Entrevista a Juan Ramón Rallo sobre su nuevo libro “Una revolución liberal para España” (Parte III)

20 de mayo, 2014 1

Ya tenéis la tercera y última parte de la entrevista que realicé al economista Juan Ramón Rallo a raíz de la publicación de su último libro, “Una Revolución Liberal para España”. Podéis leer las otras dos partes aquí:

Primera Parte

Segunda Parte

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Pregunta (P): En “Una Revolución Liberal para España” planteas la existencia de una red asistencial para que nadie quede desamparado. ¿Cómo de costosa sería esta red y a qué porcentaje de la población podría llegar a cubrir?

Respuesta (R): Yo planteo tres niveles de asistencia. Un nivel es el ahorro propio, el patrimonio propio, seguros propios, etc. Es una especie de sofisticación financiera dirigida a protegerte frente a los riesgos, que es algo que todos deberíamos tratar de conseguir. Esto puede sonar muy frío pero yo creo que lo frío realmente es no preocuparnos por nuestra protección frente a la adversidad y confiar que tengan que ser otros los que nos protejan aunque nosotros nos comportemos irresponsablemente a la hora de adoptar una cierta diligencia a la hora de cubrirnos frente a riesgos. Obviamente es mucho mas cómodo no tener contratado un seguro que tenerlo contratado porque te permite irte a cenar a lo mejor dos o tres veces al mes más que si no lo tienes pero no es responsable no tenerlo contratado y esperar que si pasa algo el resto te lo pague. Por tanto, un mínimo de gestión financiera adecuada para cubrirte frente a riesgos debería haber. Un segundo nivel es el de cubrir aquellos riesgos que tú no puedas ni siquiera reducir o que quizás no te sea ni siquiera imputable que los hayas padecido. Probablemente en España mucha gente no tenga contratado un seguro contra terremotos porque no parece un riesgo que sea muy acusado para tenerlo contratado pero eso no significa que si hubiese algún terremoto y lo perdieses todo, te tengas que quedar desamparado. Ahí puede haber simplemente una red social voluntaria que, a través de sociedades de ayuda mutua de mutualidades amplias, te intenten cubrir frente a ese riesgo. No es un seguro porque no utiliza técnicas actuariales pero sí es una red en la que, pase lo que pase, si tenemos medios te intentaremos cubrir. Y el tercer nivel podemos considerarlo para aquellas personas que, ni se han sofisticado financieramente ni están insertas en esas redes sociales de ayuda mutua. Ahí ya entra gente que directamente es irresponsable, o incluso gente que tenía un patrimonio y lo pierde, jugando en el casino, por ejemplo. Pero parece lógico que el Estado no les deje morir de hambre básicamente. En este caso distinguiría dos situaciones: una en la que les sea imputable su situación y otra que, no siéndoles del todo imputable pero en parte sí, en la medida en que no tenían seguros contratados. Pero bueno, no siempre puedes tenerlo. En algunos casos pueden ser niños que quedan huérfanos, cónyuges que no eran conscientes de la gestión patrimonial que estaba llevando su pareja, personas con discapacidad que a lo mejor quedan mucho más incapacitados que el seguro que tenían contratado, etc. Todo eso se puede contratar y que el Estado lo cubra a través de impuestos. Pero si uno empieza a sacar cifras del porcentaje de la población que ya hoy está en esa situación o que previsiblemente podría estarlo, uno se da cuenta de que para eso no se necesitan mas de dos o a lo sumo tres puntos del PIB. En gran medida, esos puntos los podría proporcionar el sector privado. En Estados Unidos sólo la caridad, ya no hablo de redes de asistencia mutua recíprocas sino de caridad unilateral pura y dura, ya representa el 2% por ciento del PIB. Pero aun asumiendo que fuera el 1% -que eso casi es norma en cualquier país occidental-, con el Estado superlativo que tenemos hoy como mucho necesitarías 2% de gasto público. Dos puntos no son cincuenta puntos, son dos. Entonces, lo que no tiene sentido es lo que hace mucha gente y es por ese 2% justificar el 50%.

P: Según explicas en tu libro, la principal ventaja de privatizar el medio ambiente es que todo tendría un propietario pero hablas de una propiedad que no todo el mundo conoce, que es la comunal. ¿Por qué la propiedad comunal es una buena alternativa en temas de medio ambiente?

