, 2018 0



Vivimos en una época donde la información es abundante y se nos presenta de forma instantánea. Si alguien de tiempos pasados viera esta situación, le parecería un mundo ideal. Sin embargo, la saturación de información es en gran medida contraproducente. Además, la mayoría de los medios tratan los temas de forma superficial (imagínate la cantidad de historias que un periodista tiene que generar al día, como para profundizar un mínimo en ellas…). Esto, juntado con la propia tecnología y redes sociales, puede generar una adicción a la información.

No es casualidad que John Templeton viviera en las Bahamas y Warren Buffett en Omaha. Hace no tanto tiempo, los resultados trimestrales se echaban a la basura. Hoy en día, seguimos a nuestras empresas al instante. El inversor paciente necesita aislarse del ruido para poder tomar buenas decisiones. De alguna forma, la tecnología ha hecho que todos tengamos a un pequeño Jim Cramer instalado en nuestras cabezas.

Aun así, lo contrario también tiene sus problemas. A medida que me he ido adentrando en el mundo de la inversión, he notado que mi interés por otros temas del día a día decaía. No veo las noticias (me parece ruido), la televisión en general (que me parece de una calidad pésima), deportes profesionales y apenas uso redes sociales. Pero la mayoría no es como yo. El problema de eso es que ve obliga a analizar al “grupo” desde fuera de él, lo cual puede traer importantes problemas (empatizar sobre la transición de sus gustos se vuelve más difícil). Para analizar ciertas empresas, entender bien al “grupo” es importante y no es una postura cómoda hacerlo desde fuera.

Al grupo a donde sí que pertenezco es al de la comunidad inversora, esto también lleva a importantes dilemas. Todos acabamos viendo las mismas empresas y con razonamientos similares. Es más, yo mismo he notado como a veces creía desarrollar nuevas perspectivas sobre un tema, pero no era más que el resultado de diversos comentarios que había escuchado y que mi cerebro me había presentado como una idea original mía.

En definitiva, al contrario de lo que se pueda pensar, el mundo conspira para que no seamos inversores inteligentes.

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