Pese a ser un tema ampliamente comentado
en múltiples foros y blogs, aún siguen siendo numerosas las consultas que
recibimos de ahorradores sobre si invertir en depósitos bancarios o en fondos
de inversión.
La tradicional aversión al riesgo del
inversor español, junto con las pasadas rentabilidades entre el 4% y el 5% de
los depósitos, convertían a este producto en el instrumento preferido de los
ahorradores.
A día de hoy, tras la recomendación del
Banco de España de limitar la rentabilidad, estos productos ya no son tan
atractivos y muchos ahorradores se plantean la inversión en fondos como
alternativa.
Dormir
tranquilos
El
punto fuerte de los depósitos es que están cubiertos
por el Fondo de Garantía de Depósitos hasta el límite de 100.000 euros por
persona y entidad. Eso no quita que es preciso elegir una entidad con garantías
de solvencia, ya que de lo contrario, en caso de concurso de acreedores, la
recuperación del capital no sería inmediata y se perderían los intereses a
percibir. En principio, parece que un depósito por debajo de 100.000 euros nos
permitirá dormir tranquilos.
Pese
a que algunos fondos de inversión sí garantizan el capital (fondos
garantizados), lo común dentro del amplio universo de fondos existentes es que
el capital dependa del valor liquidativo
del fondo. Lo que sí permiten los fondos es ajustar el riesgo al perfil del
inversor y tomar posiciones muy defensivas, donde los ahorradores más
conservadores se sientan cómodos.
Los
fondos destacan por la diversificación
de inversión, ya que no se concentran en un solo activo, y por el acceso a
un equipo de gestión profesional. También el capital mínimo requerido es mucho más asequible que el de los depósitos más interesantes.
Fiscalidad
Aunque
la principal ventaja de los fondos de inversión es su fiscalidad: Imaginemos
que queremos invertir 10.000 euros. Tenemos dos opciones: Un depósito a un año
que nos da el 2,5% anual, o un fondo sin exposición a riesgo equivalente que estimamos
nos dará ese mismo 2,5%.
El
depósito, una vez vencido, nos retornará el capital invertido y los intereses,
es decir 250 euros, que al 21% de tasa impositiva, nos dejaría unos intereses
netos de 197,5 euros y sumados con el importe invertido darían un resultado de
10.197,5 euros.
En
el caso del fondo, compraríamos participaciones por valor de 10.000 euros, que
suponiendo un valor de 10 euros por participación, serían 1.000
participaciones. Al año, el valor de la participación se ha revalorizado un
2,5%, por lo que su precio será de 10,25 euros, y el patrimonio de nuestro
fondo de 10.250 euros. Para hacer el símil con el depósito retiraremos del
fondo 250 euros, lo que supone vender 24,39 participaciones que por la
revalorización del precio de la participación (0,25 euros), nos dan unas
plusvalías de 6,10 euros por las que tributaremos 1,28 euros. El resultado
final sería de 10.000 euros de nuestro fondo más 248,72 euros de intereses
netos.
Si
comparamos ambas cantidades, se hace evidente la mejor rentabilidad del fondo
sobre el depósito:
·
Depósito:
10.197,50 euros (1,975% de rentabilidad)
·
Fondo:
10.248,72 euros (2,487% de rentabilidad)
Esta
característica de los fondos, que muchos ahorradores desconocen, es la
diferencia entre que el rendimiento de nuestro capital acabe siendo devorado
por la inflación o no.