R: Sí, la propiedad individual está muy bien cuando las consecuencias de tu acción quedan dentro de la propiedad individual o cuando traspasas la propiedad individual de manera consensual, es decir, a través de contratos y por tanto todos los efectos quedan internalizados entre partes. Lamentablemente eso no siempre es posible y hay veces en que por necesidad existen externalidades que afectan a gente que no está directamente vinculada con tu actividad o que no ha aceptado estar vinculado con tu actividad. De lo que se trata es de que cuando surjan esas externalidades se internalicen, es decir, que si tú contaminas a un tercero y no tienes derecho a contaminar a un tercero, el tercero te pueda decir que dejes de contaminar. O negociar. A lo mejor acepta que le sigas contaminando pero a cambio de que le pagues una renta que le permite dejar de trabajar, por ejemplo. Eso es un intercambio: yo sufro un daño, yo tengo derecho a no sufrir daño, a que dejes de actuar o a venderte mi derecho a sufrir el daño. Eso está muy bien (es el famoso teorema de Coase) siempre y cuando los costes de negociación o de transacción (en el sentido más amplio) sean muy bajos. El problema surge cuando una acción afecta a comunidades enteras, a multitud de propietarios. Esta solución ya no sirve porque necesitas algún tipo de asociación mancomunada para negociar por tu parte. No sólo cuando afecta a una multitud de propietarios sino cuando además las acciones que tú realizas no tienen una relación causa efecto muy clara. Cuando no hay una vinculación muy clara entre acción individual y resultados colectivos es muy difícil ponerse a negociar porque uno puede decir: “Si yo sólo he arrancado esta ramita de un árbol, ¿por qué me atribuyes que se han extinguido todas las liebres de este bosque?” Eso es muy difícil de relacionar. En esos casos en los que, o bien las externalidades son muchísimas o bien aunque sean pocas no queda claro qué causa qué, tiene sentido que aparezca un tipo de propiedad que se llama propiedad comunal, donde hay una especie de gobierno privado centralizado en todo el ámbito de la propiedad privada con externalidades múltiples, que de alguna manera determina qué se puede hacer o qué no se puede hacer. El caso paradigmático de sistema caótico es un ecosistema. En los ecosistemas como bosques ríos, caladeros pesqueros, etc., parece lógico que imperen sistemas de propiedad comunal. De hecho, tan lógico parece que si uno se pone a estudiar esos ecosistemas por el mundo se encuentra regímenes de propiedad comunal que funcionan muy bien. La clave del asunto es que la propiedad comunal es propiedad privada, que creo que muchas veces se confunde. Es propiedad privada porque tú puedes excluir a la gente que no es comunero y es ventajosa y es beneficiosa y es provechosa en la medida en que es propiedad privada. Una propiedad comunal universal, es decir, donde nadie se excluyera a nadie no funcionaría. De hecho, hay estudios de campo en la materia que le han valido el Premio Nobel de Economía aElinor Ostrom, por ejemplo. Lo que ella intentó es de alguna manera extraer inductivamente cuales son las normas que han imperado en aquellos sistemas de propiedad comunal que son funcionales y que permiten una conservación razonable del medio ambiente y lo que no se encuentra en ningún caso es que haya un acceso irrestricto al consumo y al abuso de ese medio ambiente. Por tanto, hace falta delimitar no sólo internamente sino también externamente quién puede usar y quién no y eso se consigue con propiedad privada.

P: Planteas privatizar las playas ¿a quién le compraría el comprador esa propiedad, esa playa? Y, ¿cómo se solucionaría una catástrofe como la del Prestige si la playa fuese privada?

R: Bueno, la playa tiene propietarios. Hoy en día yo creo que tiene propietarios y es quienes la han venido usando. Probablemente, la manera más razonable de hacerlo sería asignar propiedad sobre las playas a los vecinos del municipio o incluso los que habitan más cercanamente a la playa. Lo que pasa es que como un municipio se puede pensar que en general todo él lo ha estado utilizando y como es muy difícil delimitar exactamente quién la ha usado, cuándo y en qué medida, pues una solución razonable (al menos para empezar) es que la propiedad la ostenten el municipio costero y eso ya te da derechos de propiedad. Y que te dé derechos de propiedad significa que si sucediera alguna catástrofe como la del Prestige sería a los propietarios damnificados a quienes habría que indemnizar e indemnizarles mucho. Quienes padecieron el daño del Prestige fueron ciertas aldeas gallegas como Muxía, O Grove, etc., y al final parecía que el daño era a toda la nación, cuando en realidad el daño estaba muy localizado. Lo que es absurdo también es que, como es un daño localizado, luego el gobierno diga: “pues vamos a indemnizar con dinero de los españoles a esta gente que ha padecido un daño”, cuando ya me dirás tú qué culpa tienen en la catástrofe del Prestige los españoles. Lo lógico sería que la petrolera les indemnizara por el daño causado pero no el conjunto de los españoles. Por tanto, la propiedad privada comunal te permitiría negociar y reclamar indemnizaciones mucho mas localizadas.

