¿Se imaginan a un electricista o a un fontanero vendiendo
herramienta tras herramienta de su bolsa de trabajo en lugar de usarlas para
ganar dinero? Seguro que no. Entonces, ¿por qué usted hace lo mismo con su
capital?
La obsesión de la clase media: trabajar para el dinero
Su ahorro es una herramienta cuyo fin es generar riqueza para
usted. Sin embargo, el ciudadano medio, independientemente de su nivel de
ingresos, prefiere amontonar “papel moneda” en ruinosos depósitos bancarios
para después “quemarlo” en el altar del gasto. Trabaja incansablemente para el
dinero sin que, por el contrario, éste haga gran cosa por él. Mientras tanto
los banqueros se lo pasan pipa.
Esta enfermiza obsesión
conduce al ciudadano a descapitalizarse constantemente. Así, Pepito: “ahorro dinero fruto de
mis ingresos por el trabajo para adquirir, por ejemplo, un vehículo. Una vez
reunido el papel que he acumulado en depósitos y cuentas bancarias durante
varios años sin ganar mucho más del 3% lo retiro del banco, me dirijo al
concesionario y adquiero el vehículo que previamente he elegido después de
muchas horas de investigación e intercambio de opiniones con los colegas. Ahora
tengo un automóvil nuevo y soy la caña. Por otro lado, mi ahorro vuelve a ser
igual a cero. Vuelta a empezar.”
Este hábito se denomina “trabajar
para el dinero” y es como una enfermedad infecciosa que afecta a la clase
media impidiéndole progresar. De la misma manera que un fontanero no puede
reparar una avería sin su caja de herramientas, usted no puede crear un
patrimonio que incremente su independencia financiera si dedica su ahorro al
gasto y no a generar una rentabilidad que haga posible ese gasto.
¿Qué tengo que hacer para que el dinero trabaje para mí?
Empiece por no gastarlo. Eso suena horrible, lo sabemos. Va
en contra de sus instintos más básicos como depredador consumista occidental. A
todos nos gusta gastar y, sobre todo, que los demás lo vean. Si no, ¿dónde está
la gracia? Pues mala suerte amigo: el
ahorro significa irremediablemente sacrificio. Dicho de otra manera: en
aras de un bienestar mayor futuro, renunciamos a cierta cantidad de bienestar
presente. Así es como la sociedad ha progresado a lo largo de la historia:
ahorrando los excedentes de su trabajo hoy para obtener mañana un mayor
bienestar después de un proceso de inversión.
Así que supongamos que tiene usted un trabajo que le ha
permitido acumular, por ejemplo, 10.000€. Es usted un español afortunado lo
sabemos. Primero porque tiene empleo y segundo porque ha reunido esa asombrosa
cifra. Un hecho un tanto paranormal en la grisácea vida financiera española.
Sólo en Cuarto Milenio se pueden ver fenómenos más extraños.
Ahora que ya sabe que no puede malvender sus herramientas se
enfrenta usted a esta espinosa cuestión: ¿y ahora qué hago? Ni soy fontanero,
ni electricista, ni siquiera sé que “trabajo” tengo que realizar. Respecto a lo
que se puede hacer con esos 10.000 sufridos euros véase aquí le ofrecemos una sugerencia y en relación al cómo aquí le
proponemos varias alternativas.
Pero lo que de verdad le interesa ahora es averiguar cuándo y
cuánto puedo gastar una vez que haya empezado a trabajar con mi capital.
Ascensor primera planta: mantenimiento de su caja de
herramientas
Su utensilio de trabajo, su ahorro debe estar engrasado. ¿Qué
demonios significa esto? Vamos a aclarárselo rápidamente: en su trayectoria
financiera tiene usted un acompañante no deseado, el típico plasta que se
autoinvita a las fiestas y no para de hacer chistes malos dándole la murga al
personal. Esta indeseable compañía tiene nombre propio: inflación. Y por un montón de razones que ahora no vienen a cuento
hágase a la idea de que no hay manera de echarlo de su fiesta.
Fíjese en esto:
Desde el 1 de enero de 1999, fecha en la que se establece el
cambio oficial euro/peseta hasta el 31 de diciembre de 2013 usted ha soportado
una tasa anual de inflación del 2.72%. O dicho de otra manera, en 2014 sus
10.000€ de 1999 tienen un poder de compra de 6.606€. Eso es lo que refleja la primera columna que comienza por 10.000€ del
cuadro, esto es, cómo se deprecia cada año el poder adquisitivo de su dinero.
Éste se ha reducido en un 34%. Para que eso no suceda usted tiene que aportar
4.943€, esto es, un 49% más de ahorro a ese capital inicial. En la segunda columna que comienza por
10.000€ se observa cómo tiene que aumentar anualmente su aportación dineraria
para compensar el malévolo efecto de la inflación. ¡Y eso sólo para quedarse
como estaba! Sí, sufrido conciudadano: en 2014 usted necesita 14.943€ para
comprar lo que en 1999 podía adquirirse con 10.000€.
