Inmediatamente después de que pasara el catracrack de 2008, los jinetes del apocalipsis y su legión de seguidores anunciaban la caída definitiva de los mercados, el final de los tiempos financieros.
No tuvieron suficiente con aquella y a cada nueva caída del mercado, avisaban: el final se acerca.
Pero el final no se acercó, ni tan solo asomó.
Decían: "no compréis a estos precios, no compréis tecnológicas, no compréis nada. Todo será increíblemente más barato, pero únicamente lo que se salve".
Sabemos lo que pasó: los que pensaron (y actuaron) de manera diamentralmente opuesta han ido engordando sus cuentas. Y los que les hicieron caso, han visto pasar ante sus ojos, a cámara terriblemente lenta, uno de los períodos más increíbles de los mercados de todos los tiempos, algo que es probable que nuestra generación no vuelva a conocer.
Bien, pues resulta que después de tantos años predicando en el desierto, tuvo que venir un virus y una hiperbólica y caótica respuesta mundial ante este, para darles la razón. Efectivamente el catacrack volvió a darse, y marzo 2020 quedará grabado en la història de la Bolsa por la rapidez de la caída (algo muy propio de nuestro tiempo).
Pero quién de ellos aprovechó para comprar, cuantos de estos alzaron la voz y gritaron 'Ahora!'.
NADIE. NINGUNO.
Por contra, vuelven a hacer alarde de su pesimismo antropológico y otean aún mayores caídas, más allá de lo indecible.
Rentabilidades de tres digitos en muchos valores en pocas semanas.
Han vuelto a perder el tren.
Aunque cada vez dudo más de que quieran cogerlo.