P: El mercado eléctrico español es uno de los mas intervenidos de toda la economía, según explicas en “Una Revolución Liberal para España”. Comenta el desastre que ha generado el monopolio estatal, que ha provocado un encarecimiento en el precio de la energía y una sobrecapacidad instalada gigantesca.

R: Aunque se suele pensar que el sistema que tenemos es un sistema privado, no lo es. Privado es porque se ha privatizado, la propiedad es privada. Lo que pasa es que la propiedad privada obviamente no es sólo que el propietario sea privado y perciba una renta sino que tenga capacidad de gestión en un entorno consensual. Entonces claro, el sistema eléctrico español desregulado no es. Luego una parte muy importante del sector sigue siendo pública, como es sobre todo el transporte eléctrico. La empresa Red Eléctrica Española sigue estando ocupada por la Sociedad Española de Participaciones Industriales, y por tanto es público. Y aunque no lo fuera: la planificación de la red de distribución y de transporte es omnicomprensiva, no puedes hacer nada sin que no lo apruebe el Estado. Por lo tanto, en la práctica es una planificación centralizada. Incluso el propio Estado lo llama un sector regulado. Si el Estado a los sectores que están hiperregulados en la economía dice que están desregulados, imaginémonos un sector que el Estado diga que están regulados. Luego está la generación y la comercialización. La generación es cómo producir electricidad y ahí el problema es que, si uno lo calcula, el 85% de toda la electricidad que se genera hoy en España ha sido planificada directamente. Esta planificación tiene dos variante. En primer lugar, con planes nacionales de planificación antes de que se privatizara propiamente la electricidad. En segundo lugar, a partir de que se privatizó, se ha planificado con incentivos, primas de emisión, de generación muy importantes sobre ciertos tipos de centrales como son las renovables o las de cogeneración. Eso es una manera de planificar pero en lugar de ordenar que tenga que ser así, dices “os inundo con dinero para que sea así”. Pero al final es una manera de planificar: tú quieres que el mercado haga una cosa y modificas los incentivos de mercado para que sea así. Entonces, si el 85% de toda la generación tiene un origen planificado directa o indirectamente, la generación claramente no es un mercado. Y luego, el mercado de la comercialización energética tampoco está privatizado porque al final, la función de la comercialización es dar precios realistas, precios de mercado que permitan coordinar oferta y demanda y eso no se da en el mercado eléctrico español. En España, la mitad del precio de la electricidad sigue marcado por el Estado. Además, hasta 2009 era la totalidad la que estaba marcado por el Estado. Por lo tanto, ni siquiera ahí podías permitir que el precio de la electricidad reflejara el coste real de la electricidad. Y de hecho por eso hemos tenido déficit de tarifa y por eso ha pasado lo que ha pasado.

Juan Ramón Rallo

P: ¿Qué beneficios tendría la privatización del mercado eléctrico?

R: La privatización del mercado eléctrico junto con la internalización de costes, es decir, privatización del medio ambiente y de las ciudades, tendría como beneficio que el mercado eléctrico que tuviéramos sería el más barato posible que cubriría todos los costes. Obviamente, a nadie le gusta tener una central nuclear cerca. Aunque sea más barato producir electricidad vía nuclear, a lo mejor es más barato porque no estás contabilizando todos los costes (costes de inseguridad, costes de riesgos de accidente nuclear o de almacenamiento de residuos). Ahora bien, si todos esos costes se internalizan y, aun así es más barato que los costes de otras alternativas, pues habría que producir electricidad vía nuclear. Pero la única manera de hacer ese cálculo económico de conocer realmente todos los costes y de conseguir que dinámicamente se descubra cuál es el mecanismo de generación que, cubriendo todos esos costes minimiza el precio, es un mercado libre. El problema justamente es que no tenemos un mercado libre y los políticos lo que van es tanteando, mirando, especulando si el coste es uno o es otro, creyendo que hay que promocionar unas energías u otras. Es un despropósito de sistema porque está planificado desde el principio hasta el final.