Así pues, al invertir su dinero tiene que obtener una
rentabilidad mínima del 3%-4% o de lo contrario estará perdiendo poder
adquisitivo. El camino hacia la pobreza
está hecho con adoquines de inflación. Por tanto, ninguna alternativa de
ahorro e inversión que no le proporcione por lo menos un 3%-4% debería estar en
su agenda.
Si al final del año usted ha obtenido una rentabilidad de
300€-400€ usando su capital de 10.000€ sentimos aguarle la fiesta: o reinvierte
las anteriores cifras o usted pierde poder adquisitivo. ¡Siguiente planta!
Ascensor segunda planta: mejora de su caja de herramientas
¿Y qué pasa si ahora obtengo una rentabilidad de entre el
6%-8%? Sería el doble de la inflación. Quizá ahora podría gastar unos eurillos.
Técnicamente sí. Pongamos que a final de año obtiene entre 600€-800€. Podría
gastar la mitad de esas cantidades ¿no? Pues no, no se lo recomendamos. Somos
unos aguafiestas.
Si usted hace eso es cierto que habrá conservado su poder
adquisitivo, puesto que reinvertirá entre 300€-400€. Pero eso será todo. No
habrá conseguido usted mejorar. Seguirá con la misma caja de herramientas,
engrasadas eso sí. Pero estancado. No crecerá. Su patrimonio inicial siempre
será el mismo. Así no hay manera de progresar.
Lo sentimos mucho: en la segunda planta del edificio del
ahorro e inversión tampoco se puede gastar. Si lo hace, jamás mejorará. Hágase
a la idea de que una vez engrasada su maquinaria le conviene ahora
incrementarla. De esta forma irá generando cantidades crecientes de riqueza que
a su vez producirán más riqueza. Capitalización
e interés compuesto se llama el truco. Nuestra sugerencia es que reinvierta
al menos 600€. Pero consideramos mejor la reinversión de los 800€. Un 8%
compuesto anual significa que usted dobla su capital cada diez años, lo cual es
razonable y genera un incremento patrimonial perceptible. ¿Tercer piso?
Ascensor tercera planta: disfrutando de su dinero
Ni 3%-4% ni 6%-8%. ¿Entonces qué? Veamos un 10%, es decir,
1.000€ de beneficios obtenidos a final de año mediante el ahorro e inversión de
sus 10.000€. Ahora cambian las cosas. De esos 1.000€ podría gastar 200€ y
reinvertir 800€. Si el año que viene obtengo otro 10% sobre mis 10.800€ tendré
1.080€, de los cuales volveré a reinvertir 864€ y podré gastar ¡216€!
Bienvenido al paraíso de la capitalización y el interés
compuesto: ahorro e invierto para
obtener una tasa de rentabilidad, esto es, un beneficio, que me permita
derrotar a la inflación y además seguir creciendo, pudiendo dedicar al gasto
los excedentes de este proceso y disfrutar así finalmente de mi dinero.
El gasto no es una obligación, por supuesto, pero mentalícese
de que si quiere progresar tiene que respetar ese 8% de rentabilidad que es
necesario reinvertir. Gaste a partir de ahí si quiere. Pero nunca más… O
volverá dando tumbos a la planta baja.
Conclusión
¿Sabe por qué tantos famosos, deportistas y artistas (son
todo un clásico en este aspecto) pero también empresarios de éxito acaban
viendo como su patrimonio decrece y se deteriora? Porque su trabajo e ideas les
proporcionan unos ingresos que dedican a un gasto excesivo y a una mala
asignación de capital. No es casualidad que la clasificación de los 500
millonarios de la lista Forbes no pare de dar tumbos. Uno se enriquece porque tiene una gran idea que funciona. Pero sólo se
mantiene rico si asigna eficientemente los beneficios de esa idea por debajo de
su umbral de gasto e inflación.
La clase media no es ajena a este proceso. La mayoría de
nosotros no somos ni ricos ni famosos ni empresarios de éxito. Es muy
complicado tener una gran idea que te haga rico. Pocos la tienen y no es raro
también que grandes ideas se frustren por una mala puesta en práctica de las
mismas. Así pues, tenemos empleos que nos proporcionan unos ingresos mediante
los cuales cubrimos nuestras necesidades. O realizamos una asignación eficiente
de capital, es decir, o ahorramos e invertimos una parte de nuestros ingresos
en activos que nos proporcionen al menos un 8% de rentabilidad compuesta anual
o estamos condenados a no mejorar financieramente, que no profesionalmente
mediante el incremento de nuestros salarios. Sin embargo, en este último caso
seguimos trabajando para el dinero sin que éste trabaje para nosotros.
Nuestro consejo es que intente construir con su ahorro este
edificio de tres plantas independientemente del capital que posea y de la
cantidad que pueda ahorrar. Por pequeñas que ambas sean nuestro consejo es el
mismo: ¡no trabaje por dinero, que el
dinero trabaje para usted!
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