Antes de analizar cualquier tipo de dato una contradicción pasa por mi cabeza: ¿cómo es posible que si estamos llegando a la deflación o ya estamos en ella, como muchos dicen, las previsiones de crecimiento y el consumo estén en aumento? A veces me da la sensación que las teorías económicas estudiadas por todos ya no reflejan lo que está pasando en la realidad y que se quedaron obsoletas. Y todos los conceptos analizados y que estudiamos durante años y años ya no sirven para la época actual.
Aquellas teorías que presuponían que el consumidor es un ser racional y actuaba como tal se olvidan del componente emocional y de la evolución que ha sufrido el ser humano durante los últimos años. ¡En qué cabeza puede entrar que el consumidor puede retrasar su decisión de comprar pensando que los precios van a ser inferiores en unos meses! ¿Nos están vendiendo teorías que se quedan anticuadas o que son puramente teóricas?
Si nos fijamos en los últimos premios Nobel de Economía la mayoría tratan sobre temas muy teóricos, como es el caso de Thomas Sargent y Christopher A. Sims con su trabajo sobre investigaciones empíricas sobre la causa y efecto en la macroeconomía en 2011, Alvin E. Roth y Lloyd Shaple por su trabajo en la teoría de las asignaciones estables y el diseño de mercado en 2012, Lars Peter Hansen y Robert J. Shiller por su trabajo en el análisis empírico de precios de posesiones capitales en 2013 y Jean Tirole por su análisis sobre el poder y las regulaciones del mercado en 2014.
Por todo esto las decisiones económicas de hoy en día son tan difíciles de predecir y de estudiar, porque vivimos en un mundo en constante cambio donde nada es predecible y todo es incierto. A veces los grandes economistas se olvidan de que la gente que hace economía no son economistas y, sin embargo, ellos que no la hacen son los únicos que lo son.
En definitiva, estudiar a priori comportamientos del consumidor es tan difícil como poder asegurar que una persona va a posponer su decisión de compra por el hecho de creer que los precios van a seguir bajando. Como la economía, las personas y la realidad cambian a lo mejor el hecho de que la deflación pueda ser mala también tiene que cambiar.
En España el indicador del IPC, es sin duda uno de los más importantes indicadores ofreciéndonos una visión sobre la variación generalizada de los precios de consumo. Para su elaboración se tiene como referencia una cesta básica, en la que se incluyen todos los bienes y servicios característicos. Estos son los datos del IPC de 2014 y las previsiones para 2015.
Es complicado predecir cuál será la evolución de la inflación en 2015. La cantidad de factores que pueden intervenir es muy grande como la recuperación del consumo y el precio del petróleo.
Las previsiones durante este año no se cumplieron, por lo que se antoja difícil que se puedan cumplir este año que entra dada la cantidad de acontecimientos que pueden hacerlas variar.
Si el análisis se hace teniendo en cuenta no sólo el IPC (que recoge únicamente la tasa de variación de las compras del consumidor) sino el conjunto de los precios que influyen en la inflación (como los precios industriales), el resultado es, igualmente, significativo. Y si lo que miramos es el deflactor del consumo privado, éste se situará en 2014 en el -0,1%. Por lo tanto, ninguno de los indicadores de precios muestra signos de expansión.
Estas previsiones están hechas bajo los supuestos de que el precio del crudo se mantenga en el entorno actual (50 dólares barril) y que el tipo de cambio del euro frente al dólar siga su trayectoria descendente durante todo 2015. Por lo que me temo, que estas previsiones van a tener que ser revisadas, ya que estos dos componentes se antoja que seguirán bajando durante 2015.
Los datos adelantados de precios de consumo han sorprendido por la bajada inesperada en la cuantía en que lo ha realizado el IPC armonizado hasta una tasa del -1,1% interanual en diciembre.
Analizado el IPC en sus cuatro partidas esenciales, tres crecen en el entorno del 0,2% y 0,3% (alimentos-bebidas-tabaco, servicios, vivienda y precios regulados), mientras que la cuarta (energía) arrastra a todos los demás componentes con una caída superior al 3%.
En este sentido, observamos una clara diferencia entre el comportamiento de los precios del conjunto de bienes y servicios en el IPC y los precios energéticos, difícilmente observable con mediciones tradicionales como el denominado IPC subyacente.
La técnica estadística que se sigue en el IPC subyacente (quitando energía y alimentos no elaborados) no es suficiente para aislar el efecto de los precios energéticos, pero sí nos sirve como guía para detectar cuál es la verdadera situación de los precios en la economía. Para el cierre de año, se estima que la tasa de inflación subyacente cierre en el -0,15%.
¿Podemos hablar entonces de deflación en España viendo todo esto? Atendiendo a la definición clásica, la deflación es un proceso de caída generalizada de los precios de una economía. Por tanto, si el componente energético es el que arrastra a todos los demás con una inflación subyacente cercana a cero, la situación dista mucho de ser un proceso de declive generalizado de precios que pueda denominarse como deflación.
El término más apropiado para definir la realidad que vivimos es la desinflación o, dicho de otra forma, estabilidad de precios. Tradicionalmente, uno de los grandes frenos de la economía española ha sido la inflación, la cual en plena crisis repuntó hasta el 5% también por causa de los precios del petróleo. Si la evolución de los precios supuso un golpe mortal a la economía, hoy es la mejor aliada para la salida de la crisis.
Por último, según las estimaciones cada punto porcentual de caída del precio del barril Brent supone una centésima porcentual más en la tasa de crecimiento del PIB. En este sentido, la caída del precio del petróleo dejará entre cuatro y cinco décimas más de crecimiento de PIB para el próximo año 2015, lo cual es un efecto más que beneficioso para la marcha de nuestra economía.
¿Es entonces la deflación tan mala como nos la pintan?