P: Hablemos ahora de pensiones. Comentas que el sistema actual público de pensiones, también llamado de reparto es un fraude, una estafa piramidal ¿cuál es la alternativa?

R: Sí, el sistema de reparto es un fraude, es una estafa piramidal porque cumple los requisitos de estafa piramidal. La alternativa privada es que en lugar de que tu pensión la pague el trabajador de manera coactiva que está en activo porque el Estado te ha concedido un derecho a quitarle una parte de su sueldo, seas tú el que con tu ahorro de esa parte proporcional que los jubilados dejarían de quitarte la puedas capitalizar. Con el sistema de capitalización tú cobras la pensión, no por la rapiña que generas sobre terceros sino por la riqueza que tú generas a partir de tu ahorro y de tu inversión adecuada de tu ahorro.

P: ¿Qué países han puesto en práctica el sistema de capitalización y cómo les ha ido?

R: Bueno, básicamente el ejemplo es Chile. Chile lo puso en el año 71, es decir, llevan más de treinta años con el sistema de funcionamiento y el resultado ha sido espectacular. Espectacular porque ha logrado unas tasas de retorno sobre el capital mucho mayores de lo que se esperaba y eso ha permitido pagar pensiones mucho mayores de lo que se esperaba. Es verdad que muchas veces se oye que las pensiones chilenas son bajas: la tasa de sustitución entre la pensión cobrada y el último salario es más baja en Chile que en otros países occidentales pero hay varios elementos a tener en cuenta. El primero es que Chile ha pasado de ser un país tercermundista a ser un país con una renta per capita ya equiparable a la de Portugal. Evidentemente un crecimiento tan rápido genera que tú el ahorro lo hayas generado en períodos de salarios muy bajos. Por tanto, obviamente la riqueza que has acumulado en función de tus salarios históricos es mucho más baja de lo que se podría acumular hoy. Dicho de otra forma, no es tanto que las pensiones sean bajas sino que los salarios recientes son muy altos y son muy altos porque el país ha crecido mucho. Si en el año 71 le hubieran dicho a alguien de Chile que iba a cobrar una pensión como las que se pagan hoy en día se habría asombrado. El otro problema es la contribución del trabajador, que ni siquiera se mete en los cálculos cuando se compara. España está pagando pensiones relativamente más altas que las chilenas porque la contribución del trabajador a las pensiones alcanza prácticamente el 30% mientras que en Chile es el 10%. Entonces claro, está logrando tasas de sustitución muy parecida a las españolas, algo menores pero parecidas con una contribución de un tercio de la española, así cualquiera. Si Chile pagara al sistema privado de pensiones lo que se paga en España estaría logrando tasas de reposición superiores al 100%.

P: ¿Cuánto tardaríamos en hacer la transición del hiperestado actual al Estado mínimo? Y, ¿a cuánto ascendería el ajuste inmediato?

