El Símbolo Perdido - Dan Brown (extracto)

7 de noviembre, 2013 0
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-¿Algo de metasistemas?

-Un precursor de los metasistemas. Con posterioridad al 11 de septiembre, el gobierno se dedicó a interceptar y revisar enormes campos de datos (correos electrónicos de particulares, teléfonos móviles, faxes, textos, páginas web) en busca de palabras clave asociadas con comunicaciones terroristas. Así pues, decidí escribir un software que les permitiera procesar sus campos de datos de otra forma..., obteniendo de ellos un resultado adicional. -Sonrió-, Esencialmente, mi software les permitía tomar la temperatura de Norteamérica.

-¿Cómo dice?

Trish se rió.

-Sí, parece una locura, ya lo sé. Lo que quiero decir es que cuantificaba el estado «emocional» de la nación. Ofrecía una especie de barómetro de su conciencia cósmica, si lo prefiere. Trish le explicó cómo, utilizando un campo de datos de las comunicaciones de la nación, uno podía evaluar el «estado de ánimo» de la nación a partir de la «densidad» de ciertas palabras clave e indicadores emocionales en el campo de datos. En tiempos felices se usaba un lenguaje feliz, y en tiempos de tensión, lo contrario. En caso, por ejemplo, de un ataque terrorista, el gobierno podía utilizar los campos de datos para medir el cambio que se produjera en la psique norteamericana y aconsejar mejor al presidente sobre el impacto emocional del ataque.

-Fascinante -dijo Katherine, acariciándose la barbilla-. De modo que, en esencia, su software permite examinar a todos los individuos de una población... como si fueran un único organismo.

-Exactamente. Un «metasistema». Una entidad única definida por la suma de sus partes. El cuerpo humano, por ejemplo, está formado por millones de células individuales, cada una de las cuales tiene diferentes atributos y propósitos, pero eso no le impide funcionar como una entidad única.

Katherine asintió entusiasmada.

-Como una bandada de pájaros o un banco de peces moviéndose a la vez. Lo llamamos convergencia o entrelazamiento.

Trish advirtió que su famosa invitada estaba comenzando a ver el potencial de la programación de metasistemas en el campo de la ciencia noética.

-Diseñé mi software -explicó Trish- para ayudar a las agencias gubernamentales a evaluar mejor y responder más adecuadamente a crisis de gran escala: pandemias, tragedias nacionales, terrorismo, ese tipo de cosas. 

-Hizo una pausa-. Por supuesto, siempre existe la posibilidad de que sea utilizado de otro modo..., quizá para hacer una radiografía del sentir nacional y predecir el resultado de unas elecciones nacionales, o la dirección en la que el mercado de valores se moverá al abrir.

-Parece poderoso.

Trish la acompañó hacia su gran casa.

-Eso mismo le pareció al gobierno.

Los ojos grises de Katherine se posaron directamente sobre ella.

-Trish, ¿puedo preguntarle acerca del dilema ético que plantea su trabajo?

-¿A qué se refiere?

-A que ha creado usted un software del que fácilmente se puede abusar.

Aquellos que lo poseen tienen acceso a una poderosa información no disponible para todo el mundo. ¿No vaciló en ningún momento cuando lo creó? 

Trish ni siquiera parpadeó.

-Para nada. Mi software no es distinto de, digamos..., un simulador de vuelo. A algunos usuarios les servirá para practicar vuelos de misiones de ayuda en países en vías de desarrollo; a otros, para aprender a dirigir aviones de pasajeros contra rascacielos. El conocimiento es una herramienta, y como todas las herramientas, su impacto está en manos del usuario.

Katherine se reclinó, impresionada por la respuesta.

-Deje que le plantee una cuestión hipotética. 

De repente, Trish tuvo la sensación de que su conversación había pasado a ser una entrevista de trabajo.

Katherine se inclinó, recogió un minúsculo grano de arena del suelo y lo sostuvo en alto para que Trish lo pudiera ver.

-Se me ha ocurrido -dijo- que básicamente su trabajo en metasistemas permite calcular el peso de toda una playa... pesándola grano a grano.

-Sí, básicamente se trata de eso. 

-Como sabe, este pequeño grano de arena tiene masa. Una masa muy pequeña, pero masa al fin y al cabo.

Trish asintió.

-Y debido a esa masa, este grano de arena ejerce gravedad. De nuevo, mínima, pero ahí está.

-Así es.

-Bueno -prosiguió Katherine-, si cogemos trillones de granos de arena y dejamos que se atraigan entre sí hasta formar, digamos..., la Luna, su gravedad combinada será suficiente para mover océanos y arrastrar de acá para allá las mareas de nuestro planeta.

Trish no tenía ni idea de adonde quería ir a parar, pero le gustaba lo que estaba oyendo.

-Hagamos, pues, una hipótesis -dijo Katherine, soltando el grano de arena-. ¿Y si le dijera que un pensamiento..., cualquier pequeña idea que se forme en su mente..., en realidad tiene masa? ¿Y si le dijera que los pensamientos son cosas, entidades mensurables, con masa cuantificable?

¿Cuáles serían las implicaciones?

-¿Hipotéticamente hablando? Bueno, las implicaciones obvias serían...Si un pensamiento tuviera masa, entonces ejercería gravedad y podría atraer cosas hacia sí.

Katherine sonrió.

-Es usted buena. Ahora demos un paso más. ¿Qué ocurriría si mucha gente focalizara en su mente un mismo pensamiento? Todas las manifestaciones de ese mismo pensamiento empezarían a fundirse en una sola, y la masa acumulativa de ese pensamiento comenzaría a crecer. Y, con ello, aumentaría asimismo su gravedad.

-Ajá.

-Lo que significa que..., si suficientes personas empezaran a pensar lo mismo, la fuerza gravitacional de ese pensamiento se volvería tangible..., y ejercería una fuerza -Katherine guiñó un ojo- que podría tener un efecto cuantificable en nuestro mundo físico.

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