En nuestra "Ruta Value", recorrido por los grandes temas de la inversión, inevitablemente tenemos que hacer una breve parada en la escuela de economía que consideramos más adecuada para entender la realidad: la Escuela Austriaca.
Vale la pena conocer las enseñanzas de la Escuela Austriaca de economía a fondo, porque es una buena manera de conocernos a nosotros mismos.
El afán de control y de certezas del hombre temeroso pretendió convertir la economía en una ciencia exacta, árida y estática conformada por hombres-robot, modelos de equilibrio irreales, predicciones erróneas y abstracciones incomprensibles.
Los economistas austriacos nos ofrecen, por fortuna, una visión muy distinta, que saca la economía de las aulas universitarias y de las oficinas estadísticas, devolviéndola a la vida. No en vano, según afirma Ludwig Von Mises, estamos ante “la base misma de la civilización y de la propia existencia del hombre”.
La acción humana está en el centro de esta visión. El hombre, el empresario que actúa libremente con unos medios y unos fines variables, es la fuente, el verdadero creador de ese complejo entramado vivo y dinámico que llamamos economía. El proceso de coordinación en la economía no acaba, no puede acabar nunca, pues la acción humana, el pensamiento y la creatividad del empresario tampoco acaban, modificando de continuo las condiciones del mundo y provocando nuevas reacciones en los otros. Ese proceso dinámico, basado en el ahorro, la observación de la realidad, el pensamiento, la mejora de productividad y la competencia, conlleva la satisfacción de las necesidades nuevas por parte del empresario a cambio de un beneficio; genera un orden espontáneo y vivo, siempre en movimiento; y se traduce en un enriquecimiento y un impulso evolutivo sin fin en la sociedad, que se recoge en instituciones sociales de natural surgimiento. Toda esa información inmensa, cambiante y entretejida, no puede controlarla nadie ni estar sujeta a predicciones. Por ese motivo, la intervención estatal, basada en esa premisa falsa de control del conocimiento, provoca descoordinación y desajustes graves. La política monetaria intervencionista o la expansión crediticia sin respaldo y los consiguientes ciclos son ejemplos de estos errores derivados de la falta de conocimiento y de humildad.
Leyendo a los autores de la Escuela austriaca, nos encontramos ante una economía concreta y viva, una economía del hombre que nos contiene. Vale la pena conocerla a fondo, porque es una buena manera de conocernos y porque es el mejor camino para descubrir el entorno, el marco general donde se hacen realidad los proyectos empresariales objeto de nuestras inversiones.