R: El ajuste por necesidad ha de ser muy largo porque existen una serie de obligaciones de deuda, de pasivos que no tenemos recursos para amortizarlos de golpe. Para esos pasivos hay dos opciones: o se impagan o se paga poco a poco. La opción de impagarlos no me parece razonable porque es decirle a una persona -que ha sido víctima en muchos casos- que va a ser doblemente víctima. Como el jubilado al que le han estado quitando un 30% de su salario cuando trabajaba. Que le digan de repente que no le pagan la pensión no tiene mucho sentido. Hay que ir desarmando poco a poco el Estado allí donde haga falta desarmarlo poco a poco. Yo propongo una transición en su conjunto a 50 años vista, es decir, que los últimos remanentes del hiperestado que tenemos hoy desapareciera en cincuenta o cincuenta y pocos años. La transición del sistema de pensiones esta ahí y es probablemente la más complicada pero se puede hacer. La sanidad está muy ligada al sistema de pensiones porque en parte está relacionado, lo que pasa que son importes bastante menores, por tanto es mas fácil hacerlo. La deuda pública se puede también ir amortizando poco a poco y sobre todo a través de privatizaciones de activos estatales que sigue habiéndolos y cuantiosos como el suelo, carreteras, infraestructuras en general. Eso ya digo es a cincuenta años vista para pasar del 50% al 5% pero se puede pasar del 50% al 20-25% en cuestión de años y eso ya es más un requisito operativo de cómo aprobar legislativamente y jurídicamente el cambio de derechos de propiedad y de funcionamiento, que un requisito de que haya obligaciones devengadas que haya que amortizar en el futuro. El caso más claro es la educación, que se puede privatizar de hoy a mañana. No hay ningún problema porque la obligación se paga año a año. No es que la educación de hoy la pague la generación siguiente, con lo cual se puede pasar del 50% al 20% de manera bastante rápida. En todo caso, del 20% al 5%, lo que propongo es un impuesto transitorio sobre los ciudadanos con mayor renta porque, a pesar de ese impuesto extraordinario, pagarían muchos menos impuestos de los que pagan hoy. Parece lógico que si tú en términos absolutos vas a ser el mas beneficiado porque eres el que tiene más renta, se te cobre transitoriamente (porque lo ideal son impuestos simétricos) un impuesto mayor para ir amortizando este Estado y, al mismo tiempo, permitir que los ciudadanos con menor renta puedan acceder a todos los servicios privados.

P: En el capítulo dedicado a banca y a moneda planteas la privatización ¿acabarían los ciclos económicos de privatizarse el sistema financiero y la moneda?

R: No lo sabemos pero yo creo ciclos seguiría habiendo porque el crédito en parte es un proceso acumulativo: más crédito llama a más crédito durante un cierto tiempo, lo que desencadena en un proceso acumulativo burbujístico, si lo queremos llamar así. Pero existen mecanismos que atan el crédito a la realidad, a fundamentos reales mucho más intensos que los que existen hoy. Por tanto, si bien probablemente no se terminaría del todo con los ciclos privatizando el dinero y desregulando la banca, la evidencia que tenemos es que serían mucho más cortos. Por ello, la magnitud de las malas inversiones del periodo de reconversión etc., serían mucho menos devastadores y en cierta medida serían digeribles. Pero insisto en que no lo podemos saber. Atendiendo a la experiencia histórica como mucho serían más cortos de los que tenemos ahora pero como también es posible que las sociedades aprendan, pues la experiencia histórica quizás sea demasiado negativa. Quizás incluso podamos mejorar lo que hemos tenido históricamente porque simplemente aprenderemos a mantener una cierta liquidez, una cierta disciplina de crédito y una cierta racionalidad en la organización financiera.

P: En “Una Revolución Liberal para España” también planteas la supresión de todo tipo de subvenciones y de ayudas estatales al ámbito empresarial. ¿Qué beneficios tendría esto?

R: Al final las subvenciones lo que provocan es que quien determina como se han de organizar las empresas no es el consumidor sino que es el burócrata. En la medida en que asumamos que el burócrata no sabe mejor que el consumidor qué quiere el consumidor o a menos que asumamos que no debe ser el burócrata el que debe determinar los gustos del consumidor con el dinero del consumidor, las subvenciones estatales a empresas son un error. Es evidente que el camino más corto y más efectivo y más razonable para determinar lo que producen las empresas es que sea el consumidor y no el burócrata. Además, al empresario le interesa que sea el burócrata el que lo determine porque así el burócrata es mucho más “bizcochable” y siempre te interesa tener a alguien que le puede quitar renta a mucha gente y dártelo a tí sin que tú satisfagas o sin que tú coordines con ese entorno más amplio. Por todo esto, las subvenciones habría que quitarlas todas. No hay ningún tipo de evidencia empírica de que, en general, las políticas industriales hayan sido satisfactorias. Más bien al contrario, han sido muy malas e incluso allí donde han prosperado casos muy concretos y localizados lo han hecho en medio de muchos otros fracasos. No es que haya habido una administración especialmente iluminada que haya acertado siempre. En general, todas las administraciones fracasan mucho y luego alguna vez suena la flauta y por otros motivos va bien. Por lo tanto, no hay motivo alguno para desarrollar política industrial, no hay motivo para traspasarles dinero de la pluralidad de la gente a una minoría de empresarios privilegiados y esto habría que eliminarlo por entero. No sólo hay que eliminar lo que supuestamente perjudica a los empresarios sino también todas aquellas que indirectamente les benefician, al impedir que surjan nuevos empresarios que compitan con ellos. El caso típico es la ley de salarios mínimos: WalMart está a favor de los salarios mínimos porque impide que competidores con una estructura de costes más baja que WalMart les coman el terreno. Entonces, es verdad que muchas regulaciones son nocivas para el empresario pero a lo mejor le dan una posición competitiva que no tendría sin ellas. Por tanto, hay que eliminarlas aunque fueran netamente perjudiciales para el empresario. Y hay que eliminar todo aquello que directamente privilegia a ciertos empresarios que son las subvenciones, prebendas y privilegios estatales.

