Brigitte Grainville no ofrece un recorrido sobre los últimos libros publicados sobre Francia por insignes economistas franceses, empezando por el último premio Nobel de economía francés, Jean Tirole Éste último define muy bien lo que es el "Malaise" diciendo que "los franceses tienen el trabajo mejor pagado y más protegido del mundo, y sin embargo no son felices".
Visto desde fuera, Francia es un país deslumbrante, hermoso, limpio, florenciente, que encaja muy bien en la definición que le daba Unamuno: "Francia, La oficina del buen gusto". Es uno de los más alta renta per capita, aunque esta lleva estancada varios años. Quizás una de las virtudes más importantes de Francia es la causa de su malestar: los servicios públicos funcionan muy bien, pero son enormemente caros y financiarlos se está comiendo poco a poco el resto del país. La presión fiscal es del 56% del PIB, más alta incluso que en Suecia.
En una entrevista traducida al español, Jean Tirole intenta explicar por qué tanta belleza a la par que tanto malestar. Nos conviene escucharla porque muchas cosas se podrían aplicar a España, como a otros países europeos.
El problema es que tanta protección a los trabajadores con trabajo se logra a costa de los que no lo tienen, y de muchas capas de la población que están hartas de pagar más de la mitad de sus ingresos al estado sin que la deuda baje ni reciban una clara ventaja para el futuro, todo lo contrario: el futuro es gris tirando a negro, y se sabe que saldar las deudas va a costar sacrificios y menores ingresos disponibles. Demasiados beneficios para unos, demasiados costes para otros, incluidos empresarios productivos, en favor de la clase rentista actual, que vive en torno a La Bolsa.
Por otra parte, como se ha visto en las elecciones recientes, hay una idea dominante de que la renta y la riqueza están cada vez peor distribuidas, lo cual es cierto - como en el mundo entero - desde que estalló la crisis. Estas ideas han destrozado a los partidos de siempre, y han dejado un panorama político repartido entre El Centro de Macron - una gran esperanza - y el fascismo de Marine Le Pen. Ésta última demostró tener muy pocas ideas útiles para gestionar Francia y absorber sus problemas, todo lo contrario. Demostró mucha carga ideológica confusa y ninguna transición hacia un programa de aplicación de esa ideología.
Por lo menos al votar, los franceses han mostrado un gran instinto de conservación, prefiriendo algo parecido a lo que había antes, pero con nuevas ideas, que la subversión fascista, que se hubiera llevado por delante a Europa.
¿Podemos comparar esto con España? Obviamente no. Los orígenes del malestar de ambos países es completamente distinto. Los franceses sienten malestar pero están orgullos de ser franceses, y en este sentido, no hay fallas en los sentimientos mostrados ante la bandera y el himno. Nosotros tenemos una ruptura más seria. No nos disgusta el funcionamiento, nos disgusta el país. Estamos a disgusto y nos cuesta mucho defenderlo. Por eso los nacionalistas se mueven a sus anchas. Es tanto una muestra de sus convicciones como de la falta de los demás.
En lo que sí nos parecemos en la deficiente enseñanza y divulgación del estudio de la Economía,
Economics for the Common Good can best be described as a didactic general advertisement for economics as a discipline. In Tirole’s telling, economics is a necessary, though not always sufficient, tool for addressing the complex problems of modern societies. The result is impressive. Tirole surveys a wide array of economic-policy topics, without ever seeming as though his Nobel Prize had gone to his head. Rather than trying to have the last word on everything, he works through his material with unfailing precision, clarity, and intellectual tenacity. The reader is left with a better understanding of the subtle connections that give rise to unintended consequences in a modern political economy.
Tirole deplores the fact that in French high schools, and even in elite grandes écoles, students’ first exposure to economics often comes late, if it comes at all. Having also taught future French leaders with no economic intuitions or prior training in the field, I, too, can attest to this. One hopes that Tirole’s book changes France for the better, by inspiring bright students to take serious economics courses, and by prompting adults to encourage their children to explore the field.
Sí, en eso estamos casi a la par, aunque Francia al menos cuenta con dos Nobeles en economía: Maurice Allais y Jean Tirole. Además de eso, tiene economistas descollantes en el mundo, con opindluencia manifiesta en EEUU - toda una prueba - como Piketty. Puede que en Francia falle un eslabón de la cadena de la educación, pero aquí fallan todos o peor, llevan directamente a la economía de Podemos.