Escenarios dantescos

19 de enero, 2018 0
Treinta años Economista Titulado del Banco de España. Economía internacional. Autor del blog "Decadencia de Occidente", blog sobre los estragos... [+ info]
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1º en inB
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Estoy totalmente de acuerdo con el análisis que hace Ignacio Varela de las alternativas que se presentan para las instituciones de España, cuando Cataluña nombre al nuevo presidente de la Generalidad.La guerra subversiva de los secesionistas sigue, y da la impresión que el gobierno español está perdiendo posiciones todos los días. Cuando sale sorayita en la pantalla diciendo “eso no va a pasar” puedes apostar que va a pasar, como pasó con el referéndum de 1-Octubre, y como va a pasar con Puigdemont investido presidente dentro de poco. (Ahora sorayita luce unas gafas como para infundir seriedad a lo que dice, pero no hacen más que reforzar su aire de maestrilla de la que se cachondean sus alumnos, con ese dedito usado a modo de puntero.)
Entonces, como dice Ignacio Valera, Rajoy tendría que marcharse, perdida ya toda su credibilidad. Y y es cuando se presenta un escenario dantesco, de vacío de poder, todos trincando lo que pueden del mobiliario, y el último que cierre la puerta. Dice Varela:

Pero si finalmente prevalece el chantaje puigdemoníaco, imaginen esta secuencia infernal: El presidente del Parlament propone a Puigdemont como candidato ausente. El Gobierno recurre y el Tribunal Constitucional suspende la propuesta. A partir de ahí, se abren dos escenarios: en el razonable, se acata la sentencia y se busca otro candidato. En el irracional, se entra de nuevo en la 'vía Forcadell': se ignora al TC, se celebra el pleno y se vota ilegalmente a Puigdemont.
Naturalmente, el Rey no firma el nombramiento ni este se publica en el boletín oficial, ni hay toma de posesión efectiva. Lo que hay es prolongación del 155. Bloqueo institucional. Más querellas, más procesamientos, más encono social y más deterioro económico. En el forcejeo se agota el plazo y se convocan elecciones otra vez. Nueva mayoría independentista, que vuelve a proponer a Puigdedmont. Y así, ¿hasta cuándo?
Pero hay otra posible secuencia que empieza a aletear en el ambiente: aquella en la que Puigdemont consigue burlar a todos y el día 31 aparece en el Parlament, dispuesto a pronunciar su discurso de investidura. El Gobierno se vería en la tesitura de meter a la fuerza pública en el hemiciclo para interrumpir la sesión y llevárselo detenido,o esperar a que lo voten y arrestar a la salida al recién elegido 'molt honorable president' de la Generalitat. Ambas imágenes espeluznantes recorrerían el mundo.
Las consecuencias políticas serían aún peores. Rajoy se dejó gran parte de su crédito el 1 de octubre. Comprometió su autoridad asegurando que no habría votación ni urnas; pero el caso es que se votó, que se metieron impunemente 6.000 urnas por la frontera y que se obligó a la policía y a la guardia civil a hacer el ridículo tratando de impedir lo que ya no podía impedirse. Los efectos para el PP se notaron el 21-D y se ven en las encuestas recientes.

No hay nada seguro para el día de autos, salvo el desconcierto. Cuando se puede dar tal desconcierto en los aledaños del poder, no esperen que venga un De Gaulle a rediseñar las instituciones y fundar un nuevo Estado que ya dura 60 años. Rajoy no es De Gaulle, pero es que no lo hay. No hay un héroe consagrado por su guerra solitaria para liberar Francia contra los Nazis, ni nada parecido. 

Nosotros hemos sido los Gatopardos, los Leones; quienes ocupen nuestro lugar serán los pequeños chacales, las hienas; y todos, gatopardos, chacales y ovejas, seguiremos creyéndonos la sal de la tierra.”

La rapiña será la actividad normal, al amparo de esta democracia agónica. Porque lo peor de Cataluña es que, como lo anunciaba Boadella, será el fin de España. 

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