P: La gente piensa que o hay estado o hay caos. ¿Qué les dirías?

R: Yo les diría que probablemente en la parte mas importante de sus vidas no hay Estado y no les va mal. No digo que haya mucho orden, porque a veces hay situaciones sociales muy desordenadas, pero en todo caso es dudoso que la gente quisiera un orden de tipo castrense que es del que nos permite disfrutar el Estado. Podemos pensar que el Estado nos da organización pero es una organización de tipo militar, de cuadrar filas, de ordeno y mando, de dirigir tu vida. La alternativa obviamente quizás sea mas caótica en el sentido de que hay más variedad de personas, de gustos, de afinidades, que hay gente que prueba y se equivoca, que hay gente que fracasa, que hay gente que acierta y le va muy bien. No somos todos exactamente iguales como en un campamento militar jerarquizado ni todos vamos a una etc. Eso no significa que haya caos en un sentido de desorden devastador o desorden pauperizador. La diversidad, la espontaneidad, la coordinación más espontánea, más móvil, mas dinámica tiene beneficios esenciales en una sociedad. Ninguna sociedad prosperaría si fuera una sociedad jerarquizada y militar porque al final de lo que aprende una sociedad es de que haya gente que se equivoque, de que haya gente que fracase, de que haya gente que triunfe también y para eso no todos podemos hacer lo mismo porque si todos hacemos lo mismo o todos, aunque hagamos distintas cosas, las hacemos dentro del plan, dentro de la cabeza de una misma persona, pues estamos de alguna manera condicionados o predeterminados a que esa persona sea muy lista o sea muy tonta. Pero es que, aunque sea muy lista, hay limitaciones cognitivas básicas que impiden que esa persona pueda pensar mucho más allá de tres o cuatro procedimientos. Eso en un orden social amplio donde hay que dividir tareas entre millones y millones y millones de personas, con diferentes especialidades y conocimientos es imposible. El Estado nos proporciona un orden aparente pero que sería el orden equivalente a lo que es la paz a los cementerios: en los cementerios también hay mucha paz, no hay guerras ni hay nada pero es que están todos muertos. Hay orden porque nadie actúa y todos están digamos domesticados y no hay ser humano, son todo al final como autómatas.

P: Decía Karl Popper que era una feliz coincidencia que la libertad redundara en mayor prosperidad ¿estás de acuerdo en que es una coincidencia o hay causalidad?

R: En que es feliz desde luego, en que es coincidencia no. No es coincidencia por lo que decíamos antes: que un orden descentralizado, libre, dinámico, competitivo, que utilice la prueba y el error es la manera lógica de afrontar lo que son sistemas complejos y la sociedad, la economía es un sistema complejo. Si tú quieres enfrentar un sistema complejo obligando a que todos los individuos hagan exactamente lo mismo, que hagan algo muy torpe te la vas a pegar, vas a fracasar. La manera de enfrentarte a un sistema complejo es a través de organizaciones antifrágiles (en alusión al concepto desarrollado por Nassim Taleben su último libro “Antifrágil”) que sean adaptativas, que sean flexibles, que crezcan cuando sufran estrés, cuando fracasen, que aprendan unos de otros, que no todos hagan lo mismo y que cada uno haga una cosa para ver cuál de las cosas funcionan y dentro de ese manto de incertidumbre inerradicable pues que algunos prosperen y que otros se la peguen. Incluso quienes se la peguen, aun así van a vivir en una sociedad mucho mejor que si no se hubiese permitido la experimentación. Que una farmacéutica fracase a la hora de descubrir un medicamento no significa que no se vayan a beneficiar aunque sea a título personal los accionistas de la farmacéutica de los medicamentos innovadores y maravillosos que pueda descubrir otras farmacéuticas. Por tanto, lo necesario es que haya esa experimentación.

