Erase una vez... los Bancos Centrales

24 de octubre, 2015 0
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Erase una vez los Bancos Centrales que desde su atalaya creían regir los destinos del mundo. Y, en su ensoñación, el mundo estaba compuesto por bancos que podían moldear a su imagen y semejanza. Con un simple chasquido de índice y pulgar, aquellos pastores de economías creían poder dirigir el dinero en un sentido o en el contrario. En aquel mundo idílico, las empresas gozarían de crédito infinito.

Pero hete aquí que los bancos comenzaron a aplicar una mayor prudencia en la concesión de créditos como consecuencia de las provisiones que les aplicaban. Hete aquí que los bajos tipos de interés convertían la búsqueda de rentabilidad en una hazaña casi heroica a la altura de la mismísima búsqueda del Santo Grial. Hete aquí que llegó un momento en que se prefería no contar con más recursos porque ello conducía a penalizaciones insufribles. Y, finalmente, hete aquí que la presión pública (eliminación clausulas suelo, medidas antidesahucio, preferentes, cesión inmuebles, sufragio de pruebas de estrés y/o distintas tasas e impuestos, quitas, dación en pago...), al menos en parte, terminó por provocar la creación de numerosas comisiones para compensar la baja y casi nula rentabilidad obtenida a través del negocio tradicional de la banca, a saber, préstamo a clientes con el dinero del depósito de otros clientes.

Desde su atalaya los Bancos Centrales miraban con cierta estupefacción como el dinero no fluía hacia las empresas como ellos pensaban que sucedería, no dando crédito a lo que acontecía delante de sus propios ojos.

- ¿Cómo podía ser que aquellas ovejas, alias bancos, se mostraran tan díscolas? - se preguntaban consternados.

Y siguieron insistiendo con TLTROs y otros instrumentos creyéndose dueños de cuanto existía, incluidos los bancos, que debían doblegarse a su voluntad. Al mismo tiempo, castigaban con disciplina castrense los recursos de los bancos con provisiones cada vez mayores que "permitirían" afrontar las siete vacas flacas de Egipto, ¡qué pueril su concepción del mundo! ¡qué simplista su visión de la realidad!

Empezaron asimismo a penalizar más y más el dinero de la banca depositado en las cuentas del BCE con objeto de forzar el uso de ese dinero para préstamos. El efecto no se hizo esperar y la banca consideró cada vez más perjudicial para sus balances disponer de demasiada liquidez, tomando medidas que les permitieran reducir el exceso en lugar de usar ese montante para conceder más crédito. ¿Quién en su sano juicio se perjudicaría a sí mismo con un mayor grado de riesgo que, a la postre, se convirtiera en una losa alias provisiones/penalizaciones?

Los Bancos Centrales seguían sin comprender lo que los Gobiernos no han comprendido nunca,

"ellos no crean empresas ni bancos ni nada, ellos no dirigen el destino de las empresas o entidades privadas; en sus manos está el crear las condiciones para que se puedan crear empresas, pueda fluir el dinero y crezcan las economías; en sus manos está el crear las condiciones para que se puedan destruir empresas, pueda estancarse el flujo de dinero y colapsen las economías"

La legislación está bien, las provisiones están bien, pero un exceso de celo puede ser contraproducente. El sector privado no es el sector público. El sector privado sigue el principio del Win(los demás)-Win(yo), no el principio del Win(los demás)-Lose(yo). El sector privado debe ganar algo porque, de lo contrario, ¿qué sentido tendría la actividad de una empresa en un sistema capitalista?

Pero los pastores seguían teniendo una única visión, la visión de las empresas que trataban de desapalancarse y la visión de empresas y particulares que querían crédito barato a costa de las empresas privadas de concesión de crédito, también llamadas bancos. En su concepción faltaba la necesidad de crear las condiciones para que estos bancos estuvieran dispuestos a prestar dinero, para ellos también ganar algo en el proceso. Faltaba una imagen completa y una estrategia del Win-Win con condiciones de mercado en la que todos ganaran y no se buscase el palo sino la zanahoria.

Los pastores seguían perdidos en el bosque mientras las ovejas famélicas permanecían en el mismo prado donde la fresca hierba hacía tiempo que había dejado de germinar.

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