El pasado jueves pudieron conocerse los datos de la EPA correspondientes al segundo trimestre de 2015, que registró, en líneas generales, buenos guarismos. El número de ocupados subió en 411.800 personas respecto al trimestre anterior, en lo que, según fuentes del propio Instituto Nacional de Estadística, son los mejores datos en un trimestre de la serie histórica; esto es desde el año 2001.
Si es cierto que a pesar de este aceptable registro, debemos tener en cuenta que aunque en los últimos 12 meses el empleo ha crecido en 513.500 personas, en términos desestacionalizados, el paro sólo disminuyó un 1,12% de marzo a junio.
No obstante, el indudable componente de la época estival no es una cuestión baladí, pero se han registrado nuevas incorporaciones a la Seguridad Social en todos los sectores productivos, incluida la industria (no olvidemos el pertinaz proceso de desindustrialización que padecemos en España desde hace décadas). Y digo que la estacionalidad no es cuestión estéril porque en este país, a pesar de que ha habido tímidos conatos de cambiar el modelo productivo, seguimos manteniendo una monstruosa dependencia del turismo y los servicios.
Las nuevas contrataciones han tenido lugar en todos los sectores, incluido el de la construcción, que se postula como el colectivo laboral más diezmado durante la crisis como epicentro y génesis de la destrucción de empleo. Estos son los datos que refutan semejante afirmación, según la nota de prensa del INE:
En los Servicios hay 291.700 ocupados más, en la Industria 64.800, en la Construcción 32.300 y en la Agricultura 23.000. En el último año el empleo ha subido en los Servicios (247.900 ocupados más), la Industria (150.600) y la Construcción (113.900) y prácticamente no ha variado en la Agricultura (1.200 más).
Otro dato que se antoja apremiante es la disminución del paro siguiendo criterios geográficos, según las distintas CCAA:
- Por comunidades, las mayores bajadas del paro este trimestre se dan en Andalucía (98.700 parados menos), Cataluña (31.900) y Comunidad Valenciana (30.400). En términos anuales, las mayores reducciones se producen también en Andalucía (139.800 menos), Comunidad Valenciana (82.400) y Cataluña (44.300).
Respecto a lo que representa la ocupación en términos agregados, como hemos sostenido, el número de ocupados aumenta en 411.800 personas en el segundo trimestre de 2015 y se sitúa en 17.866.500. La tasa de variación trimestral del empleo es del 2,36% (dato no desestacionalizado). Es el mayor incremento trimestral de la ocupación desde el segundo trimestre de 2005.
La tasa de ocupación (porcentaje de ocupados respecto de la población de 16 y más años) se sitúa en el 46,41%, lo que supone un incremento de más de un punto respecto del trimestre anterior. En variación anual, esta tasa ha subido 1,37 puntos.
Lo realmente relevante de este gráfico no es el aumento del número de cotizantes, ni siquiera la importante disminución de hogares/núcleos familiares con todos sus componentes desempleados, siendo ambos encomiables. La apreciación pertinente que debemos hacer es que desde el año 2007 (momento álgido de la economía española y etapa pre-crisis) ha aumentado el paro en casi 15 puntos porcentuales.
2.887.000: éste es el peor de los datos y es muy relevante. Es la diferencia entre el número de ocupados de esta EPA (17.886.000) y el que marcaba la EPA del 3º trimestre de 2007 (20.753.000). España sigue teniendo casi 3 millones de trabajadores menos que en el pico anterior a la crisis. En el último año (período comprendido entre 2013-2014) se han creado 2740.000 empleos. Por lo tanto, incluso aunque mantuviéramos este ritmo, no recuperaríamos los niveles pre-crisis hasta por lo menos el año 2020. Son doce años perdidos en términos de empleo. Pocas veces en el siglo XX un país occidental que no sufriera un shock exterior o político habría pasado por una situación así. Para que nos hagamos una idea, en el primer trimestre de 2004, España tenía 17.770.000 ocupados. En once años no hemos conseguido avanzar nada en este sentido (o mejor dicho, todo lo que ganamos lo hemos perdido).
Adicionalmente, y a pesar de que se mantiene con estupefacta seguridad la carestía en empleo y la creciente pérdida de los derechos laborales, conviene citar que el 75% de los contratos son fijos, por sólo un 25% de contratos temporales.
Tradicionalmente, España ha tenido unas cifras estructurales de paro escandalosas: nuestro talón de Aquiles particular auspiciado por un mercado laboral vetusto e inmóvil, unas cotizaciones sociales onerosísimas (las cuartas más caras de la UE), de lo que se deslinda un coste laboral mínimo de casi 1.200 euros por trabajador/mes con cargo al empleador, para que aquél acabe percibiendo finalmente 648 euros, el salario mínimo interprofesional, por no mencionar unos convenios colectivos manifiestamente intrusivos y que no permiten al trabajador negociar sus condiciones de trabajo libre y voluntariamente con el empresario. No es caprichosa casualidad que los países con menor tasa de desempleo sean auqellos cuyo mercado laboral es más flexible, menos intervenido y con gravámenes regulatorios mucho más laxos.