Economistas liberales

P: ¿A quién le recomendarías leer “Una Revolución Liberal para España” y por qué?

R: Yo se lo recomendaría a todo el mundo pero bueno, yo creo que hay dos perfiles de lector. En primer lugar, está el perfil del sector liberal, donde más o menos ha llegado el libro y está bien que llegue, y creo que es muy positivo que lo haga. Para ellos, este es un libro que les puede ayudar bastante (al menos eso espero y me gusta pensarlo así) a reforzar sus argumentos y a reforzar su discurso en el debate y en la batalla de las ideas. Ayudar a mejorar en su discurso amplio no solo en teoría sino en cuanto a datos, en cuanto a fuentes. Que de alguna manera te permita crecer ideológicamente o te permita defender lo que estás defendiendo de forma mucho más profunda, o incluso a lo mejor cambiar algunas de las ideas de defensa que no eran adecuadas o que incluso tenían fallos. Tal vez muchos liberales crean que no hay que obligar a los padres a contratar un seguro sanitario a sus hijos y yo creo que es una obligación razonable que de alguna manera se puede desprender del libro. A lo mejor muchos liberales ven con rechazo la propiedad privada comunal y creen que todo se soluciona con propiedad privada individual, bueno pues todo este tipo de cosas yo creo que se pulen en dar un discurso más razonable de lo que seria una sociedad de libre mercad. En segundo lugar hay otro perfil que es al que me temo que no ha llegado todavía y probablemente no llegue, pero que me gustaría que llegara, ya sea de manera pirata o por circuitos no oficiales porque lo que me importa al final es que se lea el libro, que es la gente antiliberal. Interesa que llegue a la gente antiliberal porque generalmente tienen una imagen muy, muy, muy distorsionada de lo que es el liberalismo y no sé si el libro les convencerá para que dejen de ser antiliberales pero al menos sí les puede convencer, creo, de que no tengan una visión tan distorsionada, tan deshumanizada, tan cainita de lo que es el liberalismo y lo vean como una alternativa que no es una locura. Que vean que puede ser una alternativa con la que no están de acuerdo pero que al final es una alternativa razonable y es una alternativa que promueve gente que defiende el libre mercado. Y que entiendan que los defensores del libre mercado ni lo hacen para lucrarse a costa de los demás ni porque odien a los demás sino porque creen que el libre mercado o las sociedades libres son el camino más razonable, más seguro, más próspero y más libre hacia la libertad y la prosperidad colectiva.

P: ¿Qué es para ti el liberalismo?

R: El liberalismo es una ideología cuyo principio básico es tratar de minimizar la coacción dentro de las relaciones sociales, que las relaciones no sean conflictivas y se resuelvan de manera voluntaria y pacífica. Para ello necesita pivotar sobre algún tipo de distribución jurídica de los recursos, una distribución que minimice de nuevo los conflictos y que no esté abierta a nuevas disputas o enfrentamientos. Además, no debe suponer ex ante una explotación de nadie sobre nadie que es la propiedad privada ya sea individual o comunal y lo que ahí se deriva en forma de transmision ¿? que son los contratos y ahí tienes pues una estructura, un orden social en que todo el mundo puede prosperar generando riqueza para los demás y es un orden social razonable que además cumple con el propósito del liberalismo que, insisto, a mi juicio es minimizar los conflictos dentro de un orden social.

P: En “Una Revolución Liberal para España” aparecen muchas y muy buenas citas. Si tuvieras que elegir alguna, ¿con cuál te quedarías?

R: Bueno, me quedo con varias. Una sería la de Barry M. Goldwater: “El extremismo en la defensa de la libertad no es ningún vicio. Y dejadme que os recuerde que la moderación en la defensa de la libertad no es ninguna virtud.”“Una Revolución Liberal para España” es un libro donde yo creo que ex ante se me tenderá a calificar, incluso a la gente que le haya gustado el libro y que vea esta propuesta como razonable, se nos tenderá a calificar de radicales y de gente que está fuera del mundo pero yo creo que no hay nada malo en ser radicales cuando los valores que defiendes son valores buenos, valores positivos y deseables para el conjunto de la sociedad. De hecho, insisto y siguiendo la idea de la cita de Barry M. Goldwater, lo que me parecería triste es que esos valores que son positivos se defiendan de manera acomplejada, tibia, comprometida con otros valores que son antivalores. Y luego hay dos o tres frases al final que también me gustan mucho. Una es de Hayek: “A menos que los principios filosóficos de una sociedad libre puedan volver a convertirse en ideas ilusionantes y a menos que la puesta en práctica de esas ideas pueda transformarse en una tarea que desafíe el ingenio y la imaginación de nuestras mentes más ilusionadas, las perspectivas de la libertad serán más bien oscuras. Pero si podemos recuperar lo que fue el emblema del apogeo del liberalismo, es decir, la confianza en el poder de las ideas, la batalla no está todavía perdida.” Yo creo que eso es muy razonable, es decir, el liberalismo tiene que tener un horizonte. El mundo no es perfecto por tanto probablemente no sea un horizonte alcanzable totalmente pero sí es un horizonte que nos permite enjuiciar si lo estamos haciendo bien o lo estamos haciendo mal. En este sentido, hay otra frase de Jonah Goldberg, que no es la que quería citar pero que creo que se complementa muy bien:“A los ideales se les llama ideales por una razón: porque son ideales. Son objetivos, aspiraciones, reglas abstractas que usamos como vara de medir para el torcido tronco de la humanidad.” De alguna manera caemos no sé si en algún tipo de relativismo. En todo caso si caemos es en el sesgo del statu quo, es decir, en el pensamiento panglosiano de que vivimos en el mejor mundo posible. Y luego la tercera cita que me gusta, que es además la última que aparece en el libro, de William Beveridge:“Una buena sociedad no depende del Estado, sino de sus ciudadanos, quienes actúan individualmente o asociándose libremente entre ellos, por motivos egoístas o altruistas, por razones estrechamente materialistas o por amor al ser humano o a Dios. La felicidad o infelicidad de la sociedad en la que vivimos depende de nosotros, los ciudadanos, no del instrumento de poder político que llamamos Estado.” Beveridge no era liberal. Es el padre del estado del bienestar inglés pero que al menos sí tenía una comprensión bastante mejor de la que se tiene hoy de lo que es una sociedad y lo que decía Beveridge es que una sociedad deber tener vía libre para desarrollar sus propias utopías porque si carece de esa vía libre (básicamente se refiere a autoorganización de la sociedad), la única manera que tú tienes de lograr tus sueños es imponiéndoselos a los demás y eso es una sociedad que necesariamente degenera en el totalitarismo. Hoy es lo que sucede, si yo quiero que mis niños estudien chino en una escuela pública, la única manera que tengo de lograr que estudien chino es que todo el mundo estudie chino. A lo que me refiero es que hoy el sistema no me permite que sólo mis hijos estudien chino. En un sistema de mercado, claro que sí. Habría escuelas que enseñaran chino y otras que no. Yo llevaría a mis hijos donde enseñaran chino. Aquí, como los planes de estudio son generales y como incluso afectan a instituciones privadas, la única manera que tengo es la de cambiar los planes de estudio para todos. Por eso hay tantas refriegas en modelo educativo, en reforma educativa. Ya no es ni siquiera que se quiera adoctrinar a los demás, que también por supuesto en el Estado hay muchísimo de eso, pero simplemente es que yo quiero que mis hijos estudien de una determinada manera y como sólo pueden estudiar así si todos estudian así, pues hay que cambiar las leyes generales. Ése yo creo que es un error y por eso una sociedad libre, en la medida en que permite autoorganizaciones descentralizadas es una sociedad mucho mas cooperativa, voluntarista, libre y adaptativa a las necesidades de las personas que una sociedad estatal donde al final tienes que totalizar el Estado a toda la gente para satisfacer lo que son tus fines exclusivos y no lo fines de los demás.

P: Muchas gracias, Juan Ramón.

R: A ti.

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FIN

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Este artículo tiene 1 comentario
antiguo usuario
Una cosa es escribirlo en un papel y otra es la realidad, en el apartado sanitario, veo, por lo menos, un tercio de la poblacion de enfermos cronicos, pero claro sera culpa de ellos, y si un banco te engaña sera culpa tuya por no tener "cultura financiera", no es ningun mundo feliz al contrario, a mi me da escalofrios.
20/05/2014